El Conde de Regla en la imaginaria de la historia hidalguense (primera de tres partes)
 
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Trece años de labor periodística de Criterio
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Personaje controvertido a la luz de la historia regional de la Comarca Minera, Pachuca-Real del Monte, Pedro Romero de Terreros es un personaje ambivalente, que por un lado es ensalzado por sus obras pías en favor de los conventos de Santa Cruz en Querétaro y San Francisco en Pachuca y, por el otro, se considera como empresario explotador de trabajadores al interior de sus minas en la llamada veta vizcaína, quienes llegaron, inclusive, a protagonizar la primera huelga obrera documentada en nuestra historia.

No existe estudio de la historia dieciochesca de esta región, en la que no aparezca su imagen como factor determinante en el desarrollo de la vida social, política y religiosa de estas tierras mineras, donde destacó muy por encima de las decenas de inversionistas regionales.

Nació don Pedro el 29 de junio de 1710 en la villa de Cortegana; arzobispado de Sevilla, hijo legítimo de don José Felipe Romero González Vázquez y doña Ana Terreros Ochoa y Castilla; sus primeros años transcurrieron en su lugar natal, donde realizó sus primeros estudios y pasó después, dicen sus biógrafos, a matricularse en la afamada Universidad de Salamanca, aunque ninguno señala cuál fue la especificidad de sus conocimientos.

En los primeros días de 1728, Pedro se vio obligado a dejar sus estudios en Salamanca a fin de venir a la Nueva España, donde Francisco, su hermano mayor, había muerto repentinamente en Veracruz, dejando como herederos de una gran fortuna a sus padres. Llegó el joven Romero de Terreros en noviembre de ese mismo año —contaba con apenas 18 años cumplidos— y de inmediato se aplicó en realizar los trámites de la herencia de su hermano en favor de sus padres, para lo cual se alojó en Ciudad de México. Pero es el caso que de México se vio obligado a trasladarse a la ciudad de Querétaro, donde residía su tío Juan Vázquez de Terreros —un reconocido comerciante—, aquejado de una grave enfermedad que le impedía manejar los negocios de su gran empresa de comercio, entonces amenazada con la ruina total y Pedro accedió a ayudar al entrañable hermano de su padre.

Emprendió Romero de Terreros con gran diligencia la marcha de los negocios de su tío; ajustó cuentas e inició nuevas medidas, inclusive, se puso al frente de las caravanas de arrieros que conducían largas recuas en las que se transportaban diversos enceres a destinos como Pachuca y Real del Monte, donde la minería era la principal actividad de sus habitantes.

El Conde de Regla en la imaginaria de la  historia hidalguense (primera de tres partes)

La estancia de Pedro Romero de Terreros en Querétaro fue fructífera, pues independientemente de haber rescatado e impulsado el negocio de su tío Juan Vázquez fue distinguido con los nombramientos de alcalde ordinario, alférez real y alguacil mayor de aquel crecido vecindario que recibió, dicen quienes de esto escriben, innumerables beneficios, principalmente los frailes del convento franciscano de Santa Cruz, de donde partían grupos para evangelizar la intrincada Sierra Gorda y las alejadas provincias del norte.

Fue en uno de los tantos viajes de negocios realizado por Romero de Terreros a la comarca Pachuca-Real del Monte que conoció a don José Alejandro Bustamante y Bustillo, un afamado minero de esta comarca, dueño de innumerables minas ubicadas en la llamada Veta Vizcaína, por entonces, inundadas con las aguas del manto freático que impedían su explotación. Pero Bustamante había ideado ya la manera de drenarlos mediante la construcción de un contrasocavón que en principio partiría de la depresión de Azoyatla, hasta llegar a la veta que estaba en un punto más alto en Real del Monte, con lo que se drenarían las aguas.

Si bien la empresa parecía fácil, lo cierto es que era sumamente arriesgada y costosa. Bustamante logró en 1739 que el virrey Juan Antonio de Vizarrón le otorgara permiso para construir el contrasocavón; sin embargo, como la obra era improductiva mientras se construía, los fondos de Bustamante se agotaron y a punto estuvo de no seguir, de no haber sido por Romero de Terreros, quien, primero, le otorgó los prestamos necesarios para continuar los trabajos y luego terminó asociándose en esa empresa.

Terreros y Bustamante firmaron un convenio de sociedad a finales de 1741, en el que establecieron que, a la muerte de cualquiera de ellos, el otro continuaría la obra y sería dueño de todas las riquezas que arrojara la producción de las minas beneficiadas en Real del Monte. Tres años después de firmado el contrato, ambos asociados se percataron de que la obra resultaba inviable, por lo que decidieron cambiar la ruta del socavón al lugar conocido como depresión de Nuestra Señora de Aránzazu, que era más profunda y cercana a las Vetas de la Vizcaína; pero Bustamante no vivió para ver concluido su proyecto, pues murió en 1750, quedando Romero de Terreros como único dueño de los beneficios de la obra.

Los trabajos fueron concluidos hasta 1759, convirtiendo casi de inmediato a su propietario en el hombre más rico de su tiempo en la Nueva España, pues gracias a su habilidad empresarial, pronto reinvirtió muchas de sus ganancias en adquirir ricos fundos mineros en los Reales de Pachuca y de Arriba —hoy San Miguel Cerezo—; también, amplió notablemente las actividades de refinamiento de los minerales obtenidos en sus minas a través de la construcción de haciendas de Beneficio en Omitlán y desde luego, las más importantes y hermosas levantadas en Huascazaloya —Huasca—, San Miguel, San Antonio y San Francisco, donde inclusive estableció su residencia permanente.

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