La escuela me produce hueva
 
Hace (45) meses
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1: He buscado durante años escritos acerca del cigarro, se me hace imperdonable el hecho de que los escritores le den poca importancia, no me explico ni imagino a un escritor escribiendo sin cigarro. Muchos han escrito a la drogadicción y otros tantos al alcoholismo, pero salvo un escrito de Ítalo Svevo, donde le dedica 10 páginas al cigarro y otro de Thomas Mann quien dedica 40 hojas al tabaquismo, no encuentro algo digno de mencionar. Esta noche he fumado cerca de20 cigarros, el último estuvo a punto de apagarse, le di respiración de boca a boca, lo salvé de su inminente deceso, ¿Cómo no salvar la vida de un cigarro cuando está por apagarse, si este me ha salvado más de una vez cuando la pasión y el fuego por seguir viviendo se me estaban acabando. Cigarrito mío, somos correligionarios en la vida y en la muerte, somos dualidad, tú eres el sístole y yo el diástole, no resistimos el uno sin el otro… bendito seas por aceptar un trueque de humo y aire. Estoy alegre; eyacularé toda la noche…

2: La cosa es que también ir a la escuela es de hueva, todo lo que se refiere a estudiar es de hueva, los horarios y obligaciones rompen con la libertad, someterse a un horario o a un trabajo –cualquiera que sea– es de hueva; pero una hueva de las buenas, de las mejores huevas. El escuchar a un maestro dar su clase y que todos los alumnos acepten la cátedra tal y como es dada, de principio a fin, es de hueva; me produce una especie de lástima, terminan por creer tanto el maestro como el alumno, que lo que ahí se ve, es lo único que vale la pena, terminan por creer que su razón es la única existente. Me dan hueva los maestros y los alumnos, –todos ellos– que se la pasan creyendo que con un título van a ser algo en la vida; si siempre lo he dicho, “tengan o no un título, maestrías o doctorados, seguirán siendo nada”. En verdad me da hueva la escuela, un madral de hueva, los que creen que al terminar una carrera, el mundo los estará esperando con los brazos abiertos. Y los mataditos, que invaden las bibliotecas y por si fuera poco las cafeterías y los parques, como si el día de mañana una ecuación de segundo grado, o el despeje de una fórmula o la tabla de los elementos químicos, los fuera a sacar de un apuro, me provocan una hueva absoluta. Que hueva me da la escuela, porque echa a perder a los jóvenes, los priva de vivir, de conocer la vida, el arte de vivir, de fajar con una chava, cogérsela, de admirar las puestas de luna, de escuchar a Schumann, de admirar los cuadros de Monet, de emborracharse en una cantina y hacer amigos, la escuela y sus derivados son de hueva, de hueva total y autónoma. En verdad me dan un chingo de hueva los padres de los alumnos, aquellos que exigen a sus hijos calificaciones perfectas, que se la pasan pidiendo a los hijos estudio sobre estudio, ¿qué no se dan cuenta que sus hijos serían más felices si se dedicaran a follar, a bailar la cumbia o un zapateado, a hacer amigos en cualquier esquina o a mirar la luna mientras disfrutan de una buena sinfonía? –en serio que me dan hueva– los maestros que creen que por haber leído un libro de informática o de cálculo lo saben todo. Que puta hueva me producen los chavos, los que se la pasan perdiendo el tiempo de una manera tan tonta, tan estúpida, que nacieron ciegos, que han olvidado la escuela de la vida, que han olvidado que afuera de sus guaridas, de su cabeza, existen mundos más exquisitos, que afuera, en las calles, es donde se encuentra el sabor de la vida… el verdadero significado.

3: Después de un gran día viene uno terrible, mi salud empeora, mi enfisema se ha vuelto a hacer presente y una crisis nerviosa me ha hecho añicos el intestino, estoy en cama, escribiendo, fumando a escondidas, mi rusa está cuidando de mí; dice que se hará famosa al publicar que cuidó del más grande de los poetas, trata de hacerme sentir mejor; mis muñecas están hinchadas de tanto pinchazo, el suero sabe espantoso, pero ella me lee, me lee a Aira, a Bolaño, quizá decida quedarme así lo que resta del mes, esto de dejarme mimar no está tan mal. Tocan a la puerta, es una señora que vende tamales, mi rusa compra dos verdes, —ahora sé que le gustan los tamales verdes— se sienta junto a mí, me cubre con una frazada, me da de beber, me prende un cigarro y se sonroja cuando la miro de frente para darle las gracias. Viene la familia a visitarme, ella saluda con pena de que alguien le diga que no ha hecho bien su trabajo. Afuera de casa las apuestas, se juegan todo a que mi rusa y yo habremos de quedarnos juntos. Pienso en esto y en otra, y pienso: Tengo lo que siempre quise, estoy enfermo de todo pero feliz, lo curioso es ¿por qué sigo pensando en la otra? Otra que mintió, que mató algo de mí, “algo de ambos”, otra que no se ganó un lugar, la vida no puede ser más burlona, ¿Acaso me gustan las malas vibras? Tengo que dejar de pensar en ella y concentrarme de lleno en la creación de un nuevo sentimiento, tengo que estar listo para volver a sentir, sentir algo por el azul del mar. He comenzado a abrir los ojos, eso es buen comienzo. Sin embargo, en este momento, estoy al filo del escarpelo, a una caricia de olvidarla y a una palabra de regresar corriendo; pero sé que si lo hago Rusia quedaría lejos de mi alcance, y eso es algo que no puedo permitirme, ella cuida de mí mientras yo con mi pincel trato de obsequiarle el cielo.

4: Escriban sus comentarios, críticas y más críticas y nada de elogios a: [email protected]  twitter: @Vidal_Evans

 

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