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Hace (45) meses
López-Gatell: el Dr. Frankenstein de la 4T
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Su último anuncio es una mentada de madre a la inteligencia: “El esquema —sobre el informe del Covid— es el mismo, pero lo vamos a ver ahora por semana… y por el retardo natural en el proceso de confirmación y de incorporación, vamos a ir dos semanas detrás (¡!)”, sentenció con su mezcla de sorna y arrogancia crecientes, el ínclito vocero.

Hay que decirlo con todas sus letras: el gran pecado del actual gobierno es el manejo político de una emergencia que debió regirse por la ciencia y la tecnología. Y sin exageración alguna, la prohibición de pruebas y el menosprecio al uso de cubrebocas podrían ser juzgados como crímenes de lesa humanidad.

Baste recordar la prohibición a los laboratorios privados para efectuar pruebas de detección desde los primeros brotes. Porque lo que se pretendió fue minimizar la llegada de la pandemia con los hechos y dichos de uno y otro: “Pues si no es la peste”, diría el presidente; “No está probado que el Covid 19 sea una pandemia grave”, secundaría el vocero. Igual en el uso de cubrebocas:

“Imagínense qué va a decir la gente si me ven así”, justificó López Obrador. “No hay evidencia científica que pruebe que el cubrebocas evite el contagio”, reforzó López-Gatell. Y así, durante semanas y meses, en lugar de hablar con la verdad el vocero fue administrando la mentira. Hasta que los miles de muertos comenzaron a tener nombre y apellido.

A ver: tan solo esta última y burda maniobra que nos supone a todos retrasados mentales, tiene el retorcido propósito de “dosificar los datos del horror que sigue creciendo”. La numeralia en el cintillo de El Universal aumenta implacable día con día. Apenas este martes: 31 mil 119 muertos, 261 mil 750 casos confirmados y, según otros medios, un incremento de 189 por ciento de los contagios desde que —presionado por la otra pandemia, la económica— el gobierno federal inventó el “regreso a la nueva normalidad” y el desconfinamiento.

Mientras tanto, el Dr. Frankenstein sigue ocultando su monstruo que crece desmesuradamente cada día. Pero que no podrá seguir encerrado para siempre. Los hechos son incontrovertibles: rompimos la barrera psicológica de los 30 mil muertos; en pocos días habremos rebasado a España, Francia e Italia y luego a Reino Unido, ubicándonos en el penoso tercer lugar en mortandad en este planeta, solo por debajo de Estados Unidos y Brasil. Ya tenemos más muertos que la India o China, con poblaciones decenas de veces superiores a la nuestra. Los diagnósticos de la Organización Mundial de la Salud y otras entidades internacionales coinciden en que la estrategia de México ha fracasado al dar una y otra vez por aplanada la curva del coronavirus que sigue en ascenso y sin que se vislumbre todavía el pico de la pandemia.

Hace poco más de un mes, el 3 de junio, escribí y dije aquí que, de acuerdo a una prospectiva de científicos de la UNAM, nuestra epidemia duraría al menos seis meses. Y que, según mis cuentas, llegaríamos en septiembre a cifras escalofriantes: un millón 768 mil casos entre ocultos, asintomáticos y sintomáticos, de los que resultarían 126 mil confirmados y al menos 50 mil muertos. Me lincharon en redes hasta desear mi muerte. Hoy podemos asegurar que a septiembre habrá más de 100 mil muertos. El propio Dr. Frankenstein hubo de admitir que “reconozco que la cantidad de personas fallecidas por Covid podría ser ahora de tres veces más”.

Lo que no ha reconocido es cuántos de los muertos han de cargarse a su responsabilidad en este crimen de Estado.

Ricardo Rocha

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