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Un padrón de habitantes en 1768 para Pachuca

El censo o conteo, reunió el contenido de 17 padrones parroquiales del Arzobispado de México, entre los que está el Real de Minas de Pachuca; los datos obtenidos fueron relevantes, en virtud de haberse levantado en la década de 1760, que correspondió a la marcada recuperación demográfica operada en la Nueva España después del impacto de las epidemias de viruelas y de la peste de tifus que se padecieron entre 1737-1740 y 1761-1763, respectivamente. El crecimiento poblacional observado en los años en que se realizó el censo provocaba ya fuertes presiones sobre tenencia y dominio de la tierra, mismo que para finales del siglo XVIII y principios del XIX generaba conflictos en el uso y disfrute de la tierra, fundamentalmente en los pueblos del Arzobispado de México, donde se operaba una fuerte disputa contra el dominio creciente de las haciendas.

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El 17 de mayo de 1768 el bachiller Francisco Xavier Castañeda, cura titular de la Parroquia de la Asunción en Pachuca, como respuesta a la petición formulada por el arzobispo de México, Francisco Antonio Lorenzana, envió a la mitra metropolitana el resultado de un exhaustivo censo de comulgantes, nombre dado a los fieles católicos que cumplían con los sacramentos de penitencia y eucaristía, existentes en la jurisdicción parroquial, integrada por los radicados en el asiento principal del Real de Minas de Pachuca y por los habitantes de las 33 estancias incorporadas a esta población. Dicho padrón o censo, arrojó un total de 3 mil, 556 habitantes, de los que solo, mil 116 eran mayores de edad y en condición para realizar alguna actividad económica.
El censo o conteo, reunió el contenido de 17 padrones parroquiales del Arzobispado de México, entre los que está el Real de Minas de Pachuca; los datos obtenidos fueron relevantes, en virtud de haberse levantado en la década de 1760, que correspondió a la marcada recuperación demográfica operada en la Nueva España después del impacto de las epidemias de viruelas y de la peste de tifus que se padecieron entre 1737-1740 y 1761-1763, respectivamente. El crecimiento poblacional observado en los años en que se realizó el censo provocaba ya fuertes presiones sobre tenencia y dominio de la tierra, mismo que para finales del siglo XVIII y principios del XIX generaba conflictos en el uso y disfrute de la tierra, fundamentalmente en los pueblos del Arzobispado de México, donde se operaba una fuerte disputa contra el dominio creciente de las haciendas.
De los datos contenidos en el padrón, se pueden deducir referencias interesantes tales como. La existencia de nueve barrios en la ciudad de Pachuca, que eran los de Palacio, San Miguel, San Juan de Dios, Oviedo, La Cueva, Cuesta de la Mina del Jacal, La Candelaria, Santiago, y el de San Miguel Azoyatla. Asimismo, se asienta que habían seis haciendas agrícola: La Blanca, Santa Rita (alias Cadena), Chavarría, San José de las Pitahayas, El Palmar y Quescotitlan; de igual forma se inventariaron 9 ranchos: Amaque, El Conejo, San Miguel Cerezo, San Antonio (alias Cabrera), Jilotepec,El Cerrito, Nopalcalco,hoy Nopancalco, Tatacoy;tal vez el hoy Tlapacoya y La Loma. Había así mismo seis estancias de minas; Lo de Nava, La Santísima Trinidad, Santa Gertrudis, El Jacal, Lo de Navarro y La Blanca. Finalmente, cinco estancias: La Hortaliza, El Saucillo, Buena Vista, El Manzano y Las Ventanas, como colofón se reportaba la existencia del pueblo Santa María Magdalena Pachuquilla, otrora República de Indios.
Por otra parte, debe destacarse tanto la gran pluralidad de oficios, como el número de personas dedicado a cada uno de ellos, entre los principales se encontraban, el de los operarios de mina, referido a quienes laboraban como capataces y peones en los socavones mineros, que era el número más nutrido, seguido el de actividades conexas a la actividad extractiva de minerales, tales como malacateros, que eran quienes operaban las jaulas y botes que subían y bajaban al personal y cargaban el mineral extraído, azogueros encargados de beneficiar el mineral extraído veleros y cereros a quienes correspondía colocar cera y pabilo en los sombreros de los mineros a efecto de hacer visible el camino por él circulaban en el interior de la mina rescatadores dueños de haciendas donde solo se beneficiaba el metal comprado a los operarios como producto del partido que era el mineral entregado como sobresueldo a los operarios al final de jornada; Trajineros, etc. Todos los que sumaban poco más de 600 personas, de modo que en un universo de mil 116 comulgantes, estos oficios representaban cerca del 50 por ciento del total de trabajadores.
Hay también en el censo un elevado número de sirvientes y sirvientas, entre quiénes destacaban las “amas de cría” o “amamantadoras de recién nacidos”, que sumaban 112, el resto se diseminaba en actividades, como las de zapatero, sastre, panadero, barbero, platero, comerciante, cigarrero, herrador, herrero, matador de cerdos y reses, aguador, leñero, alarife, carpintero, aunque había una elevada cantidad de personas dedicadas a la arriería; especifica el documento que la mayor parte de estos oficios se desempeñaban en los niveles de “aprendiz”, “oficial” y “maestro”. En algunos casos el padrón registra los nombres de comulgantes importantes, como es el caso del reconocido minero Manuel de Moya, dos maestros de escuela: el español Pedro Rivera y el mestizo Cayetano Enríquez, así mismo se consigna a un “maestro cirujano”, el español Antonio del Castillo y un maestro en farmacopea el también español Tadeo de la Carta; había así mismo un maestro de música, Josph Zánchez (sic) y dos músicos: Manuel de Ayala y Manuel Gusmán (sic); finalmente, aparecen dentro del Padrón. Manuel de Castañares en su calidad de Alcalde Mayor, Joseph Tineo como tesorero de la Real Caja; Joseph Rodríguez Palacio, como contador en la misma Real Caja; Francisco Sevallos (sic), Palacio como Escribano Real, y Gregorio Tornos, como oficial mayor.
Es este el más completo y antiguo de los censos que se conserva de la comarca y resulta fundamental para entender la importancia económica de la comarca minera, que entonces vivía una de las muchas bonanzas de su historia, seguida, por cierto, de la mayor borrasca que sufriría años después, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX.
El documento que ilustra esta columna es la primera página del referido padrón de comulgantes de Lorenzana.

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