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Hace (5) meses
Barbarie o proyecto civilizatorio
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El mundo de hoy es incapaz de resolver conflictos armados. La barbarie se reproduce sin que las instancias multilaterales y supranacionales creadas para tales fines sean capaces de frenarla.

En lo que va del siglo XXI son cuatro los genocidios que la humanidad ha presenciado de manera pasiva: Darfur y los perpetrados contra los yazidíes a manos de ISIS, los Rohingya en Myanmar y los Uigures de China. Por distintos motivos ninguno de estos cuenta con sentencias judiciales. Los ataques criminales del 11 de septiembre dieron inicio a una guerra de Estados Unidos contra el terrorismo que generó un caos en Irak y Afganistán con un costo humano elevadísimo. Cuando fue asesinado Osama bin Laden, el presidente Obama declaró que se había hecho justicia. Perversa forma de concebir la justicia. La brutalidad de la guerra en Siria fue contenida con más violencia. La criminal invasión rusa a Ucrania contó con insuficientes respuestas internacionales. Ahora, la barbarie perpetrada por Hamás desató la barbarie israelí como respuesta. De no contenerse pronto, este conflicto puede desbordarse rápidamente.

En distintos momentos de la historia, la humanidad ha pretendido contener la brutalidad. Estos proyectos civilizatorios (por ejemplo, el evangelio y la Iglesia, la ilustración, los Estados, las instancias supranacionales) han buscado contener el horror, pero terminan fracasando.

El actual pacto civilizatorio nació después de la Segunda Guerra Mundial. Los garantes de este proyecto son la Declaración Universal de Derechos Humanos, la ONU que junto con el Consejo de Seguridad tienen como misión central garantizar la paz y seguridad internacional, y la Corte Penal Internacional (CPI) que tiene competencia sobre los crímenes que golpean la esencia humana (genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y el crimen de agresión).

El horror perpetrado por Hamás y la brutal respuesta de Israel ha revivido intensamente estas discusiones. Es importante hacerlo con menos filias y fobias. Al respecto, recomiendo ampliamente las declaraciones del fiscal de la Corte Penal Internacional y de la experta independiente relatora especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967.

En estos posicionamientos dejan en claro que existen obligaciones morales y legales, que la solución no pasa por la inhumanidad sino por las instituciones y preceptos civilizatorios, que los crímenes de guerra y de lesa humanidad de ambos bandos son evidentes. Hablan de la necesaria observancia de los principios de proporcionalidad y distinción para la protección de civiles, de la urgencia y obligación de permitir la entrada de ayuda humanitaria y de liberar a los rehenes.

Preocupa a la relatora que los discursos con “intenciones genocidas” se materialicen en los hechos. Desde ambos bandos se deshumaniza al oponente y se llama a “acabar con los infieles” de un lado y se hacen referencias bíblicas de Amalek del otro. Además de las implicaciones legales, el término genocidio tiene un gran peso político, moral y simbólico. Por ello es importante comprenderlo. Aquí un texto muy claro.

En palabras de Karim Khan, fiscal de la CPI, “la ley no es opcional, es algo que nos mantiene unidos y nos aleja de las puertas del infierno”. La CPI mantiene abierta una investigación sobre la situación de Palestina desde hace varios años. Tiene competencia por los crímenes perpetrados en y desde territorio palestino por lo que, a pesar de que Israel no reconoce la competencia de la corte, puede asignar responsabilidades a altos mandos israelís y palestinos por los crímenes atroces perpetrados desde 2014.

Jacobo Dayán

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