De los 19 mil 846 habitantes que tenía hasta 2021 el municipio de Chilcuautla, 6 mil 997 son vulnerables por carencia, mientras que otros 8 mil 651 perviven en pobreza moderada y dos mil 546 sufren de pobreza extrema. Además, casi diez por ciento de ellos sufren de carencias en calidad y espacios de vivienda, algunos tienen pisos de tierra, casas con techos o muros hechos de materiales y hacinamiento. Bajo estas condiciones, su alcalde, Valente Martínez Mayor, defendió ayer su salario, que superan 59 mil pesos.
De acuerdo con él, a pesar de que vive en un municipio pobre, él se merece dicho salario, la pregunta es si sus gobernados opinan lo mismo. Hace tres años, cuando Valente comenzó su mandato, percibía poco más de 30 mil pesos, pero al subirse a esa pequeña hoja de papel llamada poder sintió ser digno de un aumento mayor a 29 mil pesos.
Y al parecer esa codicia es contagiosa, pues en Tepeapulco, donde 17 mil 544 de los 59 mil 326 habitantes viven en pobreza, la alcaldesa Marisol Ortega ha aumentado su salario 14.51 por ciento, así, porque seguramente cree que se lo merece.
Así, porque puede, la alcaldesa gana actualmente 44 mil 122 pesos, cuando en 2020 llegó con un salario de 39 mil 138 pesos, algo más que digno para un presidente municipal de un pueblo que vive aún con condiciones de pobreza.
Es cuando nos preguntamos qué hacen los diputados para que estos alcaldes abusivos respeten los tabuladores, pues dudo que sus gobernados estén conformes con que se suban sus salarios de maneras tan descaradas, más en años de crisis, cuando la ciudadanía vive en medio de los aumentos de precios, impuestos y de servicios.
