Qué tiempos los de antes cuando el dedo flamígero de un personaje omnisciente dictaba el rumbo del país y decidía quién y cómo se hacían las cosas en cada rubro de la vida nacional. Vaya, que en aquellos tiempos del PRI el todopoderoso Ejecutivo dictaminaba con sus falanges el nombre de su sucesor, llamado entonces el tapado, y decidía también quién gobernaría el Distrito Federal, el nombre de cada uno de los candidatos a gobernador, y por qué no, hasta listaba a los futuros miembros del Congreso de la Unión.
Vaya la nostalgia política que deben cargar muchos, pues en aquellos tiempos quien no quería jalar con el presidente tenía dos opciones: terminar su carrera política o saltar a un partido de oposición y despotricar contra el sistema. Había, en medio de todo este presidencialismo, quien pensaba que en verdad vivía en una democracia.
Qué tiempos aquellos, insisto, tiempos que no volverán, pues ahora nos queda claro que nada de eso pasa ahora, que los partidos viven en democracia y los destapes son un símbolo añejo. En 2023 las cosas han cambiado y el destapado se le denominó corcholata, pero eso nada tiene que ver con antaño, se parecen, pero no son iguales; tampoco la elección de los candidatos las gubernaturas, pues hoy no es un presidente priista quien los impone, sino un hombre cansado que ya se quiere ir a su rancho y espera que nadie se olvide de él en por lo menos otros seis años.

Payasadas… En verdad Saúl García se la creyó. Allá en su casa con gimnasio vislumbró la forma de sacar a este país de la miseria, con sus años recorridos por el país, que serán unos dos, con su conocimiento de economía, seguridad y Tiktok.