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Hace (6) meses
Inteligencia emocional y ser feliz
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Querido lector, el día de hoy compartiré contigo sobre la importancia de la inteligencia emocional y el arte de gestionar nuestras emociones para que estas no se desborden ante las situaciones cotidianas.

Antes que todo déjame aclarar ¿qué tan importante es la inteligencia emocional? ¿En qué consiste? ¿Cómo podemos aprender a manejar nuestras emociones, aprovechar lo bueno y evitar vernos arrastrados por ellas?

¿Deberíamos aprender en las escuelas más sobre ellas y menos de matemáticas, lengua, física o literatura?

Durante años se ha considerado al coeficiente intelectual el indicador más fiable de las capacidades que tiene una persona para tener éxito en la edad adulta (mejores estudios, mejores trabajos, mayor éxito). A mayor puntuación, el niño era más listo, se le auguraba un futuro espléndido (si no se torcía por el camino) y además era un orgullo para sus padres. Hoy día sabemos que las puntuaciones en las pruebas de coeficiente intelectual no se correlacionan con el nivel de éxito laboral alcanzado en la edad adulta (salario, productividad o escalafón profesional) ni tampoco con el de felicidad, satisfacción con amigos y familia o grado de realización alcanzada en la vida…. Pero ¿cómo es posible si eran los más inteligentes de la clase, los que sacaron las mejores notas al final de curso y los que pudieron elegir la carrera que más les gustaban?

Con el avance en el conocimiento de las emociones, se ha visto que los ordenadores no eran capaces de representar correctamente el funcionamiento de la psique humana precisamente porque no eran capaces de sentir. “La fría lógica no sirve cuando se quiere encontrar una solución humana adecuada”. Hoy sabemos que los sentimientos representan una parte muy importante de los procesos mentales y que nos ayudan en la toma de decisiones que hacemos en la vida (gustos, temores, envidias, esperanzas, enfados, motivaciones…), y, por tanto, un buen uso o mal uso de ellas condicionan nuestras elecciones, nuestras actuaciones en cada momento clave de nuestra vida, decisiones que determinan como nos vaya en a lo largo de nuestra vida.

Además, saber manejar las emociones marcará la vivencia última de felicidad, satisfacción y bienestar que tengamos, hasta el punto de que ser felices puede ser absolutamente independiente de los que nos ocurra, si somos capaces de manejar nuestra mente y nuestras las emociones a nuestro favor. Podemos elegir ser felices.
Emociones inteligentes

Salovey desarrolla más el concepto de inteligencias personales de Gardner y establece cinco competencias principales de las inteligencias personales, las cuales se correlacionan mucho más con el éxito y realización que alcanzan los niños a la edad adulta. Transcribo del libro:

“El conocimiento de las propias emociones: La conciencia que tenemos de nosotros mismos y la capacidad de percibir las emociones en el mismo momento en que aparecen es lo más importante para empezar a controlar nuestra inteligencia emocional. En cambio, la incapacidad de percibir nuestros verdaderos sentimientos nos deja a su merced, generalmente llevándonos a tomar malas decisiones o a reaccionar de forma inadecuada.

La capacidad de modular las emociones (que no necesariamente es reprimir): la conciencia de uno mismo nos permite controlar nuestros sentimientos y adecuarlos al momento en intensidad y cualidad.

La capacidad de motivarse a uno mismo: el control de la vida emocional y su alineación con un objetivo es esencial para mantener la atención, motivación y creatividad en lo que hacemos en la vida.

El reconocimiento de las emociones ajenas o empatía: Es imprescindible para el éxito social, la habilidad popular fundamental y el germen del altruismo, tan necesario para las sociedades sanas y para el desempeño de vocaciones como los sanitarios, la educación, la política o la dirección de empresas responsables.

El control de las relaciones: se basa en la habilidad de relacionarnos adecuadamente con las emociones de los demás.

Educa tu mente, adquiere conciencia.

Practicar meditación incrementa la conciencia de nosotros mismo.

El primer paso y probablemente el proceso más importante para poder ser emocionalmente inteligente es el desarrollo de la metacognición, vaya palabreja, pero es sencillo de entender, se trata de la toma de conciencia de los propios procesos mentales, qué siento, que pienso, como me hace sentir lo que pienso, donde tengo puesta mi mente en el futuro, pasado o estoy viviendo el presente…. Ser conscientes de todo esto nos permite diferenciar los pensamientos y emociones que nos ayudan, para potenciarlos, de os que no, para dejar de insistir en ellos.

En cada uno de nosotros conviven varios espacios “mentales o psíquicos”. La mente, las emociones, las sensaciones y la autoconciencia o conciencia de uno mismo. Se trata de ser capaces de distanciarnos de nuestras dos mentes (el pensamiento y las emociones) e ir creando un tercer espacio de auto observación, de conciencia de uno mismo, de observador, que es capaz de ver con distancia lo que ocurre en nuestra mente y de detectar las emociones que está sintiendo sin verse arrastrado por ellas, para modularlas y adecuarlas a la situación, precisamente a través de nuestra mente. Es como un círculo vicioso que hay que invertir y a lo que nos va a ayudar mucho practicar técnicas como la meditación o el mindfulness.

Al principio requiere un entrenamiento continuo, aunque si se aprende desde pequeño se podría hacer con la misma naturalidad con las que hacemos otras cosas. “La autoconciencia o la conciencia de uno mismo es la piedra angular de la felicidad”, pero esto será parte de otras entradas sobre inteligencia emocional.

¿Tengo inteligencia emocional?

Es sencillo, si te ves frecuentemente desbordado por preocupaciones, ansiedades y angustias, te cuesta deshacerte de un enfado, andas siempre rumiando preocupaciones, te sientes desdichado, deprimido o siempre temeroso, si crees que todo el mundo está en contra tuya, que tienes mala suerte y todo te sale mal, si te cuesta mantener relaciones estables, trabajos duraderos, relacionarte con compañeros o con los jefes, si no sabes reconocer tus emociones, expresarlas o crees que nunca sientes nada (esos que piensan que nunca les pasa nada bueno) probablemente tengas que trabajar tu inteligencia emocional.

En definitiva, en el mejor de los casos el coeficiente intelectual solo aporta el 20% de los factores determinantes del éxito. El resto depende de habilidades de la inteligencia emocional y social como son:

La capacidad de regular nuestros propios estados emocionales-anímicos.

Evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales-pensamiento lógico.

La capacidad de motivarnos a nosotros mismos y de perseverar en el empeño a pesar de las frustraciones.

Controlar los impulsos y poder diferir las gratificaciones

La capacidad de empatizar y confiar en los demás

Como dice Goleman: “Si nos tomamos la molestia de educar a nuestros hijos, pueden aprender las habilidades emocionales fundamentales desde pequeños. Pero incluso de adultos, las habilidades emocionales se pueden aprender”, no es ninguna justificación decir “es que soy así, no puedo cambiar”. Esto es sólo una excusa más para eludir nuestra responsabilidad con nuestros actos y con nuestra vida, que además impide el cambio y perpetua el malestar, en una especie de auto sabotaje a nosotros mismos que perpetúa nuestro sufrimiento.

La decisión de ser feliz depende solo de ti, de que realmente lo elijas. Así que comienzas el cambio hoy o no te quejes mañana.

Como siempre te deseo larga vida, salud y prosperidad.

Hasta la próxima.

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