Los retos que enfrenta de manera cotidiana la zona sur de Hidalgo se verán multiplicados con la puesta en marcha del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, primordialmente por la ausencia de un plan de mitigación y, en su caso, de aprovechamiento de este proyecto nacional.
Jesús Murillo Karam dedicó parte del presupuesto estatal para diseñar un novedoso complejo asentado en 55 mil hectáreas teniendo como proyecto ancla un aeropuerto internacional que sustituiría al de Ciudad de México; Manuel Ángel Núñez olvidó el sentido democrático del presupuesto federal y se avocó a la planeación de la riqueza a través de ese soñado puerto aéreo.
Hidalgo gastó sin recato, llegando a colocarse como protector de los patos silvestres a nivel internacional en una campaña multimillonaria pagada en el New York Times para echar abajo el proyecto Texcoco. De ese nivel eran los gastos que hacía el gabinete, que desayunaba en París y cenaba en Miami gracias al megaproyecto.
Los pueblos fueron olvidados, lo mismo que durante el mandato de Osorio Chong, que todavía alentaba la posibilidad de traer el proyecto, cosa que disminuyó ante la negativa federal y la llegada de los presidentes de extracción panista.
Ya con el gobierno de Olvera, comenzaron los pellizcos a los terrenos adquiridos con recursos públicos y fueron entregados a coyotes inmobiliarios que dijeron detonar el Proyecto Platah, al que donaron hasta 300 hectáreas sin justificación.
A la vuelta de más de 25 años y demasiados recursos perdidos, los habitantes de la zona sur tendrán que enfrentar su suerte ante la avalancha de las autoridades de Estado de México e inversionistas que buscan apoderarse del mayor territorio posible al lado del AIFA.
La puesta en marcha del puerto aéreo ya busca la disposición de unas 6 mil hectáreas para asentamientos humanos, centros logísticos, hoteles, viviendas de interés medio y bajo. El gobierno federal ya dispuso de forma conjunta con la iniciativa privada unos 25 mil millones de pesos para cuatro carreteras de acceso.
El Mexibus crecerá en tres ramales para dispersar a los viajeros y empleados de la terminal aérea, mientras que inmobiliarias de grandes capitales apresuran permisos y autorizaciones para obras de inmediata respuesta al flujo de viajeros que en meses tendrá este lugar.
Y si volteamos a ver Hidalgo, solo Tizayuca fue considerado por la Sedatu, dentro del plan de desarrollo inmediato. En un futuro, cuando la zona albergue a un millón de habitantes según las proyecciones, el Mexibus podría llegar a Téllez. Eso es todo.
Para infortunio de los hidalguenses, su territorio, que resulta estratégico en estos momentos, solo será el patio trasero del desarrollo. Habría que preguntar a los chicos Harvard del gobierno estatal en dónde estuvieron estos casi seis años, que dejaron pasar la oportunidad de aprovechar la coyuntura y superar con hechos los índices de marginación y hambre.
Tizayuca, que a duras penas logra atender las necesidades básicas de su población, ahora enfrentará a los paracaidistas corporativos que aprovecharán la deshonestidad del sistema judicial, de la ausencia de reglas claras en materia de asentamientos humanos para hacer de las suyas a través de caros bufetes jurídicos.
Por lo pronto, el manto acuífero Valle del Mezquital ya se encuentra sujeto a estudios para ser ordeñado y surtir de agua al puerto aéreo, sin que ello impida que la batería de pozos existentes al lado de la carretera México-Pachuca, sigan agotando el manto Pachuca-Cuautitlán en su tarea de hidratar a Ecatepec y Ciudad de México. En fin, otro sacrificio más.
Nimiedades: ¿Realmente existe el año de Hidalgo?
