¿Por qué 51 niños de Huejutla “han sido privados del derecho a la educación”?
Los menores, provenientes de las comunidades Coamila y Rancho Nuevo, están albergados, junto con sus familias, en el auditorio municipal. Sus padres acusan indiferencia de las autoridades
Los niños deben deben escribir en el suelo y carecen de lo básico pasa su educación Foto: Salomón Hernández
Las condiciones en las que 51 menores de las comunidades Coamila y Rancho Nuevo, en Huejutla, desplazados por un conflicto religioso, están aprendiendo a leer y escribir echan abajo el discurso gubernamental de igualdad de oportunidades en la educación básica, señala Angélica Hernández Baltasar, miembro de la iglesia bautista fundamental La Gran Comisión.
Hernández Baltasar comentó que desde 2018, junto con un grupo de mujeres, ha estado enseñando a leer a niños y niñas de entre cinco y 15 años, quienes han sido privados del derecho a la educación en sus comunidades debido a su fe religiosa.
Hernández lamentó las precarias condiciones en las que se desarrolla este esfuerzo educativo, señalando que la mayoría de los niños solo cuentan con un cuaderno y un lápiz, y no tienen acceso a los programas educativos, como el de la Nueva Escuela Mexicana.
Sus padres acusan indiferencia de las autoridades
Por su parte, Juan Nicolás Hernández Solórzano, uno de los desplazados que se encuentran albergados en el auditorio de Huejutla, expresó su frustración ante la indiferencia hacia su situación por parte de las autoridades. Mencionó que sus hijos, a diferencia de otros que tienen aulas climatizadas y útiles escolares, deben escribir en el suelo y carecen de lo básico.
Las voluntarias que apoyan a estos niños no reciben ningún apoyo gubernamental, y las becas son inexistentes para ellos.
“Es triste porque no podemos comprar una mochila o zapatos nuevos, ya que no tenemos trabajo debido a las condiciones en las que estamos”, dijo Hernández, destacando que solo han recibido algunas donaciones de sus hermanos en la fe.
Concluyó señalando que conocen sus derechos, pero no saben cómo hacerlos valer, y considera injusto que se les exija una alta cuota para regresar a sus hogares, solo por profesar otra religión: “No salimos por nuestra voluntad, sino por una persecución religiosa”.
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