Para que una trucha se consuma tienen que pasar entre ocho y nueve meses, mediante un proceso costoso, con ganancias para los vendedores de entre 35 y 40 por ciento.

Francisco Gutiérrez, encargado de producción en Huasca de Ocampo, comentó que paulatinamente han ido recuperando el mercado que perdieron derivado de la pandemia.

Tan solo los dos años anteriores disminuyó a la mitad su producción, apenas unas 16 toneladas, antes era de 40.

No se han podido recuperar, aunque ya ha mejorado el panorama de comercialización, pero se enfrentan a varios pendientes como es el certificado de movilidad exigido por las autoridades, que además de ser constante su trámite (cada 45 días) tiene un costo de casi tres mil pesos.

Indicó que el huevecillo de las truchas es analizado desde que llega al aeropuerto, proveniente de Estados Unidos, y durante su traslado se debe cuidar su temperatura y todas las medidas sanitarias.

“Uno debe tener mucho cuidado, no cualquiera entra a esta área pues está restringida para evitar posible contaminación del producto, además que el alimento que se les da es de primera calidad”.

Deben cuidar el oxígeno, la calidad del agua, que por cierto proviene de manantial de la zona, y entonces esperar entre los ocho a nueve meses para alcanzar una talla de 400 gramos y comercializarse en la zona de restaurantes, aseveró Francisco Gutiérrez.

Un kilo de trucha les costaba 38 pesos producirlo hace 10 años, pero ahora los precios se han triplicado, por lo que insistió que si ganan un 40 por ciento es óptimo, pero si bajan a 25 puntos porcentuales la ganancia, entonces tendrían que bajar la producción, aunado a los costos del cuidado de la trucha.

Magda García | Huasca de Ocampo