Imagen: Bertha Alfaro
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Hace (1) meses

Y ahora mando yo

Es evidente que, más allá del respeto a los derechos de los niños, hay un problema de educación, pero de los padres de familia que, como no saben imponer reglas ni límites en casa, les permiten a sus hijos que se comporten de manera inadecuada.

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Estamos en periodo de recesión, que no de vacaciones, para los profesores de escuelas públicas y para muchos de ellos, aun cuando están “descansando”, el próximo regreso a clases los tiene realmente preocupados y a unos cuantos atemorizados, porque cada vez es más difícil desempeñar su profesión y todo porque en nombre de los derechos de niños parece que se han confundido los conceptos y sobre todo se han perdido los límites del respeto hacia los profesores por parte de los padres de familia y los mismos alumnos.

Para cuando inicien las clases los maestros ya llevan un decálogo de recomendaciones que más bien parecen advertencias de todo lo que no pueden sancionar, vaya, ni siquiera sugerir a los estudiantes.

Ahí les van algunos ejemplos:

El docente no puede impedir el acceso de los alumnos a la institución, sea la hora que sea

¿Y entonces cómo se va a enseñar el principio de la puntualidad?

Ahora se entiende que la impuntualidad sea la constante en diferentes ámbitos. A nadie le importa respetar el tiempo del otro.

El docente no puede exigir que los niños lleven el uniforme e incluso pueden llegar en pijama, con chanclas y el profesor no puede regresar al niño a casa; eso es impensable.

El docente no puede exigir que niños y niñas vayan bien peinados, con corte de cabello adecuado, sin tintes, porque está violentando los derechos de los niños.

El docente no puede levantarles la voz a los alumnos porque puede traumatizarlos, aunque en ocasiones los maestros tienen que hacerlo para que lo escuchen en grupos numerosos.

El docente no puede hacer observaciones ni llamadas de atención a los padres de familia, porque son ahora los padres los que tienen la autoridad dentro de la escuela, aunque al ejercer esa autoridad se cometan injusticias. Hay decenas de ejemplos de maestros que son señalados sin pruebas y en ocasiones hasta pierden su empleo por acusaciones falsas y hasta por chismes.

Recientemente un padre de familia con fama de ser muy violento amenazó a una profesora dentro de la escuela por el simple hecho de que la maestra le llamó la atención a su hijo por haber ingresado a la escuela con unos cachorros y en el patio había otro perro grande, lo que pudo ser un riesgo para el niño.

Esta simple observación fue suficiente para que el padre, agresivo, llegara hasta el salón de la maestra y le gritara “que no regañara a su hijo”.

La profesora se quedó pasmada y, como lo marcan ahora las normas del buen comportamiento que debe tener un maestro, no le respondió nada al señor patán y grosero.

Y como el fulano tiene fama de bravucón, gandalla, ojete, golpeador de mujeres, la maestra tiene temor de lo que ocurrirá cuando regresen a clases.

Es evidente que, más allá del respeto a los derechos de los niños, hay un problema de educación, pero de los padres de familia que, como no saben imponer reglas ni límites en casa, les permiten a sus hijos que se comporten de manera inadecuada; total, al fin que sus padres tienen todo el poder de hacer y deshacer dentro de las instituciones y nadie les puede llamar la atención.

Pero lo que sí ya es aberrante es el hecho de que el docente no pueda reprender a un niño por golpear a otro, porque es negarle el derecho a expresar su ira o enojo.

¿Es neta?

¿No se puede regañar a un niño por madrear a otro, porque se está violentando su derecho de expresar su encabronamiento?

Por eso estamos como estamos.

¡Qué poca madre!

Todo parece indicar que, como siempre ocurre, una vez más los diputados del ahora llamado Grupo Independiente actuarán, como es su costumbre, en lo oscurito, en el último minuto, sin dar a conocer la iniciativa y la aprobarán bajo consigna.

Sí, se trata de la Ley de Protección a Personas Defensoras de Derechos Humanos y Salvaguarda de los Derechos para el Ejercicio del Periodismo a la que le metieron mano los “brillantes” legisladores y que en poco ayuda a la protección de los defensores de los derechos humanos y los periodistas. ¡Muchas pinches gracias!

Palabras más, palabras menos.

Espero sus comentarios.

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