Con el sol abrasador de la primavera, las bebidas frescas y tradicionales de Hidalgo emergen como aliadas perfectas para combatir el calor.

Desde el dulce y meloso aguamiel hasta el singular Carnavalito, estas bebidas no solo refrescan el cuerpo, sino que también son portadoras de historias y sabores arraigados en la cultura de la región.

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Aguamiel (Cardonal): Es el jugo translúcido y dulce extraído del corazón del maguey, el protagonista indiscutible de las tierras hidalguenses. Hidalgo, cuna de la Altiplanicie Pulquera, se erige como el principal productor de aguamiel pulquero en México, con cifras que asombran: 194 mil 579 toneladas, representando el 78.14 por ciento de la producción nacional. El municipio del Cardonal destaca como epicentro de esta tradición, cultivando magueyes y convirtiendo el aguamiel en una delicia con chile, tunas, pitayas o garambullos, conocida también como sirope, tlachique, jarabe o miel de agave.

Carnavalito (Huichapan): Se presenta como una joya entre las bebidas refrescantes. Esta mezcla de jugo de naranja, tequila y canela ha deleitado paladares desde hace más de un siglo, cautivando con su dulzura y un 5.5 por ciento de alcohol que le ha valido el apodo de “la bebida traicionera”. Su historia se entreteje con los caminos del ferrocarril y la inventiva de un hacendado que buscaba refrescarse en sus viajes a caballo, mezclando tequila, naranjas, piloncillo y canela para crear esta delicia que hoy encanta a propios y visitantes.

Requintada (Atotonilco): Revela un sabor verde y un legado que se remonta al siglo XIX. Con aguardiente, tequila y una combinación de catorce hierbas que incluyen el ajenjo, anís y la hierbabuena, esta bebida no solo refresca, sino que también se dice que cura males estomacales, un remedio tras las comidas copiosas.

Pulque (Apan): Bebida emblemática de la cultura hidalguense, es mucho más que una simple bebida; es un legado ancestral que ha perdurado a lo largo de los siglos. Originario de los llanos de Apan, este licor obtenido del agua miel, el jugo dulce extraído del corazón del Maguey, ha sido parte fundamental de la historia y tradición de la región.

Aunque su producción y consumo han disminuido en comparación con su apogeo histórico, todavía es posible encontrar excelente pulque en haciendas de municipios como Zempoala y Singuilucan, así como en algunos restaurantes de comida regional. Los sabores tradicionales del pulque, como apio, guayaba, piñón, jitomate, entre otros, son parte de su rica diversidad y de su arraigo en la cultura hidalguense.

El proceso de elaboración del pulque es todo un arte, realizado por especialistas llamados tlachiqueros. Se inicia con el raspado del corazón del maguey para extraer su jugo, el cual es fermentado durante 24 horas. Este proceso, que combina tradición y técnica, da como resultado un elixir que ha conquistado paladares a lo largo de generaciones.

Tachuela (Mineral del Chico): Es una mezcla secreta de hierbas silvestres y frutas que, servida en un caballito con una galleta María de tapa, tiene la virtud de quitar la cruda y desafiar el aliento alcohólico, una verdadera joya local.

Achocote o Axocote: Se erige como una bebida popular en la Huasteca hidalguense. A base de maíz y piloncillo, este atole endulzado con la esencia natural de los ingredientes locales se sirve frío para ofrecer un refrescante alivio en los días más calurosos.

En cada sorbo de estas bebidas tradicionales de Hidalgo, se encuentran siglos de historia, tradición y el ingenio humano para refrescar el alma y el cuerpo en medio del calor agobiante.