Nicolás Castillo vivió 31 minutos de puro drama.

El flamante refuerzo del América tuvo una de las peores fallas de su carrera: en el área chica, sin marca ni portero; difícil de errar hasta para un novato, más aún para un fichaje de millones de dólares. Los minutos inmediatos a su error fueron un calvario. Él mismo se exhibió. Extraviado, pisaba la cancha del Azteca pero parecía a kilómetros de ella, mientras su técnico Miguel Herrera se desvivía en aplausos y gritos intentando revivirlo.

De pronto, con la rabia de su lado, el delantero fue a todas las pelotas, mató por ellas, hasta que finalmente cazó dos balones y mutó del villano al hombre de la noche con su primer doblete, en el 3-0 sobre Lobos BUAP.

El América retomó la senda del triunfo, pero ayer ganó algo más importante: el espíritu de equipo. Ya ganaba con gol de Henry Martín, el menos valorado de los centrodelanteros, pero el más efectivo, así que a partir del 52’ la misión fue rescatar emocionalmente a Castillo. Los futbolistas jugaron para el chileno, lo arroparon y no solamente en el discurso.

A Nico le quedaban pocos minutos para evitar que en los programas televisivos del fin de semana se cansaran de hablar de su falla. Así que se botó del área, le pegó al balón de media distancia, correteó al portero como si fuera el fin del mundo. Podía más la vergüenza que el evidente cansancio.

Al 83’, Leiton Jiménez lo bajó con una violenta patada y él se levantó tan rápido que le dio tiempo de anotar; hizo que el coraje jugara a su favor. Fue poco efusivo en el festejo. Pidió perdón a la gente y luego agitó los puños. Sabía que aún no estaba a mano.

Seis minutos después, el juvenil Sebastián Córdova resistió una falta y le cedió la pelota. El chileno no está lo suficientemente fino, así que el balón se le extendió un poco hacia la derecha, pero no iba a perdonar dos veces y con un violento zapatazo, a primer poste, consumó su doblete.

Castillo miró hacia el cielo. Se hincó. Gritó. Estrelló sus puños contra el césped. Abrazó a sus solidarios compañeros y luego fue al área técnica al encuentro de quienes lo mantuvieron en la cancha, aquellos que le dieron un voto de confianza, a los que les debía una y les pagó con dos.

Edgar Contreras I Agencia Reforma