De las 24 horas que tiene el día este músico duerme más de 20.
Sucede que una noche soñó una melodía de inefable belleza, más bella que cualquiera de las que compusieron Mozart, Schubert o Chopin. Esas notas, pensó, lo harían inmortal; le darían eterna gloria.
Por desgracia cuando despertó la había olvidado, y ya no pudo recordarla. En vano intentó traerla a la memoria. Cuando iba al piano a tratar de reproducirla lo único que le salía eran temas adocenados, chabacanos.
Por eso ahora duerme más de 20 horas cada día. Cree que así la melodía se le presentará otra vez. Tiene sobre el buró pluma y papel pautado a fin de saltar de la cama cuando sueñe otra vez aquellas maravillosas notas y escribirlas al punto. Pero no sueña la música esperada. Se desespera entonces.
Compadezco a ese músico. Yo también tengo un sueño amado, y quisiera soñarlo, pero se me niega. Quizás alguna vez lo soñaré, y alguna vez quizás el músico soñará su melodía. Pero es difícil que eso pase. La vida que una vez viviste ya nunca la vuelves a vivir. El sueño que una vez soñaste ya nunca lo vuelves a soñar.
¡Hasta mañana!…