Imagen: Carlos Loret de Mola
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Hace (12) meses

Marcelo se hace chiquito, chiquito

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Carlos Loret de Mola
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Hace apenas tres meses y medio todavía como canciller Marcelo Ebrard contaba con más del 70% de conocimiento y un saldo de opinión positivo en las encuestas. Y si eso solamente le alcanzaba para ser el segundo personaje mejor posicionado en la carrera presidencial del 2024 era porque el presidente López Obrador ordenó que toda la “cargada” fuera a favor de Claudia Sheinbaum desde tiempo atrás.

En una serie de errores políticos increíbles en un personaje que era considerado más bien un experimentado lobo de mar, Marcelo Ebrard desperdició todo el capital político.

Para definir la candidatura presidencial de Morena, el presidente diseño un proceso para simular democracia, pero evitando a la vez que las preferencias electorales se movieran. Prohibió debates y contrastes, la ruta principal para subir y bajar en las encuestas. Con tales reglas sobre la mesa, no fueron pocos los que le dijeron a Marcelo que no debía prestarse a la farsa si realmente quería la candidatura. Él se tapó los oídos: aceptó participar, y lo más que hizo fue ir construyendo una narrativa de salida, un listado de irregularidades, agravios e inequidades. Él dijo que sólo se iría de Morena si le hacían “una chicanada”. Le hicieron varias… y no se ha ido. Nada peor que una amenaza no cumplida.

Por no romper antes, por no romper durante y por no haber roto después de la definición de candidatura, a Marcelo se le batió el arroz. Demoró demasiado. Cuando hasta su propia encuesta lo puso abajo, redobló sus amenazas de rompimiento. Ya era tarde. Que ninguna otra corcholata le hiciera segunda lo dejó aún más solo. Aunque tiene razón en sus argumentos, Ebrard perdió en la guerra de percepciones: por haberse tardado, no fue la víctima del fraude que pudiera romper con apoyo ciudadano sino el mal perdedor que se va quedando solo y va perdiendo peso.

Morena le ha dejado las puertas abiertas. Le ha ratificado su premio de consolación en el Congreso o en el gabinete. Lo que él quiera. Ebrard mantiene esa postura de exigencia de anular el proceso que no va a ningún lado. Sheinbaum ya lo dejó atrás, ya no lo ve ni en el retrovisor, da muestras de que no necesita a Marcelo y ya está en la definición de las candidaturas a los gobiernos estatales… sin que Ebrard ni su grupo jueguen ningún papel ni obtengan posición alguna.

Cada día se vuelve más irrelevante lo que haga Ebrard. Si se queda en Morena, será un ridículo político de notables dimensiones. Si se va a Movimiento Ciudadano, ya no sorprenderá a nadie y quizá se extravíe en la intrascendencia de los que, en una elección polarizada entre dos bandos, no quieren pertenecer a ninguno. Además, en las encuestas no hay gran diferencia para MC si postula a Ebrard o a Samuel García, ficha propia. Acaso si el excanciller apoya a Xóchitl Gálvez —que se ve muy improbable— podría dar un poco de oxígeno a una campaña que luce estancada y recibirlo a cambio.

La política da sorpresas. Hasta hoy, Marcelo ha sido una. Pero para mal.

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