Los pastes sin duda nos hacen recordar a Real del Monte. Después de que el gobierno cerró las minas, este lugar se convirtió en un pueblo sin industria, pero cuando la gente comenzó a elaborar este bocadillo de manera constante y se convirtió en Pueblo Mágico tomó un auge que sigue vigente.
Muchas familias se convirtieron en propietarias de negocios, generando empleos directos e indirectos, según planteó Wilfrido Soto Jarillo, expresidente del Consejo Regulador del Patrimonio Cultural.
En este contexto, se llevará a cabo el 15 Festival Internacional del Paste, del 13 al 15 de octubre, en el que hay una gran oferta de actividades gastronómicas, artísticas y culturales.
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Por ello, les presentamos dos de los 50 negocios que se dedican a preparar este platillo tradicional del pueblo que da entrada al Corredor de la Montaña.
Este negocio nació hace casi 40 años como resultado del trabajo familiar en el que elaboraban pastes a menor escala. Con el tiempo, Jaime Soto abrió una primera sucursal en Real del Monte, que originalmente era una taquería, pero ahí mismo comenzaron a vender los bocadillos en canastas.
Tal fue el éxito que empezaron a vender más. Así fueron pioneros en usar el horno de gaveta, ya que anteriormente se cocinaban en estufa y salían muy pocos.
“Ya casi no salían 15 pastes para una charola, sino varias charolas de 25 cada una. Para entonces ya existían dos o tres casas que poco a poco fueron creciendo en número”, contó Wilfrido, quien también es propietario del negocio local.
Posteriormente, surgió la idea de abrir una sucursal en Pachuca, instalándose en la avenida Madero.
El chef Óscar Fuentes Ortiz, de Pastes y Pizzas El Minero, que fue inaugurado en 1957 y ha pasado por tres generaciones.
“Los pastes son muy versátiles. La gente que venía de Inglaterra nos decía que los productos que tienen una pasta que cubre el relleno se pueden llamar pastes. Nosotros, como mexicanos, les damos nuestro toque y sazón. Regularmente ofrecemos el tradicional, el de papa, al que le debemos dar el realce que requiere. Inicialmente, también se hacía de arroz y piña. Con el tiempo, surgieron variedades, incluso de nogada o pastor”, narró.
“Mi suegro decía que antes a la gente que vendía pastes en canastas le decían: ‘Adiós, pastero’, de forma despectiva, tratando de desacreditar su labor. Ahora es un orgullo que nos digan pasteros, porque hemos llegado a muchos lugares. Incluso el Congreso del Estado lo ha denominado patrimonio inmaterial”, agregó.
En el Festival habrá música, folclore; asimismo, estarán presentaciones teatrales, un pabellón artesanal, empresas de diferente índole y la oportunidad de ver la elaboración de pastes en las calles de este pueblito hidalguense. Además, hay una invitación para disfrutar no solo del centro, sino también de los diferentes espacios en los alrededores.