Aunque hasta hace algunos meses resaltaba un color verde brillante en el que las vacas y sus crías podían pastar, ahora los arbustos se han tornado amarillentos y la tierra se encuentra seca y con cuarteaduras, en el ejido San Miguel de las Piedras, ubicado en Tula de Allende.
En medio de ese lugar, una parcela se encuentra abandonada. Sobre la tierra que debió producir maíz apenas quedan unas cuantas mazorcas secas, más diminutas que la palma de una mano, que dan cuenta de los estragos que ha causado la sequía en los últimos años.
Ni en esa milpa seca, que al menos debió dar dos toneladas, ni en dicho ejido, conformado por 800 hectáreas de riego, hubo producción, aseguran Francisco Vilchis Jiménez e Inés Eulogio Casas Flores, integrante de la Comisión Ejecutiva y responsable del área técnica del Movimiento Social por la Tierra (MST), respectivamente.
Ambos plantean que, en la última década, la producción agrícola en Tula de Allende disminuyó 40 por ciento, pues tan solo en 2020 las heladas registradas en la región provocaron que la suelo diera la mitad de lo que se tenía previsto: “La producción es muy errática”, afirmó Vilchis.
Aunque sostiene que los ciclos de siembra “eran muy estables” —es decir, cuando tenía que llover había precipitaciones, entre mayo y septiembre—, ahora el agua de lluvia no cae, causando estragos no solo en los cultivos de temporal, sino en el ganado y en alimentos.
Los emeseteístas advierten sobre la posible instalación de paneles solares en San Miguel de las Piedras, pues incluso la empresa que estaría encargada de su operación, cuyo nombre desconocen, ya cuenta con una estación meteorológica para verificar las condiciones de viento y radiación solar.
Al respecto, Nelson Ramírez Martínez, ganadero de la región, explica que hay dos grupos en el ejido: uno a favor de la instalación de los paneles solares y otro, en contra, al que pertenece, pues argumenta que la puesta en operación de dichas placas “afectarán aún más” las condiciones de sequedad que padecen.
El hombre lamenta que durante 2021 perdió 26 cabezas de res y, en lo que va del presente año, han muerto 17 por falta de agua para beber. Si una vaca muere, representa una pérdida de entre 15 mil y 20 mil pesos, sostiene.
Además, abundó en que que, de diciembre pasado a la fecha, “como en los últimos años”, la región padece la situación, y aunque podría llevar a su ganado a beber a la presa Endhó, prefiere no hacerlo, pues la contaminación de ese cuerpo de agua pone en riesgo la vida de sus animales, como lo hizo hace algunos años, cuando se le murieron seis vacas por la polución.
Cerca de San Miguel se ubica el embalse que, además de ser lo suficientemente grande como para que no pase desapercibido por la vista, es el sentido del olfato el que les indica a los habitantes de la Ciudad de los Atlantes que a diario conviven con aguas pestilentes provenientes de la capital del país.
En tanto, Casas Flores explica que con el agua de la presa Endhó se riegan cultivos de Tula, Tepetitlán, Tezontepec de Aldama, Chilcuautla, Progreso y Alfajayucan, por lo que dijo que es importante que sea saneada, a efecto de favorecer la salud pública y evitar la contaminación al ganado y cultivos.
Los integrantes del MST añaden que además de la sequía que afecta a los cultivos de la región, hay dos circunstancias más que vulneran la continuidad de la actividad agropecuaria: la migración a Estados Unidos, pues al ya no ser rentable el agro, hay campesinos que ya no se dedican a él; y el huachicoleo, que se ha convertido en una “forma de vida” a la que aspiran a dedicarse niños y jóvenes.
DEJAN EL CAMPO
En comunidades de la región Tula, como Xijay, Santa María Daxtho, San Pedro Nextlalpan y Santa María Ahuehuepan, campesinos han abandonado la tierra y migrado a Estados Unidos
Además, hay menores que manifiestan abiertamente su deseo de no ser campesinos, sino huachicoleros
Yuvenil Torres | Tula de Allende
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