El encuentro entre Andrés Manuel López Obrador y Donald Trump derivó, de un augurable fracaso, a un éxito incuestionable. El presidente mexicano empezó a cambiar el rumbo de la diplomacia. Con su actuación, clara, mesurada y sólida, demostró su talla de estadista.
Por los primeros resultados y la perspectiva que se abrieron en Washington para las relaciones México-Estados Unidos, comenzó una mudanza de las ancestrales costumbres, de la tradición, la Historia.
Se quebró un pasado denigrante, humillante y ominoso, basado en la fuerza del país vecino, movido básicamente por sus intereses; para los norteamericanos, indiscutiblemente legítimo; para los mexicanos, la mayoría de las veces, excesivo, abusivo e injusto.
El presidente López Obrador, con el estilo de parquedad, austeridad y serenidad que lo caracterizan en todos los actos de su vida pública, logró lo que ninguno de sus antecesores: que un jefe de la Casa Blanca, ostensiblemente respetuoso, reconociera lo que se ha hecho en pro de ambas naciones y hasta se confesara amigo de su invitado.
La mesura que nunca se esperó de Trump, fue notoria y patente frente a su huésped; la cortesía, que no ha sido una de sus características, brilló el miércoles como muy pocas veces ante su distinguido visitante, a quien dispensó un trato inesperadamente amable, cálido y cordial.
Aún dentro del protocolo, que en la diplomacia es especialmente rígido y acartonado, los dos jefes de Estado se expresaron elogios mutuos, ponderaron el enorme avance que consiguieron con la entrada en vigor del T-MEC, del que Canadá también es socio, y se comprometieron a trabajar de manera conjunta para que la Unión Americana y México entren de lleno en una etapa de armonía, seguridad y prosperidad.
La prueba, en la que todos veían un seguro descalabro, pero que fue sobradamente superada, evidencia la verdadera dimensión política de AMLO.
Respecto del candidato demócrata, si gana las elecciones y si se ofrece, tiene a Maquiavelo: “Un gobernante prudente no debe cumplir lo que promete cuando ello vaya en contra de sus intereses, ni cuando ya no existan las razones que lo llevaron a comprometerse (…) jamás han faltado excusas legítimas a un príncipe que deseara incumplir honorablemente su promesa”.
El capital político que tantos temían que perdiera, se le multiplicará. De seguir aquí en la línea que mostró en uno de los foros políticos más importante del Planeta, su posición y su futuro político se fortalecerán tanto interna como externamente.
Empero, hay que decir que la grandeza y la destreza políticas con las que AMLO sorprendió al mundo, que le son absolutamente innatas y propias, se combinaron felizmente con la estrategia y las acciones fraguadas, desplegadas paso a paso, acompañadas y celosamente vigiladas por uno de sus colaboradores más preparados y experimentados; eficaces y leales.
En gran medida, el sonoro éxito presidencial en Washington estuvo en las manos del canciller Marcelo Ebrard Casaubón, quien, una vez más —dadas su visión, sensibilidad y capacidad operativa, ratificadas en cuanto asunto su jefe lo hace responsable—, demostró su talento, prudencia y discreción para dar lo mejor que sabe hacer: resultados satisfactorios, consistentes y oportunos.Sotto Voce… A la inminente llegada de Emilio Lozoya a territorio mexicano, se suma la detención de César Duarte. Hay escepticismo sobre si las declaraciones de uno y otro involucrarán a personajes de primer orden de la administración anterior. Si así sucede, sería la primera vez en nuestra historia política reciente. Abonaría a la estrategia presidencial de combatir la corrupción a esos niveles…impactante, sorprendente y admirable, que por primera ocasión un presidente de México haya volado a una visita oficial en clase turista. Su sencillez contrasta con el despilfarro, el exceso y la ofensiva frivolidad de todos sus antecesores, que usaban el avión del gobierno como su juguete favorito para organizar bacanales con sus cuates y compadres.
Óscar Mario Beteta
