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Hace (3) meses
Y sigue la urgencia
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El hielo marino, también llamado banquisa, no es más que una capa de hielo que se forma en las superficies oceánicas polares. Según la científica especialista en hielo marino de la Universidad de Maryland, Rachel Tilling, el hielo marino separa el océano de la atmósfera como si fuera una manta que mantiene la luz solar fuera, atrapando el calor del océano y evitando que el aire que rodea los polos se caliente. Tilling dice que “la capacidad del hielo para mantener el calor en el océano depende no solo de su extensión, sino también de su espesor”. El espesor del hielo marino puede ir de un metro hasta seis metros; sin embargo, en algunos casos puede llegar hasta 21 metros de espesor.

Desde 1978, la NASA ha medido la extensión del hielo marino con la finalidad de dar seguimiento al cambio climático, y aunque es difícil determinar la extensión exacta del mismo, la tendencia es hacia la pérdida de hielo marino año con año. Se estima que la disminución del hielo marino asciende a un ¡13.1 por ciento por década!, además la proyección es que ese porcentaje aumente derivado del calentamiento global.

La congelación de los mares es consecuencia del invierno ártico, mientras que el deshielo es consecuencia del verano ártico; las mareas arrastran los nutrientes y el calor del lecho marino hacia la superficie, por lo tanto, es un proceso que resulta importante para la conservación de los océanos y sus ecosistemas.

Según el portal Statista, la extensión de la banquisa representa un 15 por ciento de la superficie oceánica. Es importante explicar que la extensión se mide con un promedio anual ya que, debido al cambio de las estaciones, el hielo se derrite o se acumula, pero también debemos tener en cuenta que, debido al cambio climático, cada vez se derrite una extensión mayor que no se recupera al 100 por ciento, por lo que hay una disminución continua de la extensión del hielo marino.

De acuerdo con la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA), la extensión de la banquisa, en promedio, en el año 2022 fue de un poco menos de 21.3 millones de kilómetros cuadrados (9.6 por ciento menos que en 1980) y en 2023 bajó a menos de los 21.2 millones de kilómetros cuadrados, muy por debajo de los registros históricos con que se cuenta.

¿Cuáles son las consecuencias del derretimiento del hielo marino?

Una de las principales consecuencias es el aumento en la altura, la cantidad, la intensidad y la duración de la temporada de mareas fuertes, pudiendo incluso provocar un ciclo de retroalimentación del derretimiento de la banquisa, ya que, si se mezclan las mareas, se podría transportar el calor hacia la superficie y propiciar un aumento en el derretimiento.

De igual manera, este fenómeno climático influye de manera negativa en la vida silvestre, desde el krill que alimenta a las ballenas, pingüinos y focas.

La afectación del derretimiento va más allá de las zonas polares, esto incluye hasta las sociedades humanas y el resto de los ecosistemas naturales; ya que si bien es cierto que el derretimiento del hielo marino no es perceptible en cuanto a los niveles del mar se refiere, también lo es que puede llegar a constituir una amenaza catastrófica si se siguen derritiendo con la misma velocidad como lo ha hecho hasta ahora, ya que puede implicar un cambio radical en los patrones climáticos globales, incidiendo directamente en la temperatura y la corriente atmosférica.

Es importante continuar con el monitoreo del hielo marino, además de adoptar medidas que ayuden a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, promover prácticas sostenibles, el cuidado de las regiones polares y sus recursos naturales. Con ello podemos lograr un equilibrio ambiental duradero.

Mucho se habla de las acciones en contra del cambio climático y de las decisiones de los gobiernos de participar en estrategias que permiten reducir las emisiones que contribuyen al mismo, la realidad es que en cada uno de nosotros está el tomar acciones en lo individual que impactarán necesariamente en la reducción del calentamiento global. No es casualidad que las temporadas de invierno y verano, que antes se daban en fechas muy acotadas, hoy veamos que en lugares del mundo que debería estar nevando no lo está, o temporadas de lluvia que se han movido en el calendario e incluso sequías que afectan regiones que antes siempre tenían agua.

El reloj avanza y la lucha contra el cambio climático no será sencilla, pero sí es urgente.

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