Rodolfo G. Zubieta I Agencia Reforma

A sus 48 años, Catherine Zeta-Jones decidió tomar un riesgo enorme en su carrera: dejar de verse hermosa frente a la cámara. Aunque para ella, más que un reto, fue un momento liberador.

La oportunidad le llegó con Cocaine Godmother: The Griselda Blanco Story, película donde se transformó en la famosa narcotraficante colombiana, líder original del Cártel de Medellín, en 1970.

Para la cinta, dirigida por el mexicano Guillermo Navarro, la británica se olvidó de sus medidas perfectas (94-61-91) al subir unos kilitos y lucir al natural.

“¡Fue muy liberador para mí! Cuando una actriz no usa maquillaje, todos se escandalizan y dicen que se ve impactante. Pero no hay nada de qué sorprenderse: así nos vemos todas las mujeres.

“Cuando aterricé en el proyecto dejé de lado cualquier vanidad, no quería que las luces me ayudaran ni usar maquillaje o que un estilista me peinara. Quería que mi interpretación se sintiera honesta, sin obstáculos”, aseguró la actriz.

Y aunque físicamente Zeta-Jones no se parece en nada a Blanco (la galesa mide 1.70, mientras que la colombiana 1.52 metros, por ejemplo), basó su interpretación en la esencia de la llamada Viuda Negra.

“Yo quería meterme en la piel de Griselda. Genéticamente no me parezco en nada a ella, pero tampoco quería hacer una caricatura, meterme en una botarga gorda y que todos se enfocaran en eso.

“Mi idea era interpretarla de adentro hacia afuera: su forma de mirar, el lenguaje corporal, cómo hablaba y sus actitudes. Eso era más importante para mí que el hecho de que no usara maquillaje o me viera fea”.

En el filme, que se estrena en México por el canal Lifetime el 11 de abril, la actriz usa varias mascadas en la cabeza y vestidos holgados, aunque también muestra el lado glamouroso de la narcotraficante.

“Cuando vi videos de Griselda en la cárcel, ella estaba radiante: tenía mucho maquillaje, uñas postizas gigantes, pestañas enormes, lipstick rojo, blusas coloridas y siempre posaba como si fuera una diva”, señaló.