Cambio climático y educación
 
Hace (52) meses
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Si dijéramos que el cambio climático empieza a volverse gravemente peligroso para la humanidad entre 2020 y 2050, la pregunta a responder es si verdaderamente estamos preparados para trabajar en un proceso de adaptación y mitigación de sus efectos en el ambiente y en nosotros.
Estrategias construidas existen, al menos en Hidalgo hay una, pero, ¿cómo se concatena con el resto de las entidades del país?. ¿es posible hablar de una estrategia y presumir que la tenemos frente a los demás? Tal cosa se antoja inadmisible frente a una amenaza como el cambio climático y las vulnerabilidades que genera en diversos ámbitos del país.
Esta y otras estrategias construidas en el país, deberían generar un impacto sinérgico en la Comisión Intersecretarial de Cambio Climático y las políticas que desarrolla, de tal manera que pudiera verse una modificación en la forma de conducir este organismo.
Apenas en diciembre del 2019, el gobierno de México se posicionaba en Madrid en torno a su compromiso de actuar sobre el cambio climático comprometiéndose a reducir de manera no condicionada un 22 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero y un 51 por ciento de carbón negro, pero dichas metas ya están incorporadas en la Ley General de Cambio Climático, de tal manera que lo ofrecido por nuestro país, no reviste modificación alguna.
De esta manera aun cuando la propia ley establece el principio de progresividad en el período 2018 a 2020 se refleja un estancamiento de cumplimiento de expectativas y compromisos. Incluso, a pesar de que se cuenta con el Atlas de vulnerabilidad, no es visible una articulación en torno a las tareas de mitigación y adaptación.
Por otro lado, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo, contempla que la población pasará, para 2050, a 9 mil millones lo que dispararía la demanda de energía y recursos naturales, alegando además que
no existen políticas sólidas para enfrentar el cam-
bio climático.
Consideremos el hecho de que, a este ritmo, se prevé que para el 2050 se eleven en 50 por ciento los gases de efecto invernadero, esto debido a que se incrementarán las emisiones de CO2 en un 70 por ciento, mismo que se relaciona con la generación de energía.
El panorama no es simple, la tarea se antoja descomunal y la responsabilidad no puede ser solamente gubernamental, se debe involucrar a la sociedad, al final del día, algo que no se ha considerado de manera puntual, es el hecho de que es para la sociedad para quien se trabaja.
Esa es la parte que hoy nos ocupa, ¿qué se hace en torno a mantener informada a la sociedad sobre el cambio climático?, ¿cuáles son las acciones que se desarrollan en materia educativa sobre cambio climático?
Hay que recordar que la Ley General de Educación, recién promulgada, establece en su artículo 13 fracción IV que la educación que reciban los mexicanos estará orientada a promover el respeto y cuidado del medio ambiente. La cuestión es que no se dice en ningún lado como se desarrollará y la práctica educativa ambiental es un desastre en la mayoría de los niveles educativos. Algo inadecuado para las metas que se pretenden trazar.
Educar en el cuidado del medio ambiente no es educar en ecología y medio ambiente, son dos términos diferentes y los objetivos también son diferentes. En ello se debe centrar el análisis y las acciones porque de hacerlo correctamente depende que la sociedad se involucre de manera activa en la mitigación y adaptación del cam-
bio climático.
Si las decisiones en materia educativa son insuficientes y la colaboración entre áreas de la administración pública son casi nulas, es claro que seguiremos hablando de algo que no estamos haciendo, de algo que no estamos coordinando y mucho menos comprendiendo.
En la misma Ley, la de educación, en el artículo 15 queda delineado de manera meridiana uno de los fines de la educación, en la fracción octava se asegura que se debe “inculcar el respeto por la naturaleza, a través de la generación de capacidades y habilidades que aseguren el manejo integral, la conservación y el aprovechamiento de los recursos naturales, el desarrollo sostenible y la resiliencia frente al cambio climático”.
¿Qué estamos haciendo mal? Considerar a la educación ambiental un requisito novedoso en la tarea administrativa pero débil en la tarea práctica. Desdeñar la capacidad social para aprender y adaptarse. Permitir que los grandes capitales sean los que determinen las agendas públicas en detrimento de la sociedad.
Aún más, considerar que la captura de inversiones para el estado y para el país es algo que beneficia ambientalmente a las personas, laxando, además la tramitología ambiental como forma de atraer a más inversores, no debería ser así.
Eso es lo que hacemos mal, cerrar las puertas de la administración pública a los que piensan diferente y proponen diferente en lugar de construir una interlocución alejada del populismo y las poses estultas. Negar a los diferentes solo los vuelve autoritarios y simuladores.
El cambio climático, para Hidalgo, cuenta con un sinfín de vulnerabilidades, se amenazan su biodiversidad, su viabilidad económica y urbana, contar con la estrategia de cambio climático y con la estrategia de biodiversidad no hace mucha diferencia si no se involucra a la sociedad y se educa a la sociedad.
La propia Ley General de cambio climático en el artículo segundo en su fracción quinta, habla de educación; la educación juega un papel fundamental en el cambio climático y en el cuidado ambiental. Un papel que ha sido ignorado de manera permanente por la administración pública, pequeño error, pero muy gra-
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