En noche del 24 de agosto a las 11 en punto, emerge una leyenda que ha perdurado a lo largo de los siglos, una historia que envuelve al mismísimo Diablo en su trama aterradora. En este enigmático momento, según las creencias arraigadas en la tradición popular, ocurre algo inexplicable y perturbador: se dice que “el Diablo anda suelto”.
Coincidiendo con la festividad de san Bartolomé Apóstol, esta fecha también ha sido designada como el Día del Diablo. Sin embargo, ¿por qué el príncipe de la oscuridad es vinculado a esta leyenda? El origen nos lleva a un enfrentamiento legendario entre el Diablo y san Bartolomé Apóstol, con raíces que se hunden en el misticismo de los tiempos.
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La leyenda
La historia narra que, en un 24 de agosto, en el que los hilos del destino se entrelazaron, el Diablo desafió al apóstol en una carrera trascendental. San Bartolomé Apóstol, conocido por su sabiduría en la ley judía y por ser propietario de la próspera región de Chicama en el antiguo Perú, aceptó el reto. La apuesta: las riquezas de esas tierras.
Aunque el Diablo tomó la delantera en la carrera, un giro sorprendente marcó el desenlace. Arrodillándose y clamando por la intervención divina, san Bartolomé Apóstol ganó fuerzas sobrenaturales y cruzó el río de un salto. El Diablo, en un intento desesperado por imitarlo, cayó y se hundió en el lago, encontrando su final.
El vínculo entre este evento y la creencia de no salir de casa durante el 24 de agosto radica en la venganza jurada por el Diablo tras su derrota. La leyenda sostiene que, desde las 11 de la noche del 23 de agosto hasta todo el día siguiente, el Diablo rompe sus cadenas y merodea por las calles, urdiendo engaños y sembrando el caos. La población, cautiva por el temor ancestral, se resguarda en sus hogares, evitando ser víctima de las artimañas del maligno.
Redacción web
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