A diario las redes sociales nos sorprenden por la cantidad de momentos poco usuales que son captados en videos. Actos atrevidos, arriesgados, hasta situaciones increíbles se muestran en toda clase de publicaciones que, en ocasiones, se tornan virales y tienen cientos o miles de vistas.
A diario las redes sociales nos sorprenden por la cantidad de momentos poco usuales que son captados en videos.
Actos atrevidos, arriesgados, hasta situaciones increíbles se muestran en toda clase de publicaciones que, en ocasiones, se tornan virales y tienen cientos o miles de vistas.
Y si bien las redes sociales son usadas por niños, adolescentes, adultos y hasta personas mayores, resulta incomprensible que esos jóvenes, que son los que mayormente hacen uso de las mismas, aún no hayan comprendido que todos, absolutamente todos estamos expuestos a que nos balconeen en video y que de inmediato se haga viral cualquier pendejada que cometamos.
Y para muestra el ejemplo de una riña ocurrida en el salón de clases de una preparatoria, donde un estudiante visiblemente encabronado y haciendo gala de que es más fuerte y que sabe de lucha libre levanta a un compañero y luego lo arroja contra el suelo, nada más le faltaba lanzarse de la tercera cuerda y que el réferi le contara hasta tres.
O el enojo del chavo era tal que no pensó que sus compañeros estarían grabando toda la pelea o le valió madres y siguió amenazando al chavo que ya estaba vencido y se dolía del madrazo que se acomodó al golpear espalda con el piso de cerámica.
En pocos minutos el video se hizo viral y fue hasta entonces que las autoridades escolares se percataron de la agresión.
Con ayuda de sus compañeros, el joven agredido se fue al servicio médico, y según las lesiones, los médicos decidieron enviarlo al seguro social para que fuera valorado.
Más allá de si las autoridades educativas actuaron con oportunidad y diligencia en el caso, lo cierto es que nuevamente este tipo de agresiones ponen en evidencia los comportamientos cada vez más violentos de los jóvenes que, a la menor provocación, pueden responder mínimo con insultos, para luego pasar a los golpes. Y no son solo cachetadas o aventones, ahora son incluso golpes como los que utilizan los luchadores y que pueden incluso dejar paralizado al contrincante.
En esta ocasión analicemos con detenimiento las conductas de los chavos.
Resulta curioso que estos comportamientos sean el reflejo de una educación permisiva y en la que los padres cada vez pierden más autoridad, con tal de no molestar al niño o traumarlo, no ponen reglas ni limites y el niño o niña, va creciendo con la idea de que puede hacer lo que le venga en gana y sin tener consecuencias.
Pareciera un análisis simplón, pero los chavos ahora no tienen limites, los padres les tienen miedo y los profesores, antes personajes muy respetados, son ignorados por los jóvenes y si se atreven a llamarles la atención podrían ser señalados por los mismos padres que, cobardemente, prefieren culpar a los profes de lo que ellos no supieron educar en casa.
Así llegamos al caso de estos preparatorianos que hoy estan en la mira de la sociedad, que ahora muy moralista se escandaliza y pide sanciones para el agresor.
Por supuesto que debe de haber una revisión de los protocolos de actuación, tanto de los profesores dentro del aula, de los jóvenes en su actuar, el control de la ira y por supuesto que todos dejemos de hacernos pendejos ante acontecimientos que llaman a la sociedad a asumir responsabilidades y a establecer nuevas reglas de comportamiento, porque las que hay valieron para una chingada.
De qué va a servir que se reúna el Consejo técnico de la preparatoria para determinar las medidas a seguir después de esta cobarde agresión.
La sociedad debe retomar el control de la educación de los chavos y que padres, maestros y autoridades educativas recuperen el respeto que hace mucho tiempo se perdió.
Espero sus comentarios. Fb. bertha alfaro