Las campañas agonizan, los nervios se alteran y la conversación pública se va volviendo cada vez más tóxica. De un lado y otro se dicen disparates y mentiras, se alientan narrativas que descalifican al rival y se siembran dudas sobre la limpieza del proceso electoral.
Las campañas agonizan, los nervios se alteran y la conversación pública se va volviendo cada vez más tóxica. De un lado y otro se dicen disparates y mentiras, se alientan narrativas que descalifican al rival y se siembran dudas sobre la limpieza del proceso electoral.
Pero en medio de todo ello hay una gran noticia: habrá elecciones, emitiremos nuestros votos en libertad, serán otros ciudadanos los que cuenten nuestros votos y ganará quien obtenga más sufragios. En resumen, vamos a recrear nuestra democracia, como viene ocurriendo desde hace ya más de tres décadas.
Es natural que se crispen los ánimos en la contienda política. La lucha electoral es, entre otras cosas, una esgrima verbal en el que los argumentos pretenden convencer —a unos y a otros— de votar por una determinada opción política.
Hoy, en tiempos de polarización, desinformación y posverdad, es importante recordar que el desacuerdo es consustancial a la política. La democracia también es debate acalorado, emociones a flor de piel, dimes y diretes, crítica mordaz a las fuerzas políticas que nos gobiernan y representan en el Congreso, y los balances necesarios a las políticas públicas actuales y del pasado —tan duras como se requiere, pero tan certeras como sea posible—; todo ello es parte de una vida política vigorosa, de una democracia viva.
¿O no son para eso las campañas?
LOS FOCOS ROJOS
La democracia, en su dimensión electoral, es una vía pacífica para dirimir la natural lucha por el poder, que es parte de la naturaleza humana.
La vía pacífica requiere legalidad, equidad en la competencia, certeza, transparencia y demócratas que acepten el resultado de las urnas.
Y ahí es donde 2024 no es una elección normal: lamentablemente, la violencia política ha asomado su cara más cruel durante todo el proceso, con aspirantes, precandidatos y candidatos asesinados; políticos atacados, amenazados y obligados a abandonar su aspiración; así como grupos criminales influyendo en diferentes etapas del proceso electoral.
Adicionalmente, esta vez —a diferencia de 2018— la oposición (que ya no es López Obrador, sino los partidos contrarios) aseguran que la intervención del presidente y su gobierno ha roto las condiciones de legalidad, equidad y certeza.
“Vamos a una elección de Estado”, se repite con demasiada frecuencia y una cierta dosis de irresponsabilidad.
Es innegable que ambos factores (la violencia político-criminal y la intervención permanente del gobierno en el proceso) enturbian los comicios del 2024. Y corresponderá al Tribunal Electoral, en última instancia, decidir si esos factores fueron determinantes para el resultado de las elecciones.
Sin embargo, habrá domingo 2 junio; votaremos en condiciones de normalidad en casi todo el país y hay muchos factores que juegan a favor de una jornada electoral tranquila y sin incidentes mayores en un alto porcentaje de las secciones electorales del país.
LOS NÚMEROS DE LA GRAN ELECCIÓN
El próximo domingo 2 de junio, como se ha repetido hasta el cansancio por el INE —y qué bueno que se haga—, México va a vivir la jornada electoral más grande de la historia.
Se instalarán 170 mil 308 casillas, en las que un millón 530 mil 367 ciudadanas y ciudadanos serán funcionarios de Mesa Directiva (en cada una habrá un presidente, un secretario, dos escrutadores y tres suplentes generales).
Además, cada uno de los siete partidos políticos podrá acreditar a un representante por casilla.
Cincuenta mil funcionarios contratados ex profeso por el INE para ser supervisores electorales (SE) y capacitadores asistentes electorales (CAE) estarán asistiendo a los funcionarios de casilla, recabando información sobre la jornada electoral y, en su momento, enviando información a los sistemas del INE.
Si todo eso funciona bien, habrá un Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) alimentándose en páginas públicas desde las 20:00 horas del domingo. Y 12 conteos rápidos para que esa misma noche tengamos una noción clara de quiénes ganaron la presidencia, la jefatura de Gobierno de Ciudad de México, ocho gubernaturas, el Senado de la República y la Cámara de Diputados.
Durante todo el día, estarán sesionando el Consejo General del INE, sus 32 Consejos Estatales, los 300 Consejos Distritales; además de los consejos de los 32 Organismos Públicos Locales Electorales (OPLE) y sus respectivos consejos distritales, donde se supervisará la elección de 31 congresos locales y ayuntamientos de 30 entidades.
Casi 35 mil personas se han acreditado como observadores electorales y 934 visitantes extranjeros participarán en alguna de las misiones internacionales de observación.
Un millar de periodistas nacionales y extranjeros se han acreditado ante el INE para cubrir las elecciones.
Y cientos de organizaciones empresariales, instituciones educativas y organizaciones de la sociedad civil harán sus propios ejercicios de seguimiento de la jornada electoral.
Es decir, más de 4 millones de personas estaremos directamente involucradas en los comicios.
Vamos —otra vez— a las elecciones más grandes de la historia, porque el padrón electoral creció —de 2018 a la fecha— de 89 millones a más de 98 millones de personas mayores de 18 años con credencial para votar con fotografía.
Con el crecimiento del padrón, crece también el número de centros de votación que deben instalarse y funcionar desde las 8:00 horas hasta las 18:00 horas. Se instalará un número nunca antes visto de casillas y se desplegará un ejército enorme de funcionarias y funcionarios para recibir y contar los votos.
ESCENARIOS
Además, el número de cargos públicos a elegir también es superior al de elecciones anteriores: con un total de 20 mil 708.
Además de la presidencia, una jefatura de Gobierno en Cdmx, ocho gubernaturas, 128 senadores y 500 diputados federales, se eligen a nivel local mil 98 diputaciones en 31 Congresos locales (todos salvo Coahuila), mil 802 presidencias municipales en 30 estados (todos, salvo Durango y Veracruz), y 17 mil 170 cargos municipales (regidurías, sindicaturas y concejales, básicamente).
Salvo las 23 gubernaturas que no se eligen, se trata de una renovación casi total del poder público en México, que deberá dar paso a un nuevo mapa político nacional y una reconfiguración del sistema de partidos y su representación en el Congreso de la Unión.
El voto va a determinar si continúa el proyecto de gobierno que Andrés Manuel López Obrador inició en 2018, al que el oficialismo llama “Cuarta Transformación”, o si se regresa a los gobiernos encabezados por el PRI y el PAN. También se determinará si Movimiento Ciudadano se consolida como una tercera opción, en medio de ambas coaliciones.
Con el sufragio, las ciudadanas y ciudadanos decidiremos si la próxima presidenta de la República va a gobernar con mayoría en el Senado de la República y la Cámara de Diputados y de qué tamaño será dicha mayoría.
Una mayoría calificada (dos terceras partes de los escaños y las curules) le daría a la coalición gobernante el poder de modificar la Constitución. Una mayoría absoluta (la mitad más uno) le permitiría aprobar sus presupuestos anuales sin negociar una sola coma con la oposición —como ha ocurrido en el sexenio de AMLO—.
En cambio, si los partidos de la presidenta no llegan a más de 250 diputados, volveremos a los años previos a 2018, con presidentes que, desde 1997, tuvieron que gobernar en minoría y se vieron obligados a pactar todo, empezando por su presupuesto.
¡TODAS Y TODOS A VOTAR!
Como se puede ver, el poder del voto es magnífico y es importante ejercerlo de manera libre e informada.
Si de algo sirve, cierro esta columna —la última antes de las elecciones del 2 de junio—, animando a todas y todos a votar; especialmente a las personas más jóvenes.
De los casi 99 millones de personas registradas en la Lista Nominal de Electores, 26 millones tienen entre 18 y 29 años. Es una población que podría ser decisiva en la elección, si salen a votar masivamente.
Si tú eres una de esas personas y llegaste hasta acá, ¡sal, vota e influye! Es tu derecho.