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Hace (15) meses
La historia como bordón
Marco Moreno
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Hablar la historia y apropiarla para expresar desde ella las decisiones que se adoptan y la forma en que se plantea el poder y la defensa de este, no implica en muchas ocasiones que se tenga razón.

Estar sinceramente equivocado, en política no es igual a no pasa nada, porque al final la política es una decisión personal que se expresa en el colectivo social y con marcadas consecuencias y, si esa decisión, no se acompaña de un proceso de crítica y autocrítica, los resultados suelen ir más allá de lo esperado.

Ya en 1994, un grupo de mexicanos, un puñado quizá, aseguraban, en un documento denominado Parte de Guerra, que la revolución mexicana estaba secuestrada, metida en los museos, manoseada, enseñada a medias en las escuelas.

Ese grupo de mexicanos se erguía en medio de la persecución, de la lucha por la tierra y la justicia social. Es parte de la historia moderna del país, la que se ha buscado suprimir y dejar de lado porque señala e involucra a quien es presidente, en la lucha intestina por el poder.

Sin embargo, esas partes no se cuentan, no se mencionan, la historia presidencial, son apenas notas que hacen referencia a momentos históricos, pero les hace falta, contextualización, diría el mismo presidente.

Al lado de las declaraciones del presidente de la república sobre conservadores y liberales, surgen los mensajes comunistas, llenos de ese aspiracionismo teórico que persiguen de manera cotidiana algunos miembros de Morena.

Frente al discurso Juarista del presidente, las citas de pasajes de libros de Marx, de Engels, de Lenin, ninguno sobre Che Guevara, tampoco sobre Rosa Luxemburgo, para muchos escritores menores del socialismo.

Al lado del positivismo juarista, la visión comtiana de la vida, la declaración de la cuarta transformación de la vida pública del país, sostenida por ingentes referencias la historia nacional que permiten, al presidente, igualar su actuar al de aquellos que se han considerado héroes de la patria.

Los que saben, dirán que, en efecto, nos está yendo bien en el país y hacen referencia a la fortaleza del peso y entonces, a pesar de las citas comunistas, ponen encima de la mesa la solidez del capitalismo dependiente mexicano, en una necesaria defensa de la realidad que dicen transformar.

¿Pero qué sostiene verdaderamente al peso? Pues allá por el año de 1994 “la crisis financiera y cambiaria propició el desprendimiento del tipo de cambio como ancla nominal de la economía y la adopción de un régimen flexible o de libre flotación” dice Oscar Pérez-Laurrabaquio en su artículo “Banco de México: 25 años de libre flotación”.

Eso que es una de las medidas neoliberales de mayor calado en la economía mexicana es lo que se festina como un logro de la actual administración, pero Isabela Cota en su artículo “El peso mexicano: mitos y realidades de una de las monedas más estables del momento”, asegura que “el peso mexicano es muy fácil de vender y comprar en mercados financieros globales las 24 horas del día, cinco días de la semana. Esto la ha convertido en la favorita de operadores, o traders, que quieren apostar a favor o en contra de países emergentes en todo el mundo”.

Además de ello, es importante reconocer que la globalización va en retroceso, que México no es el único que se ha cerrado en sectores claves como el energético, pero además en México, continua la inversión directa extranjera y las remesas como un gran soporte de la economía nacional, parte importante de la apreciación del peso mexicano.

Bueno, pero la historia se hizo para contarse y usarse en la argumentación política e ideológica, pero para ello es fundamental que cada uno de los que la usan, la contextualicen de manera adecuada, de forma correcta.

Pues, por ejemplo, frente a la declaración de que ningún gobierno se había preocupado por la economía, surge la autonomía del Banco de México y la libre flotación del peso como una forma de evitar las crisis y las devaluaciones.

Se corre el riesgo de que la historia se convierta en un bastón deforme e inútil para apoyar las argumentaciones de pulcritud y transformación.

Por cierto, en aquel documento, “Parte de Guerra”, el puñado de mexicanos que levantó la voz aseguraba que la economía nacional, había sido atrapada por la oligarquía financiera y dictaba el destino de la pobreza a la inmensa mayoría de los mexicanos.

Pero además de ello, fueron capaces de levantar la voz y asegurar que una revolución estaba en marcha, que era la revolución de la vida digna y que esta no se encontraba en los partidos políticos, sino que transitaba las calles, los senderos se establecía en los grupos sociales, en las comunidades, en las escuelas y los centros de trabajo.

Hoy el lenguaje presidencial retoma las luchas libertarias del pasado y las trae al presente para recrearlas, para usarlas como escenografía, en la que entran y salen los actores por el escotillón de la puesta en escena de la cuarta trasformación.

A pesar de ello, cada día, crece el número de personas a las que ya no les da miedo ser llamados aspiracionistas o ladinos de una manera peyorativa excluyente y discriminatoria, crean redes sociales esplendidas que involucran a cientos y cientos de personas de diferentes partes del país. Desde el 13 de noviembre, han crecido y se han multiplicado por todo el país.

Una vez más. “Una revolución está en marcha, la revolución de la vida digna” y no es precisamente la que se anuncia desde la conferencia matutina.

 

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