Quienes caminan por las calles de Chihuahua recorren más que una ciudad: se adentran en su historia, en sus tradiciones y en el calor de su gente.
Bajo el sol del norte, la capital del estado más extenso del país llama la atención con sus amplios corredores, avenidas y edificios. De inmediato, los visitantes desean descubrir este destino.
En el corazón de la urbe se encuentra la catedral metropolitana, una construcción de estilo barroco que junto a la Plaza de Armas permite a los turistas disfrutar de una plácida vista. A unos metros de distancia, el Palacio de Gobierno muestra en sus murales momentos históricos y brinda a los curiosos la oportunidad de conocer el lugar exacto donde fue fusilado Miguel Hidalgo y Costilla y exhibidos sus restos.
Y para quienes buscan conocer la historia local, la cantina La Antigua Paz es la opción ideal. El sitio es tan longevo que se ha convertido en el preferido para conversar con los locales, refrescarse y disfrutar de la tarde.
“La capital es la raíz de Chihuahua, es un símbolo que nos permite tener cerca nuestra historia”, asegura Araceli Tapia, quien ha vivido en la urbe desde hace 23 años.
Pero el espíritu chihuahuense no se limita a su pasado histórico. La gastronomía y calidez de su gente son otros dos atributos de esta ciudad norteña.
El menudo, el caldo de oso (preparado con pescado), los montados (similares a los burritos), los guisos con chile pasado, la discada y sus quesos otorgan grandes experiencias culinarias. Además de los alimentos, hay una bebida especial.
Para Efraín Maldonado, presidente del Consejo Certificador de Sotol, en el destilado tradicional de la región se palpa la identidad chihuahuense.
“El sotol significa esfuerzo por cómo se hace; significa orgullo; significa identidad y significa Chihuahua”, enfatiza.
Es posible visitar alguna de las haciendas sotoleras, como Casa Ruelas, en el municipio de Aldama, para conocer de primera mano el proceso de elaboración de este gran destilado, con denominación de origen de esa región.
Sin embargo, para quienes prefieran tener una experiencia enológica, los viñedos y las campiñas chihuahuenses constituyen otra alternativa.
El Molino Don Tomás, por ejemplo, es un viñedo ubicado en Santa Isabel, aproximadamente a una hora de la capital, es ideal para practicar enoturismo.
Al volver a la ciudad de Chihuahua, el visitante puede explorar el Distrito Uno, la cara más contemporánea en la que hay centros comerciales, bares y restaurantes.
A decir de varios residentes, nacidos ahí o que llegaron para trabajar y se quedaron, Chihuahua es una urbe acogedora y en la que se pueden pasar suculentos momentos. La gente es alegre y servicial, te recibe como si estuvieras en su hogar.
Abel Vázquez | Agencia Reforma
