El mariachi es musicalmente nuestro embajador del folclor alrededor del mundo, declarado por la Unesco en 2011 cómo patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, de ahí que el 21 de enero se celebra el Día del Mariachi.
Ya sea para amenizar una fiesta, una serenata a la persona amada, una catarsis etílico-musical al desamor, el mariachi representa lo más profundo de nuestra identidad como mexicanos, producto del mestizaje.
La palabra mariachi, es en sí un galimatías que atiende más o menos a tres posibles orígenes. Una de ellas atiende a un tablado donde los naturales de la nueva Galicia realizaban sus bailables.
Otra versión, señala que la palabra mariachi es un mestizaje formado por el castellano María y el coca shi, (son) y se refiere a las letras (en honor a María) y música (sones) que los habitantes de Cocula crean para adorar a la Virgen de la Pila (la Inmaculada Concepción), llevada a tal territorio por Fray Miguel de Bolonia.
Y la tercera, más turística y romanceada, se cree que es de origen francés (marriage) que significa matrimonio y que en una de las campañas del ejército francés en nuestro país en la guerra de los pasteles, así nombraban los soldados no sólo al festejo que se realizaban, sino también a la música que se tocaba para la ocasión.
Sea cual fuere el origen, el mestizaje de los instrumentos musicales, sí que son la materia prima de cómo se van adaptando en lo musical, por ejemplo, la vihuels, adecuada por los indígenas cocas allá por los años de 1700, así pues el origen reconocido del mariachi es en tierras jaliscienses.
Para fines del siglo XIX, existían ya en la tierra del tequila varias agrupaciones que se dieron a conocer en Cocula y Tecalitlán.
El mariachi llega a la ciudad de México en los primeros años del siglo XX con la agrupación de José García, pero es con la agrupación de Cirilo Marmolejo, cuando se introduce el traje de charro como más o menos lo conocemos, al igual que las trompetas.
Dado su origen, junto con el tequila, el mariachi era infravalorado y no fue sino hasta la campaña del general Lázaro Cárdenas, quien invitó al mariachi Vargas de Tecalitlán a su periplo electoral para amenizar los mítines alrededor del país.
Después de esto, el mariachi comenzó a resignificarse hasta ocupar el lugar que hoy lo conocemos como embajadores musicales de México en el mundo.
A la fecha, existen binomios insolubles de la fiesta y el trasnoche, asociados a la música de mariachi: la plaza Garibaldi, en la Ciudad de México, y la Plaza de los Mariachis, en Guadalajara.
Pero en cada plaza capital de nuestro querido México, los mariachis se reúnen en torno a la plaza principal para quienes ocupen sus servicios musicales.
Fuera de México y tan solo en un país de Latinoamérica, en Colombia, existen más de 3500 conjuntos musicales y más de 20 mil músicos que interpretan este género, lo que hace al país del café, como la nación fuera de México con más mariachis en
el mundo.
En otras latitudes, la música vernácula, popularizada por otro entrañable personaje como Vicente Fernández ha hecho que estás agrupaciones se encuentren a lo largo y ancho de los cinco continentes llevando la representación musical de México, su tradición y el legado cultural de quienes somos gracias al maríachi.