Autor con mano para la sencillez y la alegría, con raíces en el mundo latino y sus cadencias, escritor de frases que se fijan en la memoria como tatuajes, Pau Donés, líder de Jarabe de Palo, volvió sobre sus pasos justo en el instante de encarar los últimos meses de su vida.

Lo hizo en Tragas o Escupes, disco-testamento en el que fue latino como en sus comienzos.

Entonces ya era conocedor de lo irreversible de su situación. Había abandonado la medicación en un gesto que evoca cómo las amarras se sueltan de los bolardos.

Pero antes lanzó ese último trabajo.

Donés, quien falleció el martes a los 53 años tras cinco de enfermedad (un cáncer que le diagnosticaron en 2015), ha comenzado a vivir en la memoria.

Deja a sus hermanos Marc, Bernat e Isabel; a su padre, Amado, y muy especialmente a su hija, Sara, una adolescente cuyo nombre lucía tatuado en las falanges de la mano izquierda. A ella le dedicó buena parte de sus últimos años, para corregir la desatención que, pensaba, había marcado los primeros.

El trabajo, que en plena vorágine de su carrera le llevó de aquí para allá, se interpuso entre ellos.

Fueron esos años en los que Pau, marcado por La flaca, se acercó a Italia (país donde su deceso ha tenido un amplio eco), cantó en italiano y estableció fructíferas alianzas con autores como Jovanotti, uno más en la dilatada lista de artistas con los que trabajó.

Interpretó en 2001 en Módena Guantanamera con Pavarotti y Celia Cruz. Compuso para Ricky Martin Cambia la piel y colaboró con Ketama, Antonio Vega, Alejandro Sanz y Joaquín Sabina.

Eso, sin olvidar a Alanis Morissette, quien para reconocer la inspiración que Pau le dio con su clip de Bonito lo invitó a participar en su video Everything. Ahí hizo de peluquero que le cortaba la melena, en un hecho que recordó cómo Pau se cortó la suya en un acto convertido en campaña promocional por su hermano Carles de cara al lanzamiento de su tercer disco, De Vuelta y Vuelta (2001).

Pero si hubo un nombre que le marcó fue el de la modelo que inspiró La flaca, Alsoris Guzmán, que ejemplifica las dificultades que tuvo la vida del propio Pau, quien no consiguió seducirla pese al impacto que le causó. La leyenda cuenta que la modelo no era heterosexual.

De la vida sentimental del músico nunca trascendió nada más allá de un idilio temporal con la modelo Eugenia Silva. Donés pareció convencerse de que las relaciones de larga duración no estaban hechas para él.
Como tampoco la felicidad, pues su madre le dejó en la adolescencia obligándolo a madurar.

“De la noche a la mañana pasé de ser hijo a ser madre porque mi padre trabajaba”, relata en su biografía 50 palos. Y sigo soñando.

Pese a todo, ni siquiera durante su tratamiento quiso ser considerado un luchador.

Lo dijo en una charla en la cadena La Sexta: “El tema de la lucha no me late, ¡la lucha! Cuando me dicen que soy un guerrero, y me lo dicen con cariño, no me enfado, pero hostia, me toca los huevos, porque yo no soy un guerrero”.

Pau no se sentía en la batalla, sino en una convivencia con la enfermedad. “No le gustaban nada los símiles bélicos”, dice Sandra Rayo, su mano derecha.

Micky Forteza-Rey, amigo y músico que estuvo con él en la grabación del último disco, rememora: “Solía decir que le dedicaba a la enfermedad un ratito cada día, porque el resto de la jornada servía para vivir”.

Y para trabajar. “Le fui a visitar al hospital y Pau me enseñó las últimas canciones que compuso diciéndome ‘¿por qué no hacemos un disco?'”. A los pocos días ya estaban en ello.

“Hicimos la mezcla con mascarilla y guantes”, recuerda. Lo acabaron, lo publicaron y Pau se fue. En la memoria reciente queda su hija, Sara, bailando en el clip Eso que tú me das.

Staff I Agencia Reforma