En una democracia en consolidación como en México, los debates presidenciales son relativamente recientes. A comparación de Estados Unidos, donde el primer ejercicio que apareció en televisión en 1960 se realizó en la contienda entre Richard Nixon y Robert F. Kennedy, en nuestro país, el primer encuentro presidencial se efectuó en 1994. Los contendientes en esa primera ocasión estaban Ernesto Zedillo (PRI), Diego Fernández de Cevallos (PAN) y Cuauhtémoc Cárdenas (PRD), que en ese entonces encabezaban las encuestas.

A través de los debates en las contiendas subsiguientes, se han transformado desde simples monólogos, el protagonismo y poca proactividad de las y los conductores, hasta el que presenciamos el día de ayer, en el que hubo participación ciudadana, para lo cual se usaron diferentes plataformas para realizar preguntas a las candidatas y al candidato.

De poco más de 23 mil interrogantes que realizó la ciudadanía, el Instituto Nacional Electoral (INE) recibió en total 108 filtradas por Signa Lab, perteneciente al Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (Iteso) y que fueron presentadas en el primer debate presidencial.

Otro dato importante es que, a diferencia de los ejercicios anteriores, el INE, por mayoría de votos, aprobó la obligatoriedad para que las candidatas y candidatos asistan y participen en los tres eventos que la autoridad electoral realizará.

La Comisión Temporal de Debates del organismo autónomo aprobó realizar un primer debate el 7 de abril en la sede nacional del INE, en ciudad de México; el segundo, el 28 de abril, en los Estudios Churubusco, y un tercero, en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, el 19 de mayo.
En este primer ejercicio, los temas más recurrentes resultado de las preguntas que la ciudadanía formuló fueron salud, educación, combate a la corrupción, transparencia, no discriminación a grupos vulnerables y combate a la violencia contra las mujeres.

Quienes tuvimos la oportunidad de ver este debate, pareciera que, de forma recurrente presenciamos lo de siempre: la puntera en las encuestas, cuidando su ventaja, y quien ostenta el segundo lugar, enfilando sus baterías en ataques hacia el puntero.

El propio formato del debate impidió que se profundizara en las propuestas y diluyó los ataques, lo que, sumado a los errores de producción, distrajeron la claridad de la transmisión y de las propuestas de las candidatas y el candidato.

Debiera el Instituto Nacional Electoral revisar tanto los inconvenientes técnicos de los dos debates que aún faltan por realizar. Los ciudadanos nos lo merecemos.