A causa del coronavirus, autoridades capitalinas instalaron un rastrillo a lo largo de las 17 cuadras de la Calzada de Guadalupe para impedir el arribo de procesiones, por lo que el sitio luce casi vacío, salvo los vecinos que viven o trabajan por la zona.
Pese a esto, hubo fieles que intentaron acercarse a la Basílica de Guadalupe por calles secundarias, por lo que llegaron hasta el último retén en la esquina de la calzada y la calle Garrido, el límite de un nuevo atrio extendido de esta iglesia monumental cerrada por un virus.
“Se siente uno como con un vacío, pues se imagina pasar ahí en la banda y verla, pero en esta ocasión no”, expresó Clemente Corona, peregrino.
De una peregrinación de cien personas que hacen el viaje cada año desde Tlaxcala, hoy solo llegó el señor Clemente y cuatro más. También llegó un solitario peregrino en bicicleta desde Cuajimalpa, Estado de México, y una familia que manejó desde el oriente solo para persignarse. Todos sabían que la Basílica estaba cerrada, pero aun así lo intentaron.
“Por más difícil que esté el tiempo, ella no nos abandona ni dios nuestro señor”, señaló María Rosalba Chávez, peregrina.
En las zonas comerciales próximas a la Basílica, los vendedores de fe abrieron sus comercios a pesar del bajísimo número de visitantes. A ellos el día se les fue moviendo mercancía de un lado para otro y esperando a los clientes que nunca llegaron.
La señora Rosa Flores tiene 52 años ofreciendo medallas, figuras de yeso y crucifijos. Nunca había tenido un diciembre tan malo. Hasta las 14:00 horas solo había vendido una imagen de 50 pesos.
“Si nos sentimos tristes y abatidos porque si esperábamos una fecha importante y querida por nosotros”, explicó Rosa Flores, vendedora.
La Basílica de Guadalupe abrirá sus puertas el lunes, hasta entonces los miles de metros cuadrados del atrio y su plaza estarán sin danzantes, sin antorchas, sin cantos ni rezos. El recinto católico está en silencio por el coronavirus.
Con información de Excélsior
Redacción web
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