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Hace (2) meses
Jitomatada hidalguense

La investidura como miembro del servicio exterior no significa que los personajes elevados a ese rango adquieran el linaje por ósmosis, porque, como dicen en el rancho: Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

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La investidura como miembro del servicio exterior no significa que los personajes elevados a ese rango adquieran el linaje por ósmosis, porque, como dicen en el rancho: Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

Y esto viene a cuento por el penosito desmadre de mensajes virtuales que se traen el ahora embajador plenipotenciario de México en Noruega, Omar Fayad, Omi, pa’ los cuates, y Carolina Viggiano, la Caro, pa’ las amigas, quienes protagonizan un carteo incesante que ya más parece pleito de mercado en el que se retan unos y otros a ver quién escupe más lejos.

Y es que no es para menos: el poder es el poder y dejar los privilegios en nombre de “servir al pueblo” nomás no cuadra.

Por un lado, están los políticos añejos que van de un cargo a otro y sin pena se han pasado años y años en la política siguiendo la ya tradicional leyenda de que “Si no soy yo, no veo a nadie más” y con ello se escudan de que el pueblo los necesita, lo cual no es para nada cierto, porque está comprobado que México y que Hidalgo han sobrevivido, incluso, a sus gobernantes, cosa que a los políticos que una y otra vez se postulan para cargos de elección popular les vale toneladas de madre.

Así que ahí van de nuevo a una contienda más, eso sí, con ánimos renovados, cómo chingados no, si el pueblo los necesita.

Pero como en esto de la política los hay de primera o VIP y los que le tienen que chingar, pues resulta que las leyes electorales están tan hechas a modo que, en eso de las primeras minorías y que sacando cuentas, pueden acceder a un escaño, ahora resulta que es más mejor apuntarse como de pluri y así se tiene garantizado el triunfo.

Pero como en todos lados se cuecen habas, también hay estrategias mañosas de algunos políticos, para estar en la mira de todos y que hablen de ellos, aunque hablen mal. Así que el flamante embajador de México en Noruega estaba dispuesto, en nombre del amor a los hidalguenses, a sacrificar sus comodidades en el palacio europeo y regresar a los caminos terregosos de Hidalgo para enfrentarse cara a cara con sus contendientes, antes cuates y hasta operadores políticos, que en su momento lo llevaron a ocupar la gubernatura, y ahí en el campo ver de qué cueros salen más correas o lo que es lo mismo, según ellos, ganar la elección con el sudor de su frente.

Así de pantera se puso el embajador a lo que la contendiente Viggiano no le hizo el mayor caso.

Ante tal desprecio, el embajador, con una actitud muy de la realeza, decidió retirarse y dejar el camino libre a los demás contendientes, aunque, dicen las malas lenguas —ya saben ustedes, esos que no tienen otra cosa qué hacer que estar metiendo cizaña— que el Partido Verde, por el que se quería postular Omi, dijo que mejor no, que gracias por participar.

Así que, como pleito de mercado, cada uno agarró sus jitomates y su bacalao y cada chango a su mecate, ahí será pa’ la otra.

PALABRAS MÁS, PALABRAS MENOS

Y ya que hablamos de políticos que parecen gatos de panadería, que no comen, ni dejan comer, resulta que a punto de cumplirse dos años de la conclusión de los foros para la Ley de Protección a Personas Defensoras de los Derechos Humanos y de Salvaguarda de los Derechos para el Ejercicio del Periodismo, quien preside la Primera Comisión de Legislación y Puntos Constitucionales nomás no se le da la gana de levantar el dedo para aprobar la ley que ya está en la cámara.

¡Qué pena por el diputado!, se le olvidó que es representante popular y los periodistas le valemos madre.

¿Y todavía tiene el descaro de buscar otra diputación y federal?

¡Qué huevotes!

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