Vesti la giubba
 
Hace (32) meses
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Para la cocinera

1: A grandes rasgos, esta es la historia de Canio, director ambulante de la Commedia dell’Arte. A sus oídos ha llegado la noticia de que su esposa Nedda, primera actriz de la compañía, huirá con otro. Pero Canio no puede hacer nada, es la hora de abrir el telón, de mostrar lo que no siente, es el triste momento de actuar en un mundo con un reparto deplorable. Es hora de representar su papel dentro del escenario, frente a miles de personas que les importa un bledo lo que le está sucediendo; y por desgracia, su papel es el de Payaso. Transcribo la letra de la opera de Leoncavallo, Vesti la Giubba. ¡Actuar! ¡Mientras preso del delirio no sé ya lo que digo ni lo que hago! Y sin embargo, es necesario… ¡esfuérzate! ¡Bah! ¿Acaso eres tú un hombre? (ríe) ¡Tú eres Payaso! Ponte el disfraz y la cara enharina. La gente paga y aquí quiere reír, y si Arlequín te birla a Colombina, ¡ríe, Payaso, y todos te aplaudirán! Muda en pantomimas la congoja y el llanto; en una mueca los sollozos y el dolor. ¿Ah, ríe, Payaso, sobre tu amor despedazado! ¡Ríe del dolor que te envenena el corazón! A pequeños rasgos, esta historia me hace vibrar hasta la parte más pequeña por descubrir de cualquier molécula. Me hace sentir lo que soy, sinónimo del dolor de un amor destruido entre dos seres. Es hora de llorar, llorar a lágrima caída, a lágrima mojada…

2: ¿Dónde se encuentran los boletitos para aguardar turno y tener una oportunidad para estar con tu persona? ¿Cuán larga es la fila donde habré de esperar paciente y angustiado? Mujer que no conozco, mujer que camina, que se precipita y palpita al entrar partiendo plaza, mujer de muslos transparentes, ¿Cuánto tiempo más habré de esperar para decirte lo que siento? Padezco de ti, de tus papeles que colocas por debajo de tu brazo frágil, bondadoso; me dueles en todo el cuerpo, en los ojos donde naces y renaces, en la médula espinal, en la lengua y en la palma de la mano, a cada rato, punzadas en el sexo, dolor de muelas, traigo el alma cansada y fastidiada de no poderte tocar, cuando menos una nalga (con el pretexto que fuera), y tú con tu cara de estúpida no percibes nada, ni el acoso de unos ojos lujuriosos y perversos, y tu sombra distraída no se inmuta, maldita seas, maldita doscientas veces. Y yo con tantas palabras por delante de mi boca, con tantas sílabas y vocales que me abren paso hasta rozar tu voz; el espacio es ancho y larga la espera para que tú sepas de mis intenciones.

3: He tocado suelo, de pronto me acordé de las cantinas y aquí estoy, anodino, lúgubre, beodo. Harto de la vida de mentiras que yo mismo provoco; me he tirado al alcohol porque no encuentro otro modo. Demasiado amor, para alguien que olvida tan poco; demasiados insultos, demasiadas presiones. Uno es un tonto cuando de olvidar se trata, yo que los recuerdos los traigo en el paladar, en el olfato. Miro hacia dentro y me encuentro con los miedos, con litros y litros de alcohol que no desecho, nubes de tergal en los pulmones, dolores anudados, verdades a medias, senderos de muerte. Estoy a punto de colgar la toalla, y colgarme yo también, antes de que la infección de soledad caiga en mí y contra mí. Así que bebo, para olvidarme de las tardes, para olvidarme de su boca, para escupirle los momentos en el cuerpo, ¡como vino dulce que se vuelve amargo? Bebo para regresarle el carmín, regresarle las miradas, para recoger con espátula mis caricias, mis besos, los fluidos que dejé en su vulva, que nunca –y qué bueno– hicieron mella en su vientre-pesadilla. Bebo aprisa, para llegar temprano a la cita con el traje de madera que me espera para llevarlo de por muerte. Bebo, porque es cuestión de órganos, de camaradería, porque cuando el corazón está cerrado por derribo, el hígado entra al quite. Servir de reemplazo, en lo que esta víscera bomba se restaura, y vuelve a recibir la dosis de amor que necesita para poder seguir latiendo.
4: Bien, señorita, tus escritos me han sacado de quicio, me doy cuenta que te alicataron también el cerebro. Escúchame muy bien. La poesía, bajo ninguna circunstancia puede pasar por tus manos, el amor, no puede pasar por tus rimas, poesía y amor, no son sinónimo de “teatro”, es mejor estudiar auto-retrato. No se miente en nombre del amor, no se llevan la falsedad y la poesía, que cuando sobran los besos en tu vida, se me pudre el pericardio y escupo tu saliva. Ahora que tus escritos importan nada, que mi cuerpo es inmune al dolor, ahora que aires nuevos entran por mi cuello, me desligo, prima conse, sin rencor. Tu propósito fue jugar con fuego, y ahora que haz perdido te importó, más valía decir de pronto se acabó, que andar buscando ya “quemada” un extintor. No soy más ni menos, que él que te abarató, ya no entran las segundas en mi valle, no comulgo con baldíos trashumantes, ni converjo con orgullo intolerante. No me cites en tus versos, una vez más te lo suplico, no intentes que me enfade y te maldiga, “la diferencia entre tú y yo tal vez sería” el distinguir a una mujer de una dama de compañía.

PD. La belleza como tal, como arte por alcanzar, fue una gracia que no supo darte la vida.
5: Escriban sus comentarios, críticas y más críticas y nada de elogios a: [email protected] twitter: @Vidal_Evans

 

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