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Hace (4) meses
Gaby Ortiz, la mujer trans que rompió esquemas en Ixmiquilpan
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El sábado nos despertamos con la noticia de la localización de un cuerpo sin vida y con signos de violencia, redacción básica y ordinaria, para definir un crimen que, por desgracia, solo pasa a formar parte de las estadísticas. En esta pérdida de asombro, el crimen registrado el sábado no habría tenido impacto ni relevancia si no fuera porque la víctima se trató de una chica trans, conocida y reconocida en la región del Valle del Mezquital.

Gaby fue la primera chica trans que hace más de 20 años rompió todos los estereotipos: se enfrentó a una sociedad de ese entonces, desinformada, dogmática y retrógrada. Pagó el precio de ser libre, con el único objetivo, ser ella y visibilizar, desde ese momento, a una comunidad oprimida y marginada en la clandestinidad.

La recuerdo alguna vez, hace muchos años, caminando sobre la avenida Jesús del Rosal, contorneándose coquetamente, abriéndose paso entre las miradas de asombro y morbosidad; el cuchicheo de las señoras que no daban crédito de mirar a aquella chica, altiva, elevada por los tacones, cuya presencia no podías eludir y obligaba a mirarla. Cruzó en medio de los chiflidos, insultos, comentarios homofóbicos, pero ella, imponiéndose, figurando, brillando.

Su presencia, desde entonces, permitió visibilizar a la comunidad LGBT. Se convirtió en un estandarte y en un ejemplo para hombres y mujeres. Durante mucho tiempo, además de su actividad profesional como estilista reconocida, se dedicó a preparar a chicas para concursos de belleza, ayudó en ferias patronales y escuelas, entre otras actividades.

Polémica siempre, abrió un debate y el rechazo de un inicio se convirtió, en poco tiempo, en respeto hacia ella. Cultivó amistades en todos los sectores y se le respetó, hasta que hace algunos años su nombre apareció en una narcomanta, como uno de los objetivos de bandas rivales que se disputaban el territorio por el narcomenudeo.

Amigos cercanos comentaron que ella tuvo presente siempre esa amenaza, que su destino parecía estar pactado y su muerte sería trágica, como lo fue. Durante un tiempo se ausentó de Ixmiquilpan y su presencia, después, fue ya muy discreta y fue diluyéndose de tal forma que poco se supo de ella.

A Gaby Ortiz, la Gaby, no se le puede debatir ni rebatir su lucha por los derechos de las minorías, de la inclusión y la integración, de la pluralidad y de abrir un debate tan necesario y que lo hizo hace más de 20 años, cuando aún esta sociedad no estaba siquiera preparada para un cambio tan importante y radical.

Probablemente, equivocó su camino, olvidó su lucha y su compromiso social. Su muerte va más allá de un crimen de odio o un transfeminicidio, desafortunadamente, es parte de esta realidad nacional, de este cáncer que avanza y se impregna en nuestra sociedad.

Que descanse en paz la Gaby.

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