Es uno de los últimos grandes couturiers de la moda y se mantiene activísimo. Sí, Armani, uno de los pocos creadores que posee aún los derechos de su nombre y que factura más de 3 mil millones de euros al año, hombre que se considera todavía un adicto al trabajo.

Y es que ese pequeño niño de un pueblo del norte de Italia, quien estudió medicina porque amaba el cuerpo humano y que más tarde se dedicó a la fotografía y al diseño de aparadores, nunca pensó en revolucionar la manera como se vestían la mujer y el hombre de su época.

Así, hace más de 40 años, liberó al saco de su formas rígidas y sus hombreras estorbosas, para crear gráciles modelos que se movían al ritmo de la silueta humana, logrando algo que se pensaba imposible: que todo mundo se sintiera más cómodo pero chic al mismo tiempo.

Además de que impuso la sobriedad en los colores, casi siempre, en azul, blanco, negro y beige. ¿Se acuerdan de Richard Gere y Lauren Hutton en American Gigolo? También, Armani es el pionero de que las alfombras rojas se hayan convertido en las principales vitrinas para vender la alta moda al engalanar con sus maravillosos trajes a estrellas como Jodie Foster y Nicole Kidman, un camino que han seguido muchas casas famosas de moda. A su vez ha colaborado con más de 200 películas dejando huella de su estilo glamoroso y sin estridencias.

Hoy se mantiene en forma haciendo gimnasia diaria en su casa de Milán, y creando desde el primer rayo del sol hasta el último, ya que es lo que lo mantiene activo, tanto físicamente como de la mente.

“Siento verdadera satisfacción cuando reviso el camino recorrido y veo cómo he llegado hasta aquí contando solamente conmigo mismo y conservando mi independencia”, concluye el maestro de la cabellera color plata, quien ha planeado una sucesión con una fundación encabezada por su sobrina Roberta.

Fernando Toledo I Agencia Reforma