María Hernández, de 81 años, sube cada año al panteón municipal de Jaltocán con una nueva cruz para sus padres. La comunidad se reúne para compartir tamales y música en vivo en esta celebración ancestral del 24 al 26 de junio
A paso lento pero firme, María Hernández de 81 años sube una cuesta de unos 500 metros para llegar al panteón municipal de Jaltocán. Lleva consigo una nueva cruz para cambiarla en la tumba de sus padres, continuando una tradición que perdura desde su niñez.
En Jaltocán, la celebración en honor a San Juan Bautista, del 24 al 26 de junio, no solo honra a los difuntos, sino que también fortalece los lazos comunitarios. El panteón se convierte en un lugar de reunión donde personas de todas las edades comparten alimentos como tamales, acompañados del olor a copal, usado ancestralmente para la purificación de las ofrendas.
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La hospitalidad es una característica distintiva de los jaltocanenses durante esta festividad. Después de ofrendar, todos comparten la comida y la bebida con quienes se acercan, promoviendo la convivencia y el respeto por las tradiciones.
Las actividades en la cabecera municipal prácticamente se detienen durante estos días, ya que la mayoría de la población pasa casi todo el día en el panteón. Además de las ofrendas de comida y bebida, se disfruta de música en vivo como trío huapanguero, banda de viento y mariachi.
“Bardomiana Sagahón Hernández, conocida como la China del barrio Mirador, comparte: ‘Soy del barrio Mirador, vengo de toda la vida porque anteriormente venía con mi abuelita. Fui aprendiendo la tradición y ahora me toca vivirla y continuar lo que mis ancestros hicieron'”.
Petra “H”, quien visita el panteón cada año desde el fallecimiento de su esposo hace diez años, explica: “Ofrendamos tamales, cerveza, refresco; lo hacemos porque es la fiesta del pueblo”.