María, la única mujer sepulturera en el cementerio de Tulancingo
 
Hace (5) meses
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María Teresa Hernández de Jesús es la única mujer que se ha desempeñado como sepulturera en el cementerio urbano San Miguel, de acuerdo con registros de la Dirección de Panteones de Tulancingo, dependencia a la que ingresó hace más de 20 años, tras quedar viuda y con dos hijas menores de edad a las que tenía que sacar adelante.

María Teresa reconoció que cuando le informaron a qué área había sido asignada sintió miedo; sin embargo, su necesidad era mayor y se quedó en lo que ahora define como su “segunda casa”, donde la cercanía con la muerte le hizo valorar la vida.

Aunque inicialmente desarrolló labores de intendencia, a los 15 días de su ingreso participó en la exhumación de un cadáver y cavó su primera fosa.

“Cuando terminamos de rascar había unas losas, mis compañeros me dijeron que las levantara y sacara los restos óseos del féretro. No tuve miedo, pero sí le pedí permiso y perdón a esa alma porque de alguna manera sentía que le estaba faltando al respeto”, recordó.

A partir de entonces, solicitar permiso y pedir perdón en cada exhumación se volvió un hábito, al igual que dar la bienvenida y elevar una oración por la persona que le tocaba sepultar.

Tere consideró que el respeto que manifiesta a quienes descansan en el cementerio más grande de Tulancingo, donde hay 8 mil 164 tumbas, es recíproco, porque nunca ha enfrentado alguna experiencia paranormal, pese a que ha caminado sola por los pasillos y en los lugares más apartados del panteón en plena madrugada, como ocurrió durante la emergencia sanitaria por Covid-19.

Evocar los días de pandemia todavía conmueve hasta las lágrimas a Teresa, sobre todo cuando recuerda el dolor que le provocó sepultar al primer fallecido por el virus SARS-CoV-2.

“Eran como las siete de la noche. El cuerpo entró solo, únicamente acompañado por el personal de la funeraria; por protocolo, la familia no pudo pasar. La escena fue desgarradora”, afirmó.

En ese entonces, Teresa ya estaba en el área administrativa, pero tuvo que retomar el oficio de cavadora porque en los picos más altos de la pandemia llegaron a inhumar hasta ocho cuerpos en un solo día, a la hora que fuera, incluso de madrugada.

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“Trabajar en el panteón es un privilegio. Tiene algo que en lo personal me enseñó a valorar la vida”, reiteró mientras mostraba el agua cristalina que, a decir de Tere, siempre está presente y nadie sabe cómo se filtra al ataúd de mármol que adorna la tumba de Remigio de la Fuente, acaecido en 1905, cercana a la de Luis Ponce, cuyo epitafio cita: “No pudo vivir sin su madre”.

DÉCADAS DE EXPERIENCIA

Teresa tiene 60 años de edad, 20 de los cuales ha formado parte de la plantilla laboral del panteón San Miguel, cuya cuadrilla de sepultureros está integrada por más de 10 varones

Aunque ahora su trabajo es de oficina, Tere aseguró siempre estar dispuesta para tomar el pico y la pala en apoyo a sus compañeros cavadores

Valorar la vida, disfrutar cada día y no enfrascarse en cosas sin sentido, sugirió Teresa, al tiempo que seguía con la visita guiada por el cementerio urbano

María Antonieta Islas | Tulancingo

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