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Hace (4) meses
Las posadas, entre la tradición y el olvido

Noé Paredes Meza – columna

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A penas llega diciembre y nuestro México parece sumergirse en un letargo festivo que dura hasta el año siguiente y que nos envuelve en aromas, costumbres y recuerdos atesorados a lo largo de nuestra vida.
Son siete las festividades más importantes de la temporada y que enmarcan este último mes del año: el Día de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre; las posadas, que dan inicio el 16 y durante nueve días llenan de magia color y tradición nuestras comunidades y colonias; el día de nochebuena el 24; el día de los santos inocentes el 28; el año nuevo (31 de diciembre y 1 de enero; el día de reyes ( 5 y 6 de enero), culminando la temporada el 2 de febrero, Día de la Candelaria.
El vínculo religioso con las posadas, tienen su origen en el surgimiento del cristianismo en nuestro país y se realizaron con el fin de ir sustituyendo las festividades dedicadas al dios Huitzilopochtli, celebradas entre el 7 y el 26 de diciembre, de acuerdo con el actual calendario gregoriano; facilitando la conversión al catolicismo de los recién conquistados y que hoy forman parte esencial de nuestras tradiciones.
Con el consentimiento del Vaticano y del papa en turno, se comienzan a realizar en el siglo XVI las llamadas misas de ‘aguinaldo’ donde en coincidencia con los antiguos rituales a Huitzilopochtli, se repartían antes de la conquista, figuras comestibles de maíz alusivas a la deidad y que con el paso del tiempo, fueron dando paso a la entrega de fruta y dulces a quienes concurrían a estos festejos.
A pesar de que en su origen, fueron realizadas en los atrios de las iglesias, con la evolución de esta tradición popular, fue también trasladada a las calles y a las casas de los
parroquianos con la organización de la comunidad.
Desde el punto de vista sociológico, “vivir las posadas es la socialización primero con la familia, después con los amigos y por último con la comunidad y las relaciones laborales”.
La convivencia en esta y otras festividades, en los municipios, permite el fortalecimiento de las y los vecinos en los barrios y colonias de nuestro México. Sin embargo, la individualización ha hecho que las relaciones sociales se vuelvan limitadas, trasladando esa socialización secundaria a las discotecas o ‘antros’, desvirtuando el sentido principal de las posadas a simple festejo y excesos.
Esta tradición en nuestro país se ha ido perdiendo, ya que en la actualidad a cualquier festejo enmarcado en estas fechas malamente se le llama posada, sin que existan de por medio letanías, ni piñata, ni aguinaldos y mucho menos alguna alusión religiosa siquiera.
En un mundo hiperconectado, donde la satisfacción de lo inmediato parece ser nuestra única interpretación de la realidad, es necesario no dejar de lado nuestra verdadera esencia, nuestro sentido de ser y pertenecer, participando de forma colectiva en la preservación de nuestra historia, valores e identidad.
Y es esta pérdida de identidad de una sociedad la que influye de forma directa en la falta de arraigo y por tanto con el abandono de los pueblos.
Pueblos donde nacimos, crecimos y compartimos; donde la familia, los amigos y el tiempo de esparcimiento fueron clave fundamental en lo que hoy somos como personas.
Valores y modos de conducta que se conformaron en esos primeros años de vida y que nos acompañarán a lo largo de nuestra vida, en este gran país.

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