El espejo de Europa y el narciso de Palacio
 
Hace (42) meses
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Salvador García Soto
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A lo largo de la historia, sobre todo en el siglo XIX, antes de que nuestra economía y cultura se asimilaran casi por completo a los Estados Unidos, México siempre miró a Europa como el referente que marcaba la pauta en los asuntos de la cultura, arquitectura y las tendencias artísticas, además de las ideas políticas y democráticas que llegaban desde el viejo continente en épocas en que las naciones europeas dictaban la hegemonía mundial. Hoy ya no son esos tiempos y las antiguas potencias europeas no tienen tanta influencia en la vida mexicana, como la tienen el gobierno y el sistema estadunidenses, pero en términos de lo que sucede en el mundo con la pandemia de Covid-19, a nuestro país le ha servido más en esta difícil coyuntura observar e imitar lo que han hecho naciones como España, Francia, Italia, Alemania o Inglaterra, que tratar de imitar el modelo que, de la mano de Donald Trump resultó en una auténtica tragedia para nuestro poderoso vecino.

Por eso en estos momentos en los que el mundo vive lo que la OMS ha considerado la “segunda oleada” de contagios de covid en el planeta, a las autoridades mexicanas, particularmente el gobierno del presidente López Obrador, más les valdría poner mucha atención a lo que está sucediendo en Europa y a la manera en cómo las autoridades nacionales de la Comunidad Europea están enfrentando estos segundos brotes de covid, para que cuando venga en México esa nueva oleada no nos tome como hasta ahora nos ha golpeado tan fuertemente esta pandemia: en la desorganización y el caos nacional, con una estrategia que a pesar de que no ha dado resultados y nos ha convertido en el cuarto país del mundo con más muertos, se insiste en mantener sin variaciones y sin políticas públicas bien definidas.

A diferencia de las decisiones que han tomado gobiernos como el de Pedro Sánchez, en España; Emmanuel Macron, en Francia; Angela Merkel, en Alemania, o el más drástico hasta ahora, el primer ministro británico Boris Johnson, que acaba de decretar el cierre total de la economía y de su país a partir de este próximo jueves y hasta el mes de diciembre, en México el gobierno de López Obrador sigue con la misma política y mentalidad con la que empezó a enfrentar esta pandemia mundial en febrero de este año: no reconocer la gravedad del problema, no tomar decisiones ni acciones de autoridad para imponer medidas obligatorias.

López Obrador se niega a tomar medidas obligatorias y constitucionales, con los instrumentos legales que le da su autoridad y su tan cacareada representatividad popular, no porque sea un demócrata convencido y defensor de las libertades que todos los días ataca en sus conferencias mañaneras, sino porque no quiere ver afectada su popularidad y su imagen de “benefactor del pueblo bueno y sabio” y menos ante las elecciones que se avecinan en las que juega la supervivencia de su proyecto político y de gobierno.

Hoy que nuestro país otra vez parece ir a la deriva en el río de la pandemia, mientras nos aproximamos a una zona de rápidos y de caídas profundas, más valdría que volteáramos a vernos en el espejo de Europa y en las medidas que están tomando sus liderazgos políticos, antes de que sea demasiado tarde y nos convirtamos, junto con nuestro vecino del norte, hoy más preocupado y ocupado por resolver los conflictos políticos, electorales y sociales que se le avecinan, en la región del mundo más golpeada por esta pandemia y con más muertos por covid en todo el planeta.

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