Un Belice con encanto
 
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Un Belice con encanto
Foto: Agencia Reforma

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Algunos sitúan el paraíso perfecto en el bosque o las montañas, otros en una playa que los haga olvidar las preocupaciones. Cayo Caulker, en Belice, bien podrían erigirse como la efigie del edén tropical.

El encanto de este rincón se compone de diferentes elementos que se mezclan de manera natural: los colores vibrantes en las fachadas de sus casas y negocios empatan a la perfección con el carisma de su gente, que recibe con entusiasmo a los visitantes, tal es el caso de Marcel Young, escultor de madera, quien demuestra el espíritu bohemio distintivo de la llamada Isla Cariñosa.

“He hecho esto desde hace 36 años, por eso estas cicatrices en mis manos, pero, para mí, no es un trabajo, es una pasión que uso para sobrevivir”, comenta el autoproclamado uno de los mejores 10 artistas de este país centroamericano, “hay que dar gracias por cada día que estamos vivos, disfrutar al máximo. Mañana no sabes lo que va a pasar”.

Y así como las piezas hechas a mano de este creativo, también encontramos diferentes accesorios y utensilios de palma o conchas de mar y, para refrescarnos, margaritas o las típicas cervezas de la región: Belikin.

Las maravillas debajo del agua templada y nítida del Caribe completan la experiencia, pues confluyen una gran variedad de especies marinas. La primera parada es el muelle Tarpon View, donde se alimenta a los tarpones con sardina y, después, con ayuda del guía René Villarreal encontrar caballitos de mar.

Luego hay que ir mar adentro. Este spot, forma parte de la segunda barrera de coral más extensa del mundo, declarada Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, lo que lo convierte en el sitio ideal para admirar de cerca a los animales marinos.

Preparados con aletas y goggles para hacer esnórquel, René dirige esta aventura que comenzará en South Channel, donde apreciaremos tortugas y peces loro; más tarde, en Ray Alley, nos acercaremos a las mantas y tiburones gato, y, finalmente, saldremos en busca de manatíes en la zona conocida como The Split. En esta última parada no tendremos fortuna de verlos, aunque sí a un par de delfines.

Después de casi siete horas de exploración, solo queda decir que Cayo Caulker no embelesa con fastuosos resorts o una vida nocturna imparable. Su atracción radica en ser un rústico oasis que se vale de su belleza natural para enamorar hasta al más escéptico.

 

Elizabeth Pérez I Agencia Reforma

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