En las clases de civismo patriótico se enseña que el poder político está dividido en tres ramas: ejecutiva, legislativa y judicial. Se nos obliga a memorizar el “qué” pero no a comprender “para qué”.
En las clases de civismo patriótico se enseña que el poder político está dividido en tres ramas: ejecutiva, legislativa y judicial. Se nos obliga a memorizar el “qué” pero no a comprender “para qué”. La clave para entender la importancia de la división de poderes es que contribuye a la libertad. Montesquieu explicaba en El espíritu de las leyes que el equilibrio de poderes contribuía a evitar el despotismo en el que incurrían los monarcas cuando carecen de contrapesos. Cuando EUA alcanzó su independencia, se enfrentaron a un problema: ¿quién sustituiría la figura del rey como rama ejecutiva? Se planteó la elección de un presidente, con un Congreso y un Poder Judicial independientes. Surge la primera república moderna, basada en Montesquieu.
Por su parte, México alcanzó su independencia con un proyecto distinto al ideal republicano: fue consumada por grupos conservadores que rechazaban el modelo liberal de la Constitución de Cádiz y colocaron al realista Iturbide como emperador en 1821. Iturbide cayó por la rebelión liberal de Casa Mata, y se proclamó la República mexicana el 1 de noviembre de 1823. Un año después, se promulgó la primera constitución, que estableció una república federal con división de poderes. En este contexto, se creó el Senado, el cual se concibió como digno representante de la pluralidad del país, ya que los senadores representan a sus estados.
Algunas décadas después, el movimiento liberal mexicano, promulgó una nueva constitución (1857), más liberal que su predecesora; no obstante, fue abjurada por Porfirio Díaz, quien traicionó al liberalismo, instaurando una dictadura. La Revolución Mexicana produjo la Constitución de 1917 con sendas similitudes en cuanto a la organización del Estado, y agregó derechos económicos y sociales vanguardistas. Sin embargo, el partido surgido de la Revolución se tornó hegemónico y fundó un autoritarismo, donde el Ejecutivo tenía el control de las cámaras. Los ideales revolucionarios quedaron supeditados al arbitrio presidencial.
Exactamente dos siglos después de la fundación de la República, los que se dicen herederos del liberalismo, así como de los ideales de justicia y equidad revolucionarios, propugnan un gobierno autoritario, sin contrapesos, monopolizando lo que ellos interpretan que es la voz popular.