El Tri y sus nebulosas
 
Hace (66) meses
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Fue en la década de los 70 cuando Nacho Calderón, arquero de la selección, pidió no ser convocado durante un tiempo.

No lo hubiera dicho.

Todas las furias posibles de los medios de comunicación de entonces y gran parte de la familia futbolera -siempre disfuncional- se le fueron encima.

El tema es recurrente y aparece siempre con la misma intensidad.

Polariza las opiniones porque hay quien piensa que no querer estar en la selección es una ofensa a la patria y un desdoro. Y otros que comprenden que el futbolista tiene vida, goza de poco descanso sobre todo después de un Mundial y merece abstenerse de vez en cuando.

Claro que debería ser un orgullo irrenunciable vestir la camiseta nacional. Pero a fin de cuentas es un acto, como las llamadas a misa, voluntario.

Cada vez que hay ausencias en el seleccionado, asumimos que debería existir un reglamento que obligara a los futbolistas a comparecer.

Pero, ¿cómo sancionar a alguien que no tiene contrato con la Federación, sino con el club al que pertenece?

Es diferente eso a que haya un acuerdo para regular la relación en el entorno del seleccionado: reglas de convivencia, de compromisos y comportamientos de ambas partes.

Cuando aquel escándalo en Monterrey bajo la gestión de Néstor de la Torre, existía un documento de esa clase. Pero ahora parece que perdió vigencia y cada técnico nacional -aún interino-, cada período federativo, tiene que acordar su propia regulación.

Eso querría decir que no hay nada institucional al respecto. Que se obra según la ocasión y la circunstancia.

Volvemos al acuerdo de voluntades: si alguien quiere estar en la selección y tiene la calidad para ello, no debe ser sólo por méritos futbolísticos. También debe contar con cualidades morales para mantenerse como el jugador ejemplar y admirable que al ponerse la camiseta verde inspira a la sociedad y a sus colegas.

El asunto central de la actual polémica radica en saber por qué algunos europeos no aparecieron en la lista. Si es porque la federación necesita regular mejor la relación, está bien. Si es porque los jugadores quieren aclarar el eterno obstáculo de las primas, también.

Si es porque éstos condicionan su comparecencia al nombramiento de un técnico que no sea interino o por la calidad de partidos, están tomando atribuciones que no les corresponden.

Las confusas declaraciones de Chícharo, Layún y Moreno no aclaran nada.

Su peso debería obligarlos ante sí mismos de no hablar a media lengua. Tienen la trayectoria, jerarquía y respeto para ser escuchados.

Y una imagen que podrían defender de mejor manera, siendo solidarios y explicando si algo les picó.

Francisco Javier González I Agencia Reforma

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