Redacción Criterio

Todos hemos olvidado un tupper con comida en el refrigerador… o hemos comprado algún alimento que no hemos consumido y tenemos que tirar, a esto hay que agregar la cantidad de frutas y verduras desechadas simplemente por cuestiones estéticas o por errores en su etiquetado o envasado. Todo esto nos da como resultado un desperdicio alimentario de al menos 2 mil 500 millones de toneladas al año. 
Es una cantidad exorbitante, más cuando sabemos que existen muchas personas en situación de pobreza y pobreza extrema en el mundo. Según el portal Statista, un aproximado de mil 52 millones de toneladas de alimentos desechados provienen de los hogares, los que representan al menos 631 millones de toneladas anuales, los servicios de alimentación, con un aproximado de 290 millones de toneladas, y los establecimientos minoristas, con un desperdicio de 131 millones de toneladas. 
De acuerdo con datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el desperdicio alimentario representa un monto mayor al billón de dólares, es decir, más de un tercio del total de los alimentos producidos en el mundo. 
En México se desperdician más de 10 mil toneladas anuales, según las cifras del gobierno federal, lo que representa un 37 por ciento de la producción agropecuaria de nuestro país, y nos ubica dentro de los 20 países que más desperdicio alimentario generan. Se estima que con esa cantidad de alimentos se podría alimentar a los 7.4 millones de personas que viven en pobreza extrema y carencia alimentaria. 
Los alimentos que se desperdician en mayor cantidad son las frutas, verduras, pescados y mariscos con un 54 por ciento; esto, debido a que son productos perecederos que en ocasiones pueden descomponerse en horas, si no se tiene el debido cuidado en su empaque o en su almacenamiento; la carne de cerdo, con un 40 por ciento; la carne de pollo, con un 39 por ciento, y la leche, con un 37 por ciento. 
Derivado de un estudio realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), se determinó que la mayor parte de desperdicio alimentario se da en Europa y Estados Unidos, con una pérdida per cápita de 95 a 115 kilos, mientras que el país con menor desperdicio de alimentos es África Subsahariana, con una pérdida de seis a 11 kilos anuales por persona. 
Es por eso que tanto las organizaciones gubernamentales como la iniciativa privada promueven continuamente campañas para evitar el desperdicio de alimentos en casa, teniendo como eje principal la planeación de la alimentación familiar; la donación de alimentos para ser redistribuidos en comedores de beneficencia, refugios o comedores comunitarios; la comercialización de los productos agrícolas “estéticamente imperfectos” ya que cuentan con la misma calidad y que actualmente ni siquiera llegan a los supermercados por considerarlos desagradables o raros a la vista. 
Otro dato importante para considerar es la contaminación que generan los desechos, el costo económico y ambiental que representa la producción, recolección y distribución de esos productos alimenticios que terminan siendo desechados y también el gasto de agua en la producción agrícola. 
Ante la crisis global en materia alimentaria y de escasez de agua, es importante y apremiante que, desde nuestros hogares, cambiemos nuestras costumbres para disminuir y, si es posible, eliminar el desperdicio alimentario. Un pequeño cambio puede representar un enorme impacto para el planeta.

Y seguimos desperdiciando

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¿Hipersomnia, narcolepsia, apnea del sueño o parasomnias?
Seguramente has escuchado estos términos últimamente y estos son algunos de los trastornos del sueño que sufren las personas y que, si bien no son una enfermedad grave, sí pueden causar diversos problemas que pueden tornarse un tanto serios, como es el agotamiento físico crónico, bajo rendimiento laboral y/o escolar o sueño diurno, lo que puede causar dificultades para cumplir con las obligaciones y compromisos ya sea laborales, escolares, familiares o sociales.
Según estudios realizados por la Clínica Universidad de Navarra, existen más de cien tipos de trastornos del sueño, cuyas causas pueden ser muy variadas, pero en su mayoría están ligadas a enfermedades mentales y problemas emocionales.
El American College of Cardiology ha realizado estudios que demuestran que las personas que tienen buenos hábitos de sueño tienen menos probabilidades de morir prematuramente, además de que aproximadamente un 8 por ciento de las muertes podrían tener su origen en alteraciones en los patrones de sueño.
De acuerdo con una encuesta realizada por Statista en 2024, en relación al porcentaje de personas que padeció algún trastorno del sueño en los últimos 12 meses, tenemos que Italia ocupa el primer lugar con 43 por ciento; seguida de España con un 42 por ciento, Estados Unidos con un 40 por ciento y en quinto lugar se encuentra México, con un 38 por ciento.
Por otra parte, en México, los especialistas de la Facultad de Medicina de la UNAM afirman que un 45 por ciento de los adultos tienen mala calidad del sueño, con una frecuencia de dos a uno entre las mujeres, además de que los periodos de insomnio pueden ser precursores de enfermedades como depresión y ansiedad. Algunas de las causas por las que se tiene una mala calidad del sueño (ya sea que se duerma menos o que se interrumpa el periodo de sueño), son las jornadas excesivas de trabajo, aunado a los largos recorridos para llegar al centro de trabajo, los turnos nocturnos o alternados y el abuso de dispositivos móviles que muchas veces implica la adicción a las redes sociales y, por ende, disminuye las horas de sueño. Hemos escuchado muchas veces que los adultos debemos dormir ocho horas diarias; sin embargo, el promedio de horas de sueño de la población adulta en México va de cinco a seis horas.
Pero las consecuencias de una mala calidad del sueño, van más allá del cansancio y la fatiga, la depresión y la ansiedad, sino que también puede ser factor en el desarrollo de enfermedades crónico-degenerativas como alteraciones cardiovasculares, obesidad, hipertensión y hasta diabetes.
Como podemos ver, nuestro cuerpo necesita descanso, con horarios de sueño establecidos para que podamos mantener nuestro sistema inmunológico en buen estado; los músculos más relajados y fuertes; una mejor concentración y, por ende, una mejor toma de decisiones y un mejor desempeño tanto laboral como escolar, además de un mejor estado de ánimo. No importa la edad que tengas, aun cuando seas joven y creas que dormir es una pérdida de tiempo, darle a tu cuerpo el descanso que necesita, es uno de los pilares más importantes de nuestra salud y será la mejor inversión que hagas en tu vida.

El sueño: tu mejor inversión

El agua es un bien vital para los seres humanos, necesario para consumo y, de acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el consumo per cápita no debería rebasar los 50 litros diarios, considerando únicamente el uso doméstico del líquido.
Sin embargo, una gran cantidad de agua dulce se utiliza en la agricultura principalmente, ya que a esa actividad se le destina aproximadamente un 70 por ciento del consumo total mundial, seguida de la industria, y en tercer lugar se encuentra el consumo doméstico.
De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), el consumo mundial de agua dulce es de un aproximado de 4 mil 600 metros cúbicos al año.
Según datos de la OMS, es Nueva Zelanda el país que más consume agua, con una cifra de 2 millones 162 mil 300 millones de metros cúbicos anuales, con un consumo per cápita de 227 litros diarios; le sigue Estados Unidos, con un consumo de mil 582 mil 500 millones de metros cúbicos anuales; Estonia, con un millón 338 mil 100, y Canadá, con un millón 16 mil 900 metros cúbicos al año. En contraste, los países que menor gasto de agua tienen son Alemania, con 311 mil 900, y Brasil, con 415 mil 300 millones de metros cúbicos anuales.
Por otro lado, dentro de los hogares del mundo, aproximadamente 73 por ciento del gasto de agua se utiliza en el baño. ¿Sabías que en cada descarga del inodoro se consumen entre 7.5 y 26 litros de agua? Además, en una ducha de cinco minutos se usan entre 95 y 190 litros de agua, a esto no olvides sumar el agua utilizada para el lavado de dientes y de manos. En segundo lugar, tenemos el gasto de la cocina, con un 19 por ciento, y un 8 por ciento, en el resto de la casa.
En México, de acuerdo con los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en 2021 el consumo por persona fue de 697 mil litros, ubicándonos en los primeros lugares de consumo de agua en el mundo.
De acuerdo con la Global Water Partnership (GWP), aproximadamente un tercio de los recursos hídricos mundiales están en Sudamérica: Brasil, Colombia y Perú; sin embargo, su gasto de agua es casi el doble que el de nuestro país.
Actualmente, derivado del crecimiento exponencial de la población, el desabasto de este vital líquido es importante, además de que se encuentra en aumento y no se vislumbra que esta situación pueda disminuir en las siguientes décadas. Además, hay una gran cantidad de territorio en el mundo que ya se ha desertificado y también irá en aumento. En marzo de 2023, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) informó que cerca de un 26 por ciento de la población mundial no cuenta con agua potable, lo que se traduce en un aproximado de 2 mil millones de personas.
En nuestro país, en últimas fechas, se han llevado esfuerzos titánicos para llevar el vital líquido a ciudades, como el caso del acueducto en Monterrey.
De igual manera es un tema que se ha querido politizar en vísperas de la próxima elección cuando esto es absurdo, todas las autoridades del país están ocupadas y preocupadas por garantizar este servicio.
Pero si bien parte de la solución está en lo que se invierta para potabilizar y distribuir el agua, el mayor reto es lograr que la población la usemos de una mejor manera y cuidemos al máximo el no desperdiciarla.
Cada uno de nosotros podemos contribuir a disminuir el gasto de agua en nuestra vida diaria reduciendo el tiempo de la ducha, reutilizando el agua de la lavadora, además de reducir el uso de la misma, cerrar llaves y regadera cuando no se estén usando, además de cuidar los ecosistemas acuáticos de la contaminación. Ahora sí que cada gota cuenta.
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Cada gota cuenta

Hoy ya no solo existe el estrés o el burnout, sino que también se está estudiando el “microestrés”. Según un reportaje publicado en Harvard Business Review, Rob Cross y Karen Dillon estudiaron a 300 personas de 30 empresas globales entre los años de 2019 a 2021 y descubrieron que muchos de ellos se encontraban viviendo estrés sin ni si quiera darse cuenta, estaban sufriendo para equilibrar su vida personal y la laboral. Algo que para muchos de ustedes les ha de sonar familiar. En este estudio se percataron que existen muchas presiones pequeñas, series de eventos que pareciera que pasan desapercibidos pero que al final están afectando su bienestar y a estas pequeñas presiones les denominaron microestrés.
La diferencia entre el estrés normal y el microestrés es que el estrés es grande, es visible y obvio, mientras que el otro no es obvio, es ocasionado por un momento difícil que solo registramos como un problema más, un “bache en el camino”, pero que cuando se suman se puede ver por qué son microestrés. Como ejemplo de esto, los autores mencionan las horas extras en el trabajo que inviertes cuando algún compañero del equipo no hizo lo que tenía que hacer o el dejar plantado a algún amigo nuevamente por hacer otra cosa. El microestrés es casi invisible.
Como podemos ver este tipo de estrés nos afecta y se suma al ya conocido burnout, o estrés laboral, que se presenta principalmente en aquellos empleos que implican interrelación social frecuente. El burnout se trata de un agotamiento emocional junto con sentimientos de resentimiento, desvalorización y falta de motivación que se refleja en conductas negativas e incluso violentas hacia compañeros de trabajo o usuarios. Este síndrome se conoce desde 1970, pero fue hasta 2022 que la Organización Mundial de la Salud lo reconoce como un padecimiento.
Este síndrome cobra relevancia en la actualidad, ya que, según datos del Instituto Mexicano del Seguro Social, previo a la pandemia un 75 por ciento de los trabajadores ya padecían de estrés laboral, lo que ubica a México en el primer lugar a nivel mundial en fatiga laboral, por encima de China y Estados Unidos. Otro dato interesante es que un 40 por ciento de los trabajadores que realizan labores de escritorio, se encuentran “exhaustos” y el personal de salud es uno de los sectores laborales con mayor afectación por este síndrome.
Por otra parte, según Forbes, el 80 por ciento de las empresas no cuentan con alguna política o estrategia que ayude a disminuir esta problemática en sus trabajadores, lo que les acarrea como consecuencia, el abandono de la empresa, alta rotación laboral, falta de motivación e insatisfacción y baja productividad principalmente. De acuerdo con datos de la Organización Internacional del Trabajo, el estrés laboral cuesta de 5 mil a 40 mil millones de dólares al año a las empresas. Asimismo, según estudios realizados por la Universidad Nacional Autónoma de México, un 85 por ciento de las empresas en México, no cuentan con condiciones laborales adecuadas, no se preocupan por el bienestar de sus empleados, permiten el acoso y diferentes prácticas que aumentan el estrés laboral.
Los factores que inciden en el desarrollo de este síndrome van desde la incertidumbre económica, la inestabilidad laboral, ausencia de prestaciones laborales, empleos que no nos gustan, abuso o acoso laboral, falta de equidad de género, problemas organizacionales, exceso de trabajo, sueldos insuficientes, etc.
El burnout se manifiesta con trastornos de conducta, como agresividad, trastornos alimenticios, conducta impulsiva, deshumanización, frialdad afectiva; trastornos emocionales como ansiedad, depresión, baja autoestima, bajos niveles de concentración o atención; además de síntomas físicos, como alteraciones en el sueño, cardiovasculares, cefaleas y problemas gastrointestinales.
No importa si es microestrés o burnout, la importancia es que se atienda. Afortunadamente en nuestro país, estos temas están dejando de ser un tabú y cada vez más personas acuden a consulta con psicólogos y psiquiatras, en busca de una mejora en su calidad de vida, ya que el bienestar emocional se refleja en el bienestar físico de las personas y de su entorno.

¿Microestrés? ¿Burnout?

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¿Qué hace más daño? ¿El alcohol, el cigarro o las redes sociales?
La semana pasada, mientras muchos celebraban el Día de San Valentín, la Ciudad de Nueva York, conjuntamente con diversas instituciones educativas y organizaciones de salud, presentaron una denuncia ante el Tribunal Supremo de California contra las cinco redes sociales más populares: TikTok, Instagram, Facebook, Snapchat y YouTube, por el daño causado a la salud mental de los menores de edad, ya que, según el alcalde Eric Adams, “muchas redes sociales terminan poniendo en peligro a los niños, promueven adicciones y animan a comportamientos insanos”.
La razón de demandar esto se ve reflejado en el gasto que se realiza en programas dedicados al tratamiento de la salud mental de los niños y jóvenes, ya que el alcalde manifestó gastar 100 millones de dólares anuales en estos esquemas. La demanda se sustenta en que estas empresas han violado varias leyes de la ciudad relativas a la molestia pública y la negligencia a través del diseño y comercialización de sus productos que son adictivos.
Esta amenaza a la salud publica la vemos en todos los países y ciudades en donde se utilizan las redes sociales. Cada vez es más frecuente ver a niños de menor edad utilizar un teléfono celular o una tableta electrónica a manera de entretenimiento. El acceso de los niños a la tecnología y las plataformas digitales parece imparable y nunca nos ponemos a pensar en los daños a la salud mental que esto puede ocasionar.
De acuerdo con estudios realizados por la Academia Americana de Pediatría y la Sociedad Canadiense de Pediatría, el daño puede ir desde un crecimiento acelerado del cerebro de los bebés, disminución del rendimiento académico y del desarrollo de las habilidades del niño, alteraciones en su patrón de sueño, desarrollo de trastornos mentales como depresión, ansiedad, déficit de atención, trastorno bipolar o agresividad, entre otros.
Según el portal de la Unicef, en México, el 50 por ciento de los niños y niñas en un rango de seis a 11 años de edad son usuarios de internet; para el grupo de 12 a 17 años, el porcentaje va de 80 a 94 por ciento, y en esta categoría, las redes sociales más utilizadas son TikTok, Facebook y Snapchat.
Como podemos ver, las redes sociales nos roban cada vez más tiempo y lo más grave es que ese uso prolongado está afectando a la salud de la población y, efectivamente, los sectores de menor edad es la que resulta más agraviada, puesto que tanto su cuerpo como su mente aún se encuentran en desarrollo.
No debemos perder de vista que este problema creció exponencialmente derivado de la pandemia causada por el Covid-19 y el crecimiento no se ha detenido. Según el portal del gobierno de México, en nuestro país, el 30 por ciento de la población padece algún trastorno mental y, de ese porcentaje, más del 60 por ciento no recibe tratamiento.
De acuerdo con un documento publicado por el Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (Sipinna) en 2019, se llevó a cabo un estudio con más de 6 mil 500 niños de entre 12 y 15 años en Estados Unidos, en donde se determinó que aquellos que pasaban más de tres horas por día en las redes sociales podrían estar en mayor riesgo de tener problemas de salud mental.
En 2023, la Organización Panamericana de la Salud (OMS) emitió un informe relacionado con la salud mental, en el que, entre otras cosas, se menciona que los trastornos depresivos y de ansiedad son la tercera y cuarta causa de discapacidad, además de que, posterior a la pandemia, los primeros casos aumentaron un 35 por ciento, y los segundos, un 32 por ciento.
Es importante poner atención en los requerimientos de la salud mental de la población mundial, pero más importante es poder prevenirlos y evitarlos, mejorando con ello la calidad de vida de nuestros niños y jóvenes.
De ganar Nueva York la demanda en contra de estas empresas, claramente estaremos corroborando el daño que hacen el excesivo uso de las redes sociales en los seres humanos.  Podríamos estar en un escenario en donde la adicción a las mismas sea más riesgosa que a otros vicios.

¿Qué hace más daño?

Hoy en día, el mundo entero se encuentra inmerso en la era digital, pero… ¿sabías que nuestra presencia en línea deja un rastro digital? En efecto, la respuesta es un contundente ¡sí! Y estas son las famosísimas cookies, que son pequeños archivos que juegan un papel muy importante en nuestra experiencia en la web, y que son aparentemente inofensivos. 
Seguramente no tenías conocimiento de que esas galletas digitales son nuestro rastro en la web y, por ende, son las que pudieran estar “espiándonos”. Tal vez te hayas dado cuenta de que cuando entras a la página de una tienda de una marca o realizas la búsqueda de un producto o servicio, mágicamente aparecen anuncios y sugerencias de aquello que habías buscado, pues también se pueden considerar como herramientas que ayudan a personalizar el contenido que visualizamos en la red, se encargan de recordar preferencias y mejorar la funcionalidad de muchos sitios web.
Normalmente no dimensionamos sobre el control que se puede tener sobre las cookies y, en la generalidad, se desconocen las opciones que hay para gestionar estas pequeñas piezas de datos, aun cuando muchos navegadores ya ofrecen controles avanzados de privacidad que dan la oportunidad a los usuarios de decidir qué cookies aceptar, bloquear o eliminar.
Pero la verdadera pregunta que debe preocuparnos es ¿quién tiene el control de esas cookies y cómo pudieran afectar a nuestra privacidad? Ya que, de alguna manera, al aceptarlas casi mecánicamente, sin muchas veces saber qué son, estamos cediendo el control de nuestra información personal. Los desafíos son importantes, ya que por un lado es crucial la protección de la privacidad en línea por motivos de seguridad de los usuarios y, por el otro, los sitios web dependen de manera significativa de las cookies para ofrecer servicios personalizados basados en patrones de navegación.
El portal de Google nos dice que aproximadamente un 60 por ciento de los usuarios de internet aceptan las cookies porque tienen prisa. Según un estudio elaborado por Avast, solo un 50 por ciento de los usuarios de la red sabe qué son, cuál es su funcionalidad y las posibles afectaciones a su privacidad.
Según una reciente encuesta de Eurostat, en Finlandia, aproximadamente un 65.8 por ciento de los usuarios ya han cambiado la configuración de su navegador para evitar o limitar las cookies, siendo el país europeo con mayor limitación, mientras que Italia es el país de los encuestados con menor número de usuarios que limitaron las cookies en su navegación en línea, con un 26.6 por ciento.
Resulta muy importante que los desarrolladores de sitios web proporcionen información clara para que los usuarios puedan controlar sus preferencias de cookies, ya que la simplicidad de los procesos puede ser la manera de garantizar una decisión informada sobre los datos que se desean compartir y los que no, ya que, en el mundo digital, el control de la información se convierte en una necesidad para poder dirigir nuestra navegación en la red.
Google Chrome, el navegador más utilizado del mundo, habilitó, en los primeros días de este 2024, una protección contra el rastreo llamada “protección de seguimiento” (tracking protection) para el 1 por ciento de sus usuarios en todo el mundo, previendo que, para mediados de este mismo año, se pueda contar con esta función disponible para todos.
En México, contamos con una regulación en temas tecnológicos y específicamente de cookies, que es la Ley Federal de Protección de Datos Personales en Posesión de los Particulares y su Reglamento. En consecuencia, las cookies no pueden recabar datos sensibles de los usuarios de la red y, por otro lado, todas las personas (físicas o morales), que cuenten con un sitio web que recabe datos, son responsables del tratamiento de los datos personales y la protección de estos.
Así que, ya saben: no tengan miedo de no aceptar las cookies, o hay que estar conscientes de que todo lo que hagamos en el internet deja nuestra huella.

Dejando huella

Cada año, millones de adolescentes en el mundo se enfrentan a lo que pareciera una de las decisiones más importantes de su vida: ¡elegir qué carrera van a estudiar!
Para todos aquellos que hemos pasado por este momento, pareciera que no hay cosa más importante que saber elegir qué estudiar.
Desde niños nuestra sociedad pareciera que ha sido diseñada para inculcarnos el que debemos “ser alguien en la vida” y esto pareciera debe reflejarse en la pregunta ¿Y tú qué quieres ser cuando seas grande? Y lo que pareciera un juego cuando es uno pequeño, poco a poco, conforme avanza la edad, se convierte en todo un tema: frases como ¿estás seguro de que eso es lo que quieres?; “Si estudias eso, te vas a morir de hambre”; “Tienes que continuar con la herencia de la familia y estudiar…”. En fin, un sinnúmero de cuestionamientos que ponen a los adolescentes en situaciones realmente estresantes y muchas de las veces se ven forzados a elegir qué estudiar.
Hoy, estos tiempos de elección de carrera no han cambiado mucho y, al contrario, estamos ante una comercialización de toda índole para que las universidades capten a los alumnos, y en países como el nuestro muchas de las universidades privadas invierten en mercadotecnia y estrategias para persuadir a la mayor cantidad de jóvenes para que estudien en dichas instituciones y estas puedan subsistir financieramente hablando.
En otros países, como Canadá y Estados Unidos, las universidades públicas dependen del financiamiento público que va ligado al número de estudiantes que tienen inscritos. En estos países también se dan todo tipo de estrategias, como ferias dentro de las escuelas, para que los alumnos conozcan la oferta educativa y de igual manera se da esta presión para que ya los alumnos elijan qué estudiar y se inscriban lo antes posible.
En los últimos años la pandemia afectó sensiblemente la matrícula de alumnos en todos los niveles de educación, pero sobre todo en las universidades. En Estados Unidos, según Bloomberg, se habla de que existen un millón de sillas disponibles que antes de la pandemia estaban ocupadas por algún estudiante. Imagínense la necesidad que existe en estas universidades para convencer a más alumnos que en lugar de irse a lo que se conoce como college se vayan a la universidad.
A todo lo anterior también hay que agregar que los tiempos han cambiado y no necesariamente las empresas requieren personas con licenciaturas o ciertos grados académicos. Hoy requieren gente con cierta especialización que se puede dar en lo que conocemos como carreras técnicas y que incluso en nuestros tiempos pagan mejor.
Al final la realidad es que para quienes son padres e incluso para los alumnos que en estos momentos estén leyendo esta columna, la elección de la carrera no debiera ser una urgencia.  No es lo mejor estarse estresando desde tan jóvenes de que si se pasa un semestre y no elegí algo que estudiar ya quedé fuera y sin futuro. Esos tiempos quedaron atrás, hoy los jóvenes deben estar muy conscientes del camino que deseen explorar, de a dónde quieren encaminar su vida, pero sobre todo de no caer en la presión mercadológica de que desde que van en secundaria ya tienen que incluso ir conociendo las universidades.

¿Qué tanto urge?

Seguramente muchos de ustedes crecieron con el tesoro de la juventud: la Enciclopedia Salvat o la Enciclopedia Británica.  Si te pedían hacer una tarea esas eran algunas de las fuentes de información y si no, siempre estaba una papelería disponible con las famosas monografías.
Los orígenes de la compilación de información se dieron desde la edad antigua y la edad media; sin embargo, aún no tenía un formato específico. Fue hasta el siglo XVIII, durante el Renacimiento, que se creó la primera enciclopedia en Francia, editada por Denis Diderot y Jean le Rond d’Alembert, publicada entre 1751 y 1772 y constituyó una obra de gran importancia que intentó abarcar todo el conocimiento de la época.
Posteriormente se crearon numerosas enciclopedias, durante los siglos XIX y XX en diferentes partes del mundo, siendo la Enciclopedia Británica y Enciclopedia Americana los ejemplos más significativos en idioma inglés.
Hoy en día, en la era digital y con el auge del internet, existen enciclopedias en formato digital, muchas de las cuales se pueden consultar en línea. La más popular en la actualidad es Wikipedia, la cual tuvo su origen el 15 de enero de 2001, permitiendo a usuarios de todo el mundo contribuir y editar información en tiempo real, convirtiéndose en una de las mayores enciclopedias colaborativas.
Al ser una enciclopedia disponible en línea, de manera gratuita, se ha convertido en una de las fuentes de información más utilizadas en todo el mundo ya que se encuentra disponible en más de 300 idiomas, aunque la cantidad de artículos y la actividad varían según el idioma. Una de las características más importantes es la perspectiva neutral en sus artículos, evitando sesgos y presentando información de manera objetiva. Los editores y administradores trabajan para garantizar que los artículos cumplan con los estándares de verificabilidad y neutralidad.
Los artículos de Wikipedia incluyen referencias a fuentes externas, como libros, artículos académicos y sitios web confiables. Esto permite a los lectores verificar la información presentada.
En enero de 2022, Wikipedia en inglés tenía más de 6 millones de artículos, mientras que la versión en español tenía alrededor de 1.7 millones de artículos. De igual manera, cuenta con millones de usuarios registrados que contribuyen de manera activa a la creación y edición de contenido.
Según el Portal Estadísticas de Wikipedia, la Wikipedia más grande, y que además fue la que se creó primero, en enero de 2001, es la versión en inglés, que cuenta con 6 millones 771 mil 196 artículos; seguida por las Wikipedias que se crearon en marzo de ese mismo año y son la alemana que cuenta actualmente con 2 millones 872 mil 806 artícu-
los y la Wikipedia en francés que cuenta con 2 millones 584 mil 487; la Wikipedia en Neerlandés, creada en junio de 2001, tiene actualmente 2 millones 147 mil 181 artículos, seguida por la Wikipedia rusa, con 1 millón 958 mil 270 artículos, creada en mayo de 2001; la Wikipedia en italiano cuenta con 1 millón 843 mil 515 artículos desde su creación, en enero de 2002.
La Wikipedia en español, actualmente con 1 millón 923 mil 794 artículos, anexos y categorías, con una creación diaria de artículos de más de cuatrocientos. Otro dato curioso es que la base de datos que alberga toda esta información pesa 3 gigabytes sin comprimir.
El ranking de lo más buscado en Wikipedia, en su versión en inglés, en el año 2023, lo encabeza ChatGPT, con 49.4 millones de búsquedas; en segundo lugar se encuentra Muertes en 2023, con 42.7 millones de búsquedas, y en tercer lugar, Copa Mundial de Criquet 2023, con 38.2 millones.
Lo anterior refleja las preferencias e inquietudes de los usuarios de Wikipedia durante 2023, y el hecho de que ChatGPT se encuentre en el primer lugar de las búsquedas es un reflejo del auge de la inteligencia artificial generativa.
Hoy por hoy estamos ante una nueva revolución con el desarrollo de la inteligencia artificial y serán desarrollos como el ChatGPT, entre otros, quienes seguramente harán que Wikipedia pase a segundo plano.

Revolución de la información

El hielo marino, también llamado banquisa, no es más que una capa de hielo que se forma en las superficies oceánicas polares. Según la científica especialista en hielo marino de la Universidad de Maryland, Rachel Tilling, el hielo marino separa el océano de la atmósfera como si fuera una manta que mantiene la luz solar fuera, atrapando el calor del océano y evitando que el aire que rodea los polos se caliente. Tilling dice que “la capacidad del hielo para mantener el calor en el océano depende no solo de su extensión, sino también de su espesor”. El espesor del hielo marino puede ir de un metro hasta seis metros; sin embargo, en algunos casos puede llegar hasta 21 metros de espesor.
Desde 1978, la NASA ha medido la extensión del hielo marino con la finalidad de dar seguimiento al cambio climático, y aunque es difícil determinar la extensión exacta del mismo, la tendencia es hacia la pérdida de hielo marino año con año. Se estima que la disminución del hielo marino asciende a un ¡13.1 por ciento por década!, además la proyección es que ese porcentaje aumente derivado del calentamiento global.
La congelación de los mares es consecuencia del invierno ártico, mientras que el deshielo es consecuencia del verano ártico; las mareas arrastran los nutrientes y el calor del lecho marino hacia la superficie, por lo tanto, es un proceso que resulta importante para la conservación de los océanos y sus ecosistemas.
Según el portal Statista, la extensión de la banquisa representa un 15 por ciento de la superficie oceánica. Es importante explicar que la extensión se mide con un promedio anual ya que, debido al cambio de las estaciones, el hielo se derrite o se acumula, pero también debemos tener en cuenta que, debido al cambio climático, cada vez se derrite una extensión mayor que no se recupera al 100 por ciento, por lo que hay una disminución continua de la extensión del hielo marino.
De acuerdo con la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA), la extensión de la banquisa, en promedio, en el año 2022 fue de un poco menos de 21.3 millones de kilómetros cuadrados (9.6 por ciento menos que en 1980) y en 2023 bajó a menos de los 21.2 millones de kilómetros cuadrados, muy por debajo de los registros históricos con que se cuenta.
¿Cuáles son las consecuencias del derretimiento del hielo marino?
Una de las principales consecuencias es el aumento en la altura, la cantidad, la intensidad y la duración de la temporada de mareas fuertes, pudiendo incluso provocar un ciclo de retroalimentación del derretimiento de la banquisa, ya que, si se mezclan las mareas, se podría transportar el calor hacia la superficie y propiciar un aumento en el derretimiento.
De igual manera, este fenómeno climático influye de manera negativa en la vida silvestre, desde el krill que alimenta a las ballenas, pingüinos y focas.
La afectación del derretimiento va más allá de las zonas polares, esto incluye hasta las sociedades humanas y el resto de los ecosistemas naturales; ya que si bien es cierto que el derretimiento del hielo marino no es perceptible en cuanto a los niveles del mar se refiere, también lo es que puede llegar a constituir una amenaza catastrófica si se siguen derritiendo con la misma velocidad como lo ha hecho hasta ahora, ya que puede implicar un cambio radical en los patrones climáticos globales, incidiendo directamente en la temperatura y la corriente atmosférica.
Es importante continuar con el monitoreo del hielo marino, además de adoptar medidas que ayuden a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, promover prácticas sostenibles, el cuidado de las regiones polares y sus recursos naturales. Con ello podemos lograr un equilibrio ambiental duradero.
Mucho se habla de las acciones en contra del cambio climático y de las decisiones de los gobiernos de participar en estrategias que permiten reducir las emisiones que contribuyen al mismo, la realidad es que en cada uno de nosotros está el tomar acciones en lo individual que impactarán necesariamente en la reducción del calentamiento global. No es casualidad que las temporadas de invierno y verano, que antes se daban en fechas muy acotadas, hoy veamos que en lugares del mundo que debería estar nevando no lo está, o temporadas de lluvia que se han movido en el calendario e incluso sequías que afectan regiones que antes siempre tenían agua.
El reloj avanza y la lucha contra el cambio climático no será sencilla, pero sí es urgente.

Y sigue la urgencia

Una de las costumbres más arraigadas en nuestro país, dentro del conjunto de las tradiciones navideñas, son los regalos que, año con año, llegan a las casas de los niños que se portaron bien durante todo el año. Primero llega Santa Claus o el Niño Dios, la noche del 24 de diciembre, y después, los Reyes Magos, la noche del 5 de enero.
Cada año, niños y adultos esperan con ilusión estas fechas para compartir el tiempo y las fiestas con familiares y amigos. Especialmente para los niños es una época de vacaciones, regalos y diversión; la televisión y las redes sociales se inundan de publicidad de los juguetes de moda, marcas de ropa y artículos tecnológicos y las empresas preparan toda una campaña de márketing para esta época, donde se registra la mayor cantidad de ventas en el año para los fabricantes, las grandes cadenas comerciales y hasta los pequeños comerciantes.
La Asociación Mexicana de la Industria del Juguetes espera una derrama económica de 2 mil 900 millones de dólares, con los regalos del Niño Dios, Santa Claus y los Reyes Magos, misma que se divide en cuatro segmentos. El primero que son niños de cero a tres años, es decir, de la primera infancia, a los que regularmente les llegan sonajas, peluches, mordederas y juguetes didácticos; en el segundo segmento están los niños de tres a siete años, a quienes les traen juguetes de las princesas, superhéroes, juguetes para armar y juegos de mesa; el tercer segmento, de los siete años hasta la adolescencia, está enfocado a los juguetes o juegos electrónicos, desde celulares hasta computadoras o robots y el cuarto segmento lo constituyen los coleccionistas de juguetes, mismos que no tienen un límite de edad.
Según Forbes, específicamente en la celebración del Día de Reyes, tan solo en la Cdmx se calcula una derrama económica de aproximadamente 214 millones de dólares; la Cámara Nacional de Comercio Servicios México estima un aumento de la derrama económica del 16.2 por ciento respecto a 2023 y un aumento de 4.4 por ciento respecto a 2020 previo a la pandemia.
Dentro de estas fechas decembrinas, ¿saben cuál es la fecha o quién es el favorito de los niños? La agencia global de investigación de mercados, Kantar, realizó un estudio para identificar quién o quiénes son los preferidos de los niños: Santa Claus, el Niño Dios o los Reyes Magos. De esta investigación se obtuvo que un 43 por ciento de los niños mexicanos prefieren a los Reyes Magos por encima de un 42 por ciento que prefiere a Santa Claus y solo un 15 por ciento hace su carta al Niño Dios.
En cuanto a las peticiones de los niños, tenemos que, según el mismo estudio de Kantar, los niños piden a los reyes magos juguetes en un 63 por ciento, otro 48 por ciento pide ropa y zapatos y el 25 por ciento piden teléfonos celulares. Este año, el gasto de las familias en la celebración de reyes magos tendrá un aumento en los costos tanto de los regalos, como de lo que conlleva dicha celebración, como la deliciosa rosca de reyes con chocolate, misma que también constituye parte importante de nuestras tradiciones.
Así que ya saben, hay de cartas a cartas, así que aún están a tiempo de enviar su carta a los Reyes Magos quienes se espera harán el mayor esfuerzo posible para cumplir los deseos de los niños mexicanos.
¡Feliz y exitoso 2024!