Viernes negro, crónica de la tragedia en Tlahuelilpan
 
Hace (51) meses
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Angel Barañano
Juan Crlos Villegas

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A casi un mes de haber tomado cargo como presidente de México, Andrés Manuel López Obrador lanzó un plan de combate al robo de combustibles que desembocó en lo ocurrido en Tlahuelilpan.

El 27 de diciembre de 2018, ordenó el cierre de oleoductos vulnerables al huachicoleo, lo que provocó la escasez de gasolina en estados como Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Querétaro y Ciudad de México; a inicios de 2019 ya se había generalizado en todo el país.

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Viernes, 18 de enero de 2019

16:30 horas. A través de redes sociales circularon fotografías y videos de multitudes que llegaban a un lugar en Tlahuelilpan; llevaban garrafones, botellas, bidones y hasta tambos de todos tamaños: uno, cinco, 40 o 200 litros;  no importaba la capacidad de almacenaje, lo que interesaba era abastecerse del preciado combustible a cualquier costo.

En las imágenes se constató la presencia de fuerzas de Seguridad de los tres órdenes de gobierno, las cuales llegaron a resguardar el perímetro, pero se mantuvieron a distancia por temor a una agresión de parte de la masa o confrontarse con ella.

Habitantes de ocho municipios hidalguenses y hasta un vecino de Apaxco, Estado de México, se dieron cita en el alfalfar del paraje conocido como Potreros, en Tlaxcoapan; sin embargo, acudieron al sitio donde más tarde morirían consumidos por las llamas “porque en Tlahuelilpan regalaban gasolina”.

17:45 horas. Ángel Barañano Guerrero, director de Protección Civil (PC) de Tlahuelilpan, rememoró que la tarde de aquel viernes negro le avisaron que unas 800 personas se arremolinaban “jubilosas” en torno a una charca de gasolina que emanaba de una toma clandestina en el oleoducto de Pemex Tula-Azcapotzalco. Con el descenso de la temperatura pensó que “la explosión era inevitable, solo era cuestión de tiempo”.

18:42 horas. El pronóstico se cumplió, se incendió el oleoducto. Una presunta acumulación de gases ocasionó el estallido; la escena que empezó como un jolgorio un par de horas atrás, ahora se convertía en un infierno de altas temperaturas, de hasta 800 grados centígrados en el punto crítico, de acuerdo con Barañano Guerrero.Tlahuelilpan

El socorrista narró que llegó apenas 10 minutos después de la explosión, pues menos de 4 kilómetros separan a la dirección de Protección Civil de Tlahuelilpan del paraje de la deflagración, que, al transcurso de los meses, cobró la vida de 137 personas: 68 perecieron en la zona cero y 69 en distintos hospitales de México y Estados Unidos.

18:52 horas. Ya en el sitio de la tragedia, se enfrentó a la impotencia de ver cómo amigos, primos, sobrinos, padres, madres, vecinos, tíos, cuñados y compadres corrían en busca de quién los ayudara a apagar las llamas que consumían sus cuerpos.

El fuego no respetó género o edad, acabó con todos: mujeres, hombres, niños, jóvenes y ancianos perecieron inmolados por igual, recordó.

El directivo admite que no pudieron hacer nada por salvar la vida de quienes literalmente se convirtieron en antorchas humanas, —se le quiebra la voz— “el recuerdo duele, y duele bastante”.

No obstante, un momento después reflexiona y concluye que se hizo todo lo posible con el equipo que se tenía.

Tlahuelilpan

“Tomamos decisiones, no nos podíamos amilanar ante lo que estaba pasando o las consecuencias hubieran sido peores.

Mi jefe de turno se quería doblar y le dije: ‘No, no te vas a rajar, para esto te alquilas y ni modo, hay que entrarle’”.

Con coraje, evocó la limitante con la que se atendió el siniestro en un inicio: solo cuatro ambulancias operadas por igual número de socorristas.

“Si hubiéramos tenido más, quizá las cosas hubieran cambiado…; el hubiera no existe, pero tal vez en este momento hablaríamos de algo distinto, probablemente no en el número de muertes, pero sí en las condiciones que terminaron los cuerpos”.

https://youtu.be/I1tOTYC9-iE

El socorrista aseguró que, con una mejor actuación, hubiera cambiado el estado en que acabó la mayoría, “no hubieran quedado reducidos a cenizas, sino en los huesos: con huesos es más fácil identificar a los familiares, y no habría tantos comentarios ni tanta duda”.

Narró que el problema fue que de pronto llegó apoyo en exceso, tanto, que hasta se estorbaban entre sí, mientras los cuerpos, que fueron alcanzados por el fuego, seguían consumiéndose.

Por ello, aseguró que el momento clave de esa noche fue cuando junto con sus compañeros de Tula y Tlahuelilpan decidieron “ya no hacer caso de tanto jefe que solo daba órdenes y que pretendían hacerse los héroes”, sino guiarse por los conocimientos adquiridos en tantos años de servicio y entrar a apagar el fuego.

Tlahuelilpan

Lamentó que desde esa tarde-noche, el dolor, la frustración, el coraje y el miedo se hayan apoderado de Tlahuelilpan y dijo que quizá la explosión no se focalizó geográficamente en su zona, pero que el cataclismo sí los hizo presa totalmente… “Transformó la realidad social de nuestro territorio”.

Revivió la desesperación de aquel momento e indicó –con coraje y frustración–: “Gracias a tanta estupidez e ineptitud de tantos jefes, el resultado se modificó para mal”.

 

Febrero 2019, las cosas se fueron “enfriando”

En entrevista, el directivo fue autocrítico y admitió que personalmente se desentendió del tema cuando las atenciones de “la tragedia” ya no fueron del área de su competencia. Aseveró que así pasó con varios más: “Sabemos que se empiezan a enfriar las cosas y se empiezan a poner pretextos para hacer llegar los apoyos (…) ya no hay, ya se acabó, fue todo; la gente de alguna manera ya sabe y espera esto”.

Sin embargo, compartió que varios afectados de su municipio le comentaron que no los habían ayudado. “Habría que investigar a fondo bien qué pasó, pero al menos a mí sí me tocó ver a personal de PC federal hasta el mes y medio después, viniendo a preguntar por los sobrevivientes, hasta nos encargaban comisiones”.

Tlahuelilpan

Aún falta atención

El mando revivió fechas cercanas: “El Día de Muertos, 1 y 2 de noviembre, la gente estuvo muy triste, el municipio emanaba un aire sepulcral, y no se diga la zona cero”.

Sostuvo que todo es peor, si se toma en cuenta que la mayoría de los mexicanos se sienten con el derecho de juzgar y señalar: “Los afectados es lo que menos quieren, que se les etiquete”.

Lamentó que sea un comportamiento que se da muy frecuente en Tlahuelilpan, explicó que como dirección de PC continuamente dan capacitaciones en las escuelas y que el propio personal de los colegios les dice: “Es un niño de los que quedó huérfano tras la explosión”. Aceptó que es muy doloroso enfrentarse a esa realidad. “Los niños viven porque abren los ojos y respiran, pero no son felices”.

Meditabundo, el apagafuegos reflexionó: “Yo como ser humano te puedo decir que esta emergencia no ha sido bien atendida ni en la parte psicológica ni en la parte humana”.

Miguel Ángel Martínez

Tlahuelilpan

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