En esta temporada del año, con la aparición de muchos hongos en los bosques gracias a las lluvias y las condiciones climáticas, se realizan recorridos para recolectarlos. Un lugar emblemático para esta práctica es Acaxochitlán, conocido por la tradición de las nanacateras en la región. Nos recibió Felicia Tlalacalco Martínez, quien se dedica a esta actividad gracias a la herencia familiar que ha pasado por generaciones
En esta temporada del año, con la aparición de muchos hongos en los bosques gracias a las lluvias y las condiciones climáticas, se realizan recorridos para recolectarlos. Un lugar emblemático para esta práctica es Acaxochitlán, conocido por la tradición de las nanacateras en la región. Nos recibió Felicia Tlalacalco Martínez, quien se dedica a esta actividad gracias a la herencia familiar que ha pasado por generaciones.
La aventura comenzó en el Conservatorio de la Cocina Tradicional del Mundo, donde Felicia nos sirvió café caliente y pan de la región, mientras nos contaba cómo comenzó a cocinar desde muy pequeña y a recolectar hongos en familia. Después de un breve rato, caminamos por una vereda hacia el bosque. El color verde brillante de las hojas de los árboles y el pasto es una característica de esta zona, llena de belleza conforme los paisajes se revelan. Avanzamos mientras Felicia nos mostraba dónde encontrar hongos, cuáles eran comestibles y cuáles no.
Te puede interesar: Nanacateras, un conocimiento generacional
Felicia nos explicó que el nombre de nanacateras surge del náhuatl, donde a los hongos se les llama nanacatl. Las mujeres se han dedicado a esta práctica durante décadas, aprendiendo a diferenciar los hongos comestibles de los tóxicos o alucinógenos. En su niñez, le decían que eran los hongos y no los locos: los primeros son comestibles y los segundos son tóxicos o alucinógenos.
Llegamos al inicio del bosque, donde Felicia realizó un pequeño ritual para pedir permiso y protección a la naturaleza para recolectar hongos. Descubrimos todo tipo de hongos, algunos tan pequeños como una aguja y otros enormes que se debían tomar con ambas manos. Encontramos muchos comestibles y otros venenosos, con colores brillantes y llamativos.
Durante el recorrido, vimos yemas o amanitas comestibles, pancitas de llano o babosos, Amanita muscaria y la gemela malvada, una amanita venenosa. También había juanitos, xohuanes o xohuakes en parejitas de tres o cuatro. Felicia encontró orejas blancas, hongos grandes que estaban ocultos bajo las hierbas.
En el recorrido también estuvo presente Miguel Ángel Islas Santillán, doctor en Biología, quien compartió sus conocimientos sobre los hongos según su fisonomía, proporcionando una experiencia completa. Además de recolectar hongos, disfrutamos del paisaje arbolado y compartimos una ceremonia ancestral de conexión con la naturaleza.
Cerca del final de la caminata, el guía turístico Fulgencio Vargas Vargas nos contó la historia de la Piedra del Flojo, una narración transmitida por generaciones en su familia. Según la leyenda, un señor flojo que robaba hongos y otros alimentos se quedaba todo el día bajo una enorme piedra, hasta que un día desapareció. Se cree que la piedra se lo tragó, y los padres advertían a sus hijos que, si tenían flojera, la piedra los comería.
De vuelta en la cocina de Felicia, nos mostró cómo limpiar bien los hongos y preparó un caldo de hongos y un guisado con chile rojo picante, acompañados de tortillas recién hechas a mano. Esta experiencia es ofrecida por la Operadora Turística Indígena FFF, integrada por Felicia y Fulgencio, quienes tienen años de experiencia en los destinos y gastronomía de Acaxochitlán. Si quieres vivir esta experiencia de turismo rural, te invitamos a contactarlos y hacer tu reserva.
DATO
Información
Sara Elizondo | Pachuca
Únete a nuestro Canal de WhatsApp y recibe las noticias en tiempo real: https://bit.ly/3S0OztH