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Hace 24 días
Las primeras nomenclaturas

Tras la bonanza minera de la segunda mitad del siglo XVII y la operada en el XVIII surgieron nuevas arterias en Pachuca. Un plano de la ciudad que obra en la Mapoteca Orozco y Berra, procedente de mediados del siglo XVIII, muestra el gran crecimiento de la población que había crecido hacia el sur, respetando la traza de las ya existentes calles Derecha y Real, y es notorio el esfuerzo por dar a las de nueva creación, un aspecto ajedrezado, que no se observa en la otra orilla del Río Pachuca, hoy de las Avenidas, donde destacan, la calle de Las Estaciones, actualmente de Allende, y la de Los Mesones, hoy de Matamoros, espacio en el que es manifiesto el caos constructivo.

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Tras la bonanza minera de la segunda mitad del siglo XVII y la operada en el XVIII surgieron nuevas arterias en Pachuca. Un plano de la ciudad que obra en la Mapoteca Orozco y Berra, procedente de mediados del siglo XVIII, muestra el gran crecimiento de la población que había crecido hacia el sur, respetando la traza de las ya existentes calles Derecha y Real, y es notorio el esfuerzo por dar a las de nueva creación, un aspecto ajedrezado, que no se observa en la otra orilla del Río Pachuca, hoy de las Avenidas, donde destacan, la calle de Las Estaciones, actualmente de Allende, y la de Los Mesones, hoy de Matamoros, espacio en el que es manifiesto el caos constructivo.

Los nombres de las nuevas vías, de acuerdo con documentos de la época, aunque no siempre debidamente ubicados, fueron verdaderamente curiosos, he aquí algunos: La Cuesta China, hoy la empinada calle de Ocampo; Camino a Actopan, actualmente Abasolo; Hospital, en nuestros días Observatorio; la de Luzón, situada en la actual Jiménez; la de El Comercio, que fue una escuadra formada por la primera y segunda Guerrero continuada en su doblez hacia las tres primeras de calles de Doria.

Camino a México, que correspondería a la actual de Guerrero a partir de Doria hacia el sur, la de Mesones que ocuparía las dos primeras de Matamoros; la de Las Estaciones, correspondiente a la segunda de Allende, cuya primera cuadra, antes de la Plaza de las Diligencias, hoy de la Independencia, era denominada de la Cárcel. Existían también callejones como los de Mercaderes, posiblemente correspondía a la actual de Riva Palacio; Los Limones, actualmente Mina; Niño perdido, Rayón, Carboneros, entre las actuales de Matamoros y Allende, después Gabino Barreda. El Altillo, Los Burros, Planilleras, Lavanderas y hasta uno dedicado, probablemente al establecimiento de prostíbulos llamado de Las Cortesanas, sin faltar desde luego, los que hacían alusión a diversas haciendas de beneficio mineral, tales como La Purísima, El Pedregal, Herreros y se agregan otras cuya denominación dependía del templo por él cruzaban, como la de Mercedarios, frente al templo del Carmen o la del Colegio, lateral al Convento de San Francisco, en la actualidad conocida como Arista.

Hacia 1850, tras medio siglo de nulo crecimiento, inclusive de drásticas reducciones de población y por ende de la traza urbana, debido al decaimiento en la explotación minera, llegó a reportarse la existencia de tan solo 4 mil habitantes; sin embargo, un año después al descubrirse el llamado “clavo de la veta de Rosario”, que condujo a una cadena de nuevos hallazgos, se suscitó la más importante bonanza de la historia de la comarca, a partir de entonces, el aumento fue continuo, pues alcanzó los 5 mil 400 habitantes en 1852, y 12 mil, en 1864, asenso que continuó en aumento hasta los 44 mil que arrojó el conteo de 1900, crecimiento de 11 tantos al inicial que llevó a Pachuca a ser considerada la quinta ciudad más poblada del país.

Como para esos años la ciudad no contaba con reservas territoriales hacia donde crecer, pues, por una parte, al norte estaba circundada por elevaciones montañosas pertenecien- tes a la llamada Sierra de Pachuca, por el sur colindaba con los amplios terrenos destinados al depósito de los desperdicios del sistema de beneficio llamados jales de xala arena, al oriente, y al poniente, por terrenos de haciendas y ranchos de cultivo, de modo que las nuevas casas se hacinaron sin orden ni concierto y al margen de toda disposición legal.

Hasta mediados del siglo XIX, fueron los propios pobladores los que dieron nombre a las calles y callejones de acuerdo con su topografía, con hechos sucedidos en su contexto y hasta con la característica de algunos de sus habitantes, lo que debió complicar mucho la ubicación de los domicilios particulares, más la aparición del correo y, sobre todo, de las necesidades judiciales emplazamientos, notificaciones hicieron necesario el surgimiento de un mejor orden en tal rubro. Señala Teodomiro Manzano, que fue en 1886 cuando se inician los trabajos de una nueva y verdadera nomenclatura de las calles de Pachuca que es la que subsiste hasta nuestros días construidos con la finalidad de dar a conocer los hechos trascendentes y desde luego en nombre de los héroes de nues- tra historia, la fuente que inspiró para designar a las grandes y pequeñas arterias de la ciudad, aunque en algunos casos perduraran los antiguos nombres, así, al lado de calles como las de Hidalgo, Allende, Guerrero, Matamoros o Abasolo, persistieron otras como Las Cruces, Niño Perdido, Hospital, Barreteros, La Zorra, El Minero o Pedregal. En 1901, el presidente municipal de Pachuca, Ing. Gabriel Mancera, impulsó la creación de una nueva y novedosa nomenclatura basada en hechos y personajes de la historia universal y las mitologías griega y romana, que intentaban cambiar el nombre de calles como la de Jiménez, por la desig- nación Pasaje de Cicerón, la de Ángela Peralta se llamaría Diana, la de Ignacio López Rayón pasaría a ser Jenofonte y así por el estilo. El total desconocimiento de la mayoría de los personajes y hechos en que se pretendió apoyar la nomenclatura de Mancera, contribuyó a su rechazo por parte de la ciudadanía y como consecuencia a su inaplicación, de modo que para fortuna de la capital hidalguense continuó vigente la nomenclatura de 1886, dada a conocer por el plano que acompaña esta crónica publicada en 1892.

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