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Hace (15) meses
Todos somos pueblo
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Muy de mañana Alfredo sale de su casa en la colonia Militar, en la zona alta de Pachuca, y ahí comienza su pesadilla mañanera.

Camina rápido, como si alguien lo viniera persiguiendo, y es que en estas colonias la delincuencia está violenta, así que los vecinos andan con culitos a la pared y bien alertas, mirando a todos lados.

Una vez pasado el primer filtro, Alfredo se debe enfrentar a otro infierno: sobrevivir a un viaje en el transporte público.

Día tras día, Alfredo le reza a cuanto santo le llega a la mente, pidiendo al cielo que no se suban los malandros a chingarles los pocos pesos que lleva para medio comer y regresar sano y salvo en la Urvan a su casa.

Pero no todos los días Alfredo puede tener la misma suerte, así que hace solo unas semanas ocurrió lo que les ocurre a los pasajeros de estas camionetas.

El joven iba deprisa a su trabajo y, como siempre, se subió a la Urvan; no habían pasado ni 10 minutos de trayecto cuando el chofer decidió meterse por unas calles que normalmente no son parte del recorrido.

En el transporte solo iban Alfredo, otros tres pasajeros y el chofer; de pronto uno de los que se hacía pasar por usuario del transporte sacó un cuchillo y amagó a los otros tres ocupantes, les quitó sus pocas pertenencias y muy tranquilo huyó del lugar llevándose un ridículo botín, pero que representaba para las víctimas un día de trabajo.

Por supuesto, el chofer, que seguramente está en contubernio con los delincuentes, no hizo nada y dijo que él no se había dado cuenta de nada, ni había escuchado nada porque tenía los audífonos.

¿Es en serio?

¿Así son las cosas en estas colonias de la periferia?

Ante la delincuencia no hay quién se faje los pantaloncitos y les ponga un alto a esta bola de delincuentes que, curiosamente, atacan a los más fregados.

¿Pos no que el pueblo es bueno y sabio?

No lo parece, porque resulta que los malosos también son pueblo y de manera muy culera afectan al pueblo.

Y mientras las víctimas tratan de protegerse de los delincuentes, la policía se está comiendo los mocos y los ladrones haciendo de las suyas.

Habría que checar las estrategias para enfrentar este tipo de delitos que afectan a una gran parte de los usuarios del transporte público, porque los asaltos se dan todos los días.

Es cierto que no somos como Ecatepec, Tecámac o el mismo Tizayuca, donde los asaltantes son los mismos policías, pero para allá vamos si las autoridades no se ponen las pilas.

Otros afirman que esa política de “abrazos, no balazos” de plano no está funcionando y en el imaginario hay la percepción de que los delincuentes jamás serán castigados; lo más que pueden sufrir es un regaño de su madre, si es que tienen.

 

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