Ser catalogado por críticos, fans y expertos como uno de los mejores cómicos que ha dado el mundo y compararlo directamente con el genio humorístico de Charles Chaplin, no es poca cosa.
Estos calificativos y muchos más recibió en vida (y después de su abrupta muerte) el británico Peter Sellers, conocido por su trabajo en la saga fílmica de La pantera rosa y en filmes clásicos de renombre como Lolita (1962) y Dr. Insólito (1964), ambos de Stanley Kubrick.
Hijo de artistas teatrales y de carpa, su educación actoral y cómica la adquirió en las calles, sin asistir formalmente a la escuela. Debutó en teatro junto a sus padres a los dos meses de nacido y para sus 15 años ya trabajaba como acomodador e iluminador en escenarios independientes.
Sin embargo, pese a su talento innato por la comedia y la improvisación, y de actuar al lado de estrellas como David Niven, Sophia Loren, Claudia Cardinale, James Mason, Ringo Starr, Alec Guiness, Dean Martin, Kim Novak, Peter O’Toole, Helen Mirren, Woody Allen y Orson Welles, Sellers vivió gran parte de su vida rechazado por Hollywood debido a su personalidad.
Adicto a las drogas y alcohol durante mucho tiempo, el histrión lidió casi toda su carrera con problemas de depresión, inseguridad y ataques de ira repentinos, lo que lo hizo alienarse de la industria y afectar profundamente a su familia más cercana. Aún aasí, esto no le impidió trabajar con cineastas de la talla de Kubrick, Vittorio de Sica, John Huston, Blake Edwards, John Guillermin y Roman Polanski, y de seducir a la crítica internacional.
Su legado histriónico y humorístico, aunque ajeno a la generación actual de cinéfilos, sigue inspirando a varios comediantes de renombre, como Mike Myers, Rowan Atkinson, Sacha Baron Cohen, Eddie Murphy y Chris Rock, quienes ven a Sellers como un verdadero maestro en la materia.
A 40 años de su sorpresiva muerte, es justo recordar a uno de los genios que revolucionaron el significado de humor en Hollywood, a la vez que tras bambalinas vivía un ser atribulado por su entorno, su exigencia como artista y sus demonios internos.
Rodolfo G. Zubieta I Agencia Reforma