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Hace 19 días
¿Debatelandia?

Cuando la política se vuelve común y clientelar, corre el riesgo de no comprender la realidad a la que se enfrenta y trivializa el mensaje llenándolo de conceptos ajenos que dan forma al discurso y lejanía a las personas.

Marco moreno
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Los debates han empezado a lo largo y ancho del país. El ejercicio al que llaman democrático y cercano a la gente es el mismo que hasta ahora ha mostrado una constante: cierto desapego al debate, a la contrastación de ideas y programas y más cercano a la denuncia y al golpeteo político.

Más identificado con la exposición escolar sobre temas sorpresa. Dentro de la realidad política, social, económica y de gestión pública y legislativa. Con la característica principal de recurrir a la exageración de datos o la mentira completa.

Pareciera una elección más y no la elección en la que habrá de definirse la continuidad de una propuesta política que habla de transformación y otra que habla de rescate, recuperación y reorientación de la vida nacional.

Quedan a deber los actores políticos a la sociedad, a los electores, a los que, dicen, desean representar en un cargo de elección popular.

Cuando la política se vuelve común y clientelar, corre el riesgo de no comprender la realidad a la que se enfrenta y trivializa el mensaje llenándolo de conceptos ajenos que dan forma al discurso y lejanía a las personas.

Ya hubo un debate de las y el candidato a la presidencia de la república. O han revelado lo más desfavorable del otro o se atrevieron a negar responder a la pregunta específica con el fin de dedicar una descalificación.

En el caso de Hidalgo, ya hubo un par de debates. Sin más brillo que las aseveraciones y las promesas de campaña. Más mitin moderado que debate. Casi una presentación de propuestas de campaña que confrontación de programas.

Pero ya se fueron tranquilos con la certeza de que dieron lo mejor de sí.
Vienen otros que amenazan con ser iguales de grises o más oscuros. Aun cuando tienen oportunidad de mirar los anteriores y tratar de mejorar sus posicionamientos.

El debate, en política, es conceptualizado como una estrategia de comunicación deliberativa. Una herramienta que permite la contrastación de ideas y la comunicación con el electorado de una forma eficiente y estructurada.

Tania Celina Vásquez Muñoz expresa en su estudio sobre los debates que son “la exposición de ideas, plataformas electorales y propuestas de los participantes. En las contiendas resulta fundamental no solo como una estrategia de propaganda, sino como una forma de crear un espacio para la transparencia”.

Hasta ahora lo que hemos visto en los debates ha sido la descalificación o la construcción de propuestas personales, pero no la exposición de un programa político; tampoco la demostración plástica de una comunicación que resulte atractiva.

Se reconoce como fundamento de la democracia el contrastar ideas, pero llevarlas bajo un estricto control por parte del órgano electoral raya en las respuestas a un cuestionamiento fútil, innecesario.

Los temas acuciantes de la entidad, la realidad que atenaza el futuro de las personas y lo vuelve confuso, gris, por decir lo menos, no han estado en el debate.

Si el debate es la confrontación de ideas, las ideas democráticas que presentan los candidatos son ajenas al estado.

Es tiempo de hablar de cambio climático, de sequía, de agua, de gobernanza climática y participación social, conceptos ausentes en cada momento. Lejanos de los discursos oficiales y de campaña.

Son una broma de mal gusto orquestada por la autoridad electoral y avalada por los partidos políticos.
¿Dónde caminan los candidatos? ¿Qué miran los candidatos? ¿Qué es lo que atrapan de su acercamiento con las personas? ¿Hacia dónde conducen el municipio, el distrito electoral, la representación popular?

En Hidalgo, el índice de inseguridad ha crecido por encima del 35 por ciento, las ejecuciones y los crímenes dolosos van en aumento.

La seguridad pública tiene como único objetivo el garantizar a las personas la reservación del bien más preciado que tienen: la vida. Es importante reconocer que se está fallando en ese rubro. Pero también es relevante reconocer cómo impacta en la construcción del diálogo político.

El discurso político, en tiempos de elecciones, consolida paradigmas o destruye paradigmas. Es decir, mantiene narrativas y las reproduce o construye nuevas narrativas entre la sociedad.

El debate político debe de poner a prueba esas narrativas, permitir que converjan o disientan. Y eso, ahora mismo, no está sucediendo en las campañas electorales que dicen ir a la más importante elección de la historia moderna del país.

El discurso en un debate construye una enunciación, la cual se traduce en una interrogación que pretende suscitar una respuesta. Respuesta que determina la validez o invalidez del enunciado y de aquel que lo pronuncia.

La domesticación de esa enunciación da como resultado un fiasco de debate. Lo transforma en la respuesta a la enunciación, aun cuando esta no es pronunciada por la misma sociedad. Ni más ni menos.

 

Marco Moreno

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