Georgina Almaraz Cortés tardó años en arreglar su casa, herencia de sus padres y abuelos, pero “en un abrir y cerrar de ojos” perdió todo, durante la anegación de Tula con aguas negras, la cual cumplirá su primer aniversario el próximo 6 de septiembre.
Su vivienda fue declarada pérdida total. Ahora no tiene ni dinero ni salud para volver a trabajar y levantar de nuevo su hogar.
Entre un techo de láminas y paredes de adobe y tabique, en una superficie de aproximadamente 20 metros cuadrados, tres cuartos conforman su inmueble: la cocina y el baño están en la entrada, luego la sala y el comedor, y al fondo, su dormitorio.
Su recámara quedó en total oscuridad, la luz no se puede prender porque hace corto circuito la instalación eléctrica. Ahí tenía su cama, un ropero y una pantalla, que había comprado con apoyo de su hijo.
En las paredes de la sala quedaron las marcas por el nivel que alcanzó el agua: dos metros aproximadamente, y también quedó la silueta de un ropero que estaba incrustado al muro y que fue arrancado por la corriente.
De la cocina ya no queda nada y el baño está inservible. La puerta de la entrada, hecha de aluminio, se sigue oxidando y consumiendo por los residuos de las aguas negras, que fueron descargadas desde el Valle de México al Río Tula.
A sus 61 años, tenía un hogar propio donde descansar, pero el agua acabó con esos años de trabajo, porque la propiedad fue declarada por peritos como pérdida total e insegura para habitar.
Giovanny Flores I Pachuca
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